CINE-ARGENTINA: La hora de la cámara militante

Jóvenes directores a la grupa de la práctica tecnología digital logran recrear en Argentina el cine militante de los años 60 y 70, a través del registro de la lucha de trabajadores y desempleados.

Realizadores de películas documentales se propusieron contribuir con los movimientos sociales y su trabajo tiene su propio circuito de distribución y exhibición, lo cual se ha constituido en un buen complemento del cine de ficción que también muestra el impacto de la crisis en los argentinos.

Los propios cineastas consideran que esta nueva corriente está muy asociada al llamado cine político o militante de los años 60 y 70, que tuvo como principales referentes a Fernando Birri, Raymundo Gleyzer, Octavio Getino y Fernando ”Pino” Solanas.

La diferencia más notoria es la tecnología actual que permite mayor inmediatez para reflejar la realidad.

El objetivo de este nuevo cine es ”difundir y colectivizar las experiencias de lucha de los trabajadores en el nivel nacional e internacional, y realizar debates después de cada función”, comentó a IPS, Hernán Martín, miembro del grupo Ojo Obrero, vinculado al izquierdista Partido Obrero.

El cine militante muestra la historia de los protagonistas de las luchas sociales con sus antecedentes y, por ejemplo, cómo se organizaron para salir a protestar a las calles o a ocupar y poner en marcha alguna de las tantas fábricas abandonadas por sus dueños por no poder o no querer enfrentar las deudas.

A diferencia del cine tradicional, esta nueva corriente apunta a los trabajadores y desempleados y por eso no se exhibe en salas comerciales sino en plazas, cortes de ruta, asambleas, sindicatos, locales partidarios o comedores populares, agregó.

Martín dirigió el documental ”Un fantasma recorre Argentina, los piqueteros”, término que identifica al movimiento de trabajadores desempleados por su modalidad de lucha a través del corte de tránsito en rutas y calles.

Ojo Obrero es uno de los muchos grupos creados en 2001 para mostrar el movimiento de trabajadores desde una perspectiva distinta al enfoque habitual de los informativos de televisión.

Egresado de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la estatal Universidad de Buenos Aires, Martín contó que el grupo que integra cuenta con 25 realizadores en Buenos Aires, y tiene además sedes en la sudoriental ciudad de Mar del Plata y en provincias como la central Córdoba, la austral Neuquén y las septentrionales Chaco y Salta.

Otros grupos de jóvenes cineastas que cultivan esta modalidad de trabajo son Cine Insurgente, Contraimagen, Alavío, Boedo Films, Grupo 1 de Mayo y Adoquín, todos miembros de la Asociación de Documentalistas de Argentina, integrada también por realizadores independientes.

El grupo Cine Insurgente filmó, por ejemplo, los avatares de los trabajadores de ingenios azucareros con el nombre de ”Diablo, Familia y Propiedad”, título que parafrasea a Tradición, Familia y Propiedad, el grupo laico católico ultraconservador.

También realizaron ”Matanza”, que cuenta la historia de la organización de un grupo de piqueteros de La Matanza, una muy poblada y empobrecida localidad ubicada en las cercanías de Buenos Aires.

La expansión del también llamado cine piquetero admite, entre otros factores, la propia debacle económica y social que inspira a los realizadores, apuntó Martín.

”El documental es arte y la crisis tan particular que vive Argentina influye mucho en la producción artística tanto del cine de ficción como del documental”, señaló.

Empero, además de lo que consideró como ”una preocupación artística que va más allá de la intención militante”, Martín reconoció que hay otras razones detrás del auge del cine político.

Por un lado la gran cantidad de nuevos y jóvenes directores y, por otro, la simplificación técnica de las filmaciones.

Esas dos razones también influyen en los buenos tiempos que vive el cine de ficción argentino, que también se ocupa en buena medida de los problemas de este país, con más de la mitad de sus 37 millones de habitantes en la pobreza.

El gusto por el arte cinematográfico de los jóvenes se encuentra entre las causas de la proliferación de escuelas de cine, que de un puñado en los años 80 se pasó a 30 en estos días en distintas partes del país a las que asisten más de 10.000 estudiantes.

Como resultado de ese crecimiento de la matrícula, se pasó de un promedio de una docena de estrenos locales al año en la primera mitad de la década del 90 a casi 50 anuales, una producción que tiene su gran reconocimiento en el público y en numerosos premios en festivales locales e internacionales.

Ese aumento de la cantidad de realizadores tuvo un fuerte impacto en el cine documental que refleja las expresiones más representativas de las luchas de los trabajadores.

De igual modo, Martín sostuvo que las nuevas tecnologías también contribuyeron mucho a la multiplicación del ”cine urgente”, en Argentina y en el mundo. ”Con el vídeo digital se tiene una mayor inmediatez, se puede editar en casa y sin presupuesto”, narró.

El cine documental comenzó a ser requerido por el público desde la agudización de la crisis argentina en 2001 y ha exhibirse más frecuentemente en ciclos en Buenos Aires y hasta en festivales mundiales.

Seis películas sobre piqueteros se exhibieron este año en el Festival Internacional de Cine de Berlín. También hubo presencia de cine militante argentino en el Festival Encuentro de Cine Latinoamericano de Toulosse, Francia, y en muestras celebradas en Corea del Sur y en Estados Unidos.

No obstante ese suceso, los realizadores se resisten a recibir créditos o respaldo oficial y prefieren seguir trabajando en forma casi artesanal, sin recursos financieros o con apenas la ayuda de una colecta entre los militantes de un partido o sindicato.

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