IRAQ-EEUU: Ni dulces, ni flores

El gobierno de George W. Bush creía que los iraquíes recibirían a los soldados estadounidenses invasores ”con dulces y flores”, pero esa certeza se pulverizó a manos de militares y milicias irregulares que opusieron fuerte resistencia.

El infausto pronóstico, pocos días antes del inicio de la invasión el 20 de este mes, fue obra del dirigente opositor iraquí Kanan Makiya, del Congreso Nacional Iraquí, organización que goza del favor del ala más derechista del gobierno de Bush.

Todos en Washington creían que las tropas de Estados Unidos y sus aliados tendrían un plácido y breve pasaje de Kuwait a Bagdad, y que, cuando llegaran a la capital iraquí, el régimen de Saddam Hussein estaría resquebrajado por la táctica de bombardeos denominada ”conmoción y pavor”.

Sin embargo, en la primera semana de invasión, lo que vieron las fuerzas invasoras no fueron dulces ni flores, sino una feroz resistencia del ejército regular iraquí y de las milicias ”fedayines” en el sur del país, de población predominantemente chiíta.
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Aunque los comandantes militares estadounidenses insisten en que están avanzando hacia Bagdad como estaba programado, pese a la resistencia y las violentas tormentas de arena que el martes enlentecieron el avance, en Washington se teme que la presunción de que los iraquíes recibirían a las fuerzas invasoras como sus libertadores estaba equivocada.

”Lo que no está funcionando bien, aunque el gobierno no lo admitirá, es que los estadounidenses no están siendo recibidos con los brazos abiertos como pronosticaban y esperaban”, comentó el general retirado Bernard Trainor, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, un grupo de expertos con sede en Nueva York.

Aunque los informes del alzamiento de civiles de la meridional ciudad de Basora contra las milicias de Saddam Hussein (desmentidos en Iraq) mejoraron algo el ánimo de Washington el martes, la atmósfera general en la capital estadounidense ha sido sombría desde el domingo, cuando cinco soldados estadounidenses fueron capturados y otros tantos murieron en combate en Iraq.

Estos reveses, así como la dura resistencia en la ciudad de Nasiriya, el derribo de al menos un helicóptero Apache y la captura de sus pilotos estadounidenses, contribuyeron a la sensación de que esta campaña militar no será el ”paseo” que anticipaban sus impulsores neoconservadores.

”Menos expectativas en Iraq”, fue el título del editorial de The New York Times el martes, mientras todos los grandes periódicos y programas de televisión, incluso los más patrioteros, sugerían que el gobierno de Bush confió demasiado en una victoria fácil.

”Un público acostumbrado a continuas actualizaciones y análisis instantáneos se entera en tiempo real de las malas noticias, y el ánimo de los periodistas -así como el tono de sus empleadores- parece cambiar de la noche a la mañana”, señaló otro artículo del Times.

Los comentarios del periódico fueron reforzados el martes por una encuesta del Centro de Investigaciones Pew para la Población y la Prensa, que reveló una caída de 71 a 38 por ciento en la proporción del público que cree que la guerra marcha ”muy bien”, del viernes al lunes.

Mientras cerca de 70 por ciento de la ciudadanía todavía cree que Bush hizo bien en lanzar la guerra, el apoyo entre los opositores demócratas cayó abruptamente, según la nueva encuesta.

Algunos analistas y expertos comenzaron a buscar chivos expiatorios.

Oficiales retirados del ejército señalaron que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y sus asesores se confiaron demasiado en la táctica aérea de ”conmoción y pavor” y muy poco en la importancia de las tropas de tierra, que finalmente tendrán que entrar en las grandes ciudades para desmantelar el régimen.

En ese sentido, la estrategia del Pentágono contradice la ”doctrina Powell”, que establece el uso de una fuerza abrumadora en cualquier conflicto militar.

La doctrina lleva el nombre del secretario de Estado (canciller) Colin Powell, veterano de Vietnam, y jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas durante la primera guerra del Golfo, con quien los halcones del Pentágono han chocado constantemente desde que Bush asumió la presidencia, en enero de 2001.

Powell y su subsecretario, Richard Armitage, son los únicos altos funcionarios del aparato de seguridad nacional del presidente que tienen experiencia de combate.

”Según Rumsfeld, las fuerzas de tierra pueden reducirse drásticamente para liberar fondos para tecnologías avanzadas. Por lo tanto, el secretario frustró los esfuerzos del ejército por enviar brigadas medianas de despliegue rápido, que serían invalorables en este conflicto”, escribió el oficial retirado Ralph Peters en el Washington Post.

”A mi juicio, debería haber un mínimo de dos divisiones pesadas en el regimiento de caballería en el terreno”, opinó el general retirado Barry McCaffrey, quien comandó una división de infantería en la primera guerra del Golfo.

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