IRAQ: Pakistán entre la espada y la pared

El gobierno de Pakistán se encuentra en la disyuntiva de respaldar los planes de guerra de Estados Unidos contra Iraq, a riesgo de serios problemas internos, o rechazar el ataque, perjudicando así sus vínculos con Washington.

Al mismo tiempo, hay un claro consenso interno en Pakistán contra los planes bélicos del presidente estadounidense George W. Bush, incluso entre grupos ideológicamente opuestos.

Las fuerzas progresistas rechazan el plan de Washington porque lo consideran parte de una política para consolidar su hegenomía mundial, mientras que los conservadores sostienen que la guerra en Iraq sería un ataque a todo el Islam.

Grupos pacifistas organizan una campaña contra la guerra en Iraq en todo este país de 150 millones de habitantes (95 por ciento musulmanes), mientras los partidos religiosos advierten ”serias” consecuencias para el presidente Pervez Musharraf si apoya las políticas de Washington.

”Lanzaremos una campaña nacional de protestas si el gobierno apoya la guerra contra Iraq”, advirtió el jefe del partido musulmán Jamaat I Islamai, Qazi Hussain Ahmed, y líder de la alianza de partidos religiosos Muttahida Mjalis I Amal, con gran peso en el parlamento.

Para Qazi, el interés de Bush de invadir Iraq no tiene nada que ver con las armas de destrucción masiva, sino ”con controlar los recursos petroleros de los musulmanes”.

”Los estadounidenses sólo quieren petróleo. La invasión a Iraq está en su agenda desde 1991, cuando atacaron por primera vez ese país. Estados Unidos quiere aplastar cualquier país islámico que tenga potencial para resistir su hegemonía”, dijo Tassaduq Shah, un empresario.

El creciente rechazo de la opinión pública pakistaní a la guerra impide al gobierno de Musharraf tomar una abierta postura en favor de Washington, aunque también se le hace difícil dejar sin apoyo al país que lo ayudó a mejorar su imagen internacional.

Por lo tanto, Musharraf optó por quedarse a mitad de camino.

”Apoyaremos las decisiones sobre Iraq que tome el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)”, declaró un portavoz de la cancillería, aunque no especificó qué actitud tomaría en caso de que Estados Unidos presente una resolución que le permita lanzar la invasión.

El gobierno pakistaní deliberadamente no define una postura, y hace declaraciones abiertas a diferentes interpretaciones.

”La posición del gobierno es vaga. No se opone ni respalda la guerra. Al parecer el gobierno no quiere disgustar a nadie”, dijo el activista A.H. Nayyar, del Instituto de Políticas para el Desarrollo Sustentable.

La verdad es que Islamabad no simpatiza con Bagdad. El primer ministro Zafarullah Khan Jamali aclaró que Pakistán ”no defiende a Iraq”, y algunos ministros recordaron que el régimen de Saddam Hussein nunca mostró apoyo en asuntos de interés pakistaní, como la disputa con India por la provincia de Cachemira.

No obstante, ningún miembro del gobierno ha mencionado la posibilidad de apoyar un ataque contra Iraq o contribuir con soldados.

Un portavoz de la cancillería admitió que Islamabad decidió no definir una postura hasta que los inspectores de desarme de la ONU terminen sus trabajos en Iraq.

”En caso de que el Consejo de Seguridad de la ONU avale un ataque a Iraq, será más fácil para Pakistán tomar una decisión al respecto. Siempre demandamos la aplicación de las resoluciones de la ONU sobre Cachemira, y ahora no podemos adoptar una postura independientes al organismo”, dijo el portavoz.

”Todas las sanciones contra Iraq deben ser levantadas si ese país cumple con las exigencias de desarme de la ONU”, afirmó por su parte el canciller Khurshid Kasuri.

Al mismo tiempo, Islamabad llama una y otra vez a Bagdad a cooperar con los inspectores de desarme de la ONU, en un intento de equilibrar su postura y respaldar la campaña de Estados Unidos contra el terrorismo.

Pero no sólo el gobierno se opone a adoptar una postura en abierto desafío a Estados Unidos, sino también muchos partidos políticos no religiosos, lo que revela la fuerte influencia de Washington en la política interna pakistaní, dijeron analistas.

”Lo que sucede es que nadie quiere molestar a los estadounidenses”, dijo un investigador del gubernamental Instituto de Estudios Estratégicos.

Los partidos no religiosos más importantes de Pakistán ignoraron por completo el llamado mundial a realizar marchas contra la guerra el 15 de este mes. Menos de 100 personas en Islamabad participaron de movilizaciones.

Esto no significa que se apoye a Estados Unidos, sino que no hay un movimiento contrario a la guerra organizado por partidos políticos, dijo el presidente del Movimiento de los Derechos de los Pakistaníes y coorganizador de las marchas del día 15, Asim Sajjad Akhtar.

Nayyar consideró preocupante la falta de participación de las fuerzas políticas seculares en el movimiento pacifista, y advirtió que ello daba lugar a ”posturas retrógradas”.

”El mayor objetivo de nuestra campaña es decirle a todos que no se trata de una guerra entre el Islam y la cristiandad, sino el resultado de los deseos de Estados Unidos de controlar el mundo. Queremos que las personas marchen por la paz y un orden mundial justo”, afirmó el activista. (

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