Los sindicatos proliferaron en Brasil de 1991 a 2001, pero no fortalecieron su representatividad, según un informe que alimenta el debate ahora que preside el país un líder de origen sindical, el ex obrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva.
El movimiento sindical ?necesita reciclarse, tener una nueva genda? y no limitarse a reclamar aumento salarial una vez al año, dijo a IPS Joao Felicio, presidente de la Central Unica de Trabajadores (CUT), una de las dos mayores del país.
Los sindicatos deben luchar también por ?la educación y la salud del trabajador, el ambiente y los derechos de mujeres, negros y niños?, añadió.
Felicio defendió un sindicalismo ?ciudadano e insertado en el debate político? sobre el Area de Libre Comercio de las Américas, la deuda externa, la reforma agraria y otras cuestiones que afectan el empleo y toda la sociedad, y no sólo a un sector específico de trabajadores.
Esa es la posición que pregona Lula, uno de los fundadores de la CUT en 1983.
La ?Investigación sindical 2001?, del estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, indicó que de 1991 a 2001 la cantidad de sindicatos aumentó 49 por ciento, hasta llegar a 11.354, pero el total de afiliados creció menos de la mitad, sólo 22 por ciento, hasta llegar a más de 19,5 millones.
Por lo tanto, el promedio de afiliados por sindicato cayó en ese periodo de 2.104 a 1.720.
Los sindicatos se debilitaron en el mundo por varias causas, entre ellas los avances tecnológicos, y la reestructuración productiva que incluyó tendencias a la disminución de las grandes fábricas tradicionales.
Esto condujo a fragmentar el mundo laboral debido a la tercerización y migración de empresas a países con mano de obra más barata, y al desempleo vinculado con esos procesos.
El ministro de Trabajo Jacques Wagner, ex sindicalista como Lula, dijo estar ?asustado? por la cantidad ?excesiva? de sindicatos en el país, que junto al bajo promedio de sindicalización de trabajadores quita legitimidad a las negociaciones laborales.
Wagner está dispuesto a promover medidas para contener la multiplicación.
La legislación favorece procesos de proliferación sindical con dispersión, porque cada categoría profesional puede tener un sindicato en cada municipio, y en los últimos tiempos se crearon muchos nuevos municipios, al tiempo que el crecimiento del mercado de trabajo informal dividió muchos sectores.
Además, la Constitución aprobada en 1988 permitió la asociación sindical de funcionarios públicos, antes prohibida.
Los 11.354 sindicatos del país hacen frente a 4.607 gremios patronales, sin contar las autoridades de organismos estatales.
No se permiten sindicatos por empresa, pero eso no impidió la dispersión, ya que en una misma firma coexisten organizaciones de distintas categorías profesionales, explicó Joao Carlos Gonçalves, secretario general de la central Fuerza Sindical (FS), la otra mayor del país junto con la CUT.
Gonçalves y Felicio coincidieron en que es necesaria una amplia reforma de la legislación sindical, en primer lugar para legalizar las centrales que existen desde los años 80, aunque no reconocidas legalmente, lo que limita sus acciones.
También estuvieron de acuerdo sobre la importancia de establecer contratos colectivos nacionales, en cuya negociación se haga sentir más el poder de los trabajadores.
Con la actual estructura, cada sector negocia acuerdos en municipios u otros territorios limitados, para periodos distintos, y esa fragmentación es debilitante para los sindicatos, explicaron.
Pero hay fuertes discrepancias entre las dos mayores centrales. La CUT reclama la extinción del Impuesto Sindical, una contribución anual obligatoria equivalente al sueldo de un día que pagan todos los trabajadores, sindicalizados o no.
La existencia de ese impuesto es una de las principales causas del sindicalismo ?frágil y poco enraizado?, según Felicio.
Con ese ingreso asegurado, los sindicatos no necesitan ganar nuevos afiliados, ni legitimarse en la defensa de los derechos de aquellos a quienes deben representar, y ?muchos dirigentes odian a los asociados, porque les exigen trabajar?, ironizó el presidente de la CUT.
Muchos sindicatos no reúnen siquiera a 10 por ciento de los trabajadores del sector cuya representación invocan, aunque los más combativos y organizados suman a 65 o 70 por ciento, destacó.
La CUT también quiere el fin de la ?unicidad?, es decir la prohibición de que haya más de un sindicato por rama profesional en cada municipio, y propone en cambio ampliar la base territorial de referencia, para que sean posibles fusiones regionales e incluso sindicatos nacionales por rubro laboral.
La FS aboga por mantener el Impuesto Sindical.
Un sindicato representa el conjunto de su categoría, y no sólo a sus afiliados, y los beneficios de sus acciones se extienden a todos, argumentó Gonçalves, aunque admitió que puede haber cambios si lo deciden los propios trabajadores de cada sector.
La unicidad es útil para evitar mayor fragmentación, y la existencia de gran cantidad de pequeños sindicatos no debilita tanto al movimiento como la división de los trabajadores de una misma empresa en varias categorías, sostuvo el secretario general de la FS.
El debate en la materia es antiguo en el país, pero se reactivó porque la reforma de las leyes laborales es una de las prioridades de Lula, quien asumió el gobierno el 1 de enero.
Los sindicalistas demandan por su parte una reforma que los ayude a recuperar poder de negociación para obtener aumentos de puestos de trabajo y de remuneraciones.