La débil reacción de China contra la guerra en Iraq reveló que Beijing está dividido entre sus políticas estratégicas fundamentales y los beneficios económicos que podría obtener en la reconstrucción iraquí, tras la acción militar de Estados Unidos.
Como parte de su política permanente de oposición al hegemonismo estadounidense, Beijing se alinea siempre con cualquier país castigado por Washington, y una y otra vez ha intentado frustrar en la ONU los esfuerzos de Estados Unidos por formar una coalición contra cualquier otro país.
Pero así como China teme volverse una futura víctima de esos castigos, por más de 20 años ha buscado un ambiente internacional pacífico para impulsar sus reformas económicas.
Además, para mantener su notable expansión económica, el gobierno se cuida de deteriorar sus vínculos con Washington. Actualmente, China registra un superávit récord de más de 100.000 millones de dólares en su intercambio comercial con Estados Unidos.
Paradójicamente, y pese a su oposición declarada a la acción militar contra Iraq, China podría ser uno de los países más beneficiados económicamente por el actual conflicto.
Hay un resquicio de esperanza en esta guerra. Deberíamos poner nuestra mira en obtener contratos para la reconstrucción de Iraq, opinó He Maochun, profesor de comercio exterior en la Universidad del Pueblo, de Beijing.
Nuestro modelo es Corea del Sur en los años 80, que construyó una carretera entre Bagdad y Amman. Después de la guerra del Golfo (1991), también participaron en la reconstrucción, recordó.
La guerra del Golfo causó a China una pérdida de 33 por ciento en sus contratos laborales y de ingeniería en Iraq, pero en los años transcurridos desde el levantamiento parcial de las sanciones de la ONU, en 1996, el comercio bilateral se reanudó, observó He.
Esta vez, debemos ser todavía más proactivos y aprovechar las oportunidades comerciales que surjan de la guerra, exhortó.
La obtención de contratos en la reconstrucción de la infraestructura civil iraquí es un aspecto de los beneficios que China podría obtener de la guerra. La aceleración y concentración de la inversión extranjera es otro.
Como la situación en Iraq podría tener un impacto mayor y más largo de lo esperado, es probable que inversores internacionales transfieran fondos a destinos seguros, como China, señaló Wang Jian, un economista del Instituto de Macroeconomía, subordinado a la Comisión Estatal de Desarrollo y Reforma.
Esta tendencia ya era apreciable en las cifras oficiales publicadas por Beijing el año pasado.
La inversión extranjera directa aumentó casi 54 por ciento en los primeros dos meses de 2003, y la inversión extranjera prometida subió 59 por ciento en el mismo período.
Este marcado incremento se produjo con respecto a un récord de 52.000 millones de dólares que China atrajo en inversiones extranjeras en 2002.
En cuanto al petróleo, Beijing desea asegurarse el abastecimiento y precios bajos cuando las exportaciones de crudo queden bajo control de Estados Unidos.
Desde que China se transformó en un importador neto de petróleo en 1993, sus importaciones aumentaron en forma marcada y ahora son esenciales para sostener su alto crecimiento económico.
En 2002, las importaciones aumentaron 15 por ciento respecto del año anterior al llegar a 71 millones de toneladas de petróleo, la mitad procedente de Medio Oriente.
China no posee reservas estratégicas de petróleo y teme que la guerra en Iraq desencadene una crisis energética nacional. Para evitar una excesiva dependencia del crudo del Golfo, el gobierno impulsa contratos de gas y petróleo con Rusia, Indonesia, Australia y países de Asia central.
Entre las medidas tomadas por Beijing para que la guerra no afecte su suministro de petróleo ni cause abruptas fluctuaciones de los precio, se cuenta la importación de petróleo de Indonesia, Sudán y Venezuela, dijo Yang Wencai, subsecretario general de la Asociación de la Industria Petrolera y Química de China, al Diario del Pueblo.
Además, China reabrirá pozos petroleros previamente clausurados por su costo de producción relativamente alto.
Las preocupaciones y los cálculos económicos dominan los medios de prensa controlados por el Estado desde que las primeras bombas comenzaron a caer sobre Bagdad, el pasado jueves, pero no se aprecia el clima de indignación que reinaba en 1998 cuando Estados Unidos y sus aliados bombardearon Yugoslavia.
La reacción oficial de oposición a la guerra y a la violación de la Carta de la ONU fue consignada en las primeras planas de muchos periódicos, pero opacada por el aluvión de información sobre el alcance y la velocidad de la acción militar estadounidense-británica.
Las publicaciones especiales sobre la guerra se han vuelto uno de los artículos más vendidos, decía el Beijing Youth Daily el sábado, destacando el inusual interés de los lectores chinos por las noticias de una guerra lejana.
Uno de los motivos de este florecimiento periodístico es la rara falta de restricciones para la cobertura de la guerra.
Los funcionarios de propaganda optaron por enviar un número sin precedentes de corresponsales al Golfo para obtener una perspectiva china de la guerra. Algunos medios incluso publicaron informes sobre lo que los militares chinos podrían aprender del conflicto en Iraq.
La primera guerra del Golfo ayudó a los militares chinos a descubrir muchas cosas sobre la forma estadounidense de librar un conflicto moderno y digitalizado, recordó Liu Dingping, investigador del Centro de Investigaciones Estratégicas del Instituto de Estadísticas Militares del Ejército de Liberación del Pueblo.
Con cada nueva guerra, aprendemos nuevas lecciones. Cuanto mayor el número de acciones militares en que participa Estados Unidos, menor es la brecha entre las fuerzas armadas de Estados Unidos y las de China, afirmó. (