Los niños de América Latina ya no pueden jugar libremente en el suelo: los residuos industriales de plomo intoxican su cuerpo y provocan desde alteraciones de conducta y sordera hasta retraso mental.
Los residuos del metal, provenientes de industrias y vehículos, penetran en la sangre de los infantes y pueden causar en el largo plazo anemias crónicas, retraso mental, baja estatura, sordera y alteraciones de conducta.
Una investigación de la Organización Panamericana de la Salud, (OPS), a mediados de los noventa, reveló que la concentración de plomo en la sangre de una muestra de niños latinoamericanos en zonas urbanas de varios países excedía, en promedio, entre 15 y 20 por ciento el límite de 10 microgramos de plomo por decilitro (10 ug/dl), fijado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El plomo es uno de los contaminantes más peligrosos para la salud infantil, según la OMS, que sostiene que cada día mueren en el mundo 5.500 niños por enfermedades relacionadas al ambiente.
La principal fuente de contaminación en las ciudades son los residuos de los combustibles plomados, sobre todo la gasolina de los automotores.
Pero la exposición al plomo usado en diversos tipos de industrias (minería, pintura, cerámica, baterías) es cada vez más común y los desastres se descubren años o décadas más tarde.
Es el caso del vecindario de La Teja, en Montevideo, Uruguay, que en el siglo pasado albergó fundiciones, talleres metalúrgicos e industrias variadas, muchas ahora cerradas por la crisis económica.
Allí se descubrió, en 2000, un niño con más de 30 microgramos de plomo por decilitro (ug/dl) de sangre, el triple del límite establecido por la OMS. Luego se identificaron nuevos casos en el vecindario, en otros barrios de la capital y en el interior.
La comunidad afectada efectuó una intensa movilización en procura de respuestas de las autoridades, pero acabó enfrentada con el gobierno. De casi 7.500 niños examinados, el Ministerio de Salud sólo reconoció algunos cientos de casos, aquellos que presentaron más de 20 ug/dl.
El gobierno no tiene aún los datos concretos sobre la cantidad de personas afectadas, reconoció a Tierramérica Raquel Rosas, directora de Salud de la población del Ministerio de Salud Pública.
No existe información confiable sobre la dimensión de la intoxicación infantil con plomo, y los niveles de exposición varían dramáticamente de país a país: mediciones de la OPS a mediados de los noventa arrojaron desde concentraciones de 3,4 ug/dl en Trinidad y Tobago hasta de 28,8 ud/dl en Ecuador.
Perú, el cuarto exportador mundial de plomo, es uno de los países más contaminados por el metal pesado, ante la falta de normas de prevención adecuadas.
En varias zonas de la ciudad minera de Oroya, 150 kilómetros al este de la capital peruana, 13 de cada 30 niños menores de tres años padecen una contaminación de 42 ug/dl, según un estudio realizado en julio por toxicólogos del estadounidense Hospital Infantil de Columbus.
Hay 2.000 niños de dos años cuyo futuro está amenazado, pero las autoridades peruanas siguen sin imponer normas ambientales a la industria minera.
El plomo, que penetra por inhalación, ingestión y a través de la piel, es más dañino en la infancia, porque el metabolismo infantil lo absorbe más que el del adulto, y porque los juegos habituales en el suelo exponen directamente a los más jóvenes.
En 1998, el Ministerio de Salud de Perú había admitido que cinco mil infantes que vivían cerca de depósitos de minerales del occidental puerto de Callao presentaban de 20 a 40 ug/dl de plomo en sangre. Casi 100 por ciento de los 350 alumnos de la escuela pública local María Reich tenía más de 40 ug/dl.
Una movilización encabezada por Ida Ballasco, madre de dos niños enfermos, consiguió que el municipio de Callao clausurara seis depósitos que no adoptaron sistemas para evitar escapes.
En Uruguay, padres y vecinos organizados en comisiones como Vive sin plomo, presionan también por la aplicación del parámetro de la OMS. Casi 90 por ciento de los análisis hechos en La Teja superan los diez microgramos, aseguró a Tierramérica Carlos Pilo, miembro de la comisión.
En Brasil, mientras tanto, las autoridades de la meridional ciudad de Baurú cerraron en enero la fábrica de baterías Ajax por violar normas ambientales. En abril aparecieron los primeros intoxicados.
De 860 menores que viven en un radio de un kilómetro de la fábrica, 301 superaron el límite de la OMS, dijo a Tierramérica Jaira Rocco Kirchner, directora de Unidades Ambulatorias del municipio. Veintidós, que presentaron más de 30 ug/dl, fueron hospitalizados. Todos estarán en observación durante diez años.
Un grave problema de vecindarios como Tangarás, en Baurú, es limpiar el suelo. Se estudia remover la capa superficial donde están partículas de plomo, aunque no es sencillo almacenar un volumen tan grande de material contaminado.
La situación es más crítica en asentamientos precarios de La Teja, cuyos suelos registraron entre 3.000 y 15.000 partes de plomo por millón de unidades de tierra (ppm), cuando los límites aceptados en países como Canadá y Estados Unidos van de 140 a 400 ppm, sostuvo Luis Lazo, director de Desarrollo Ambiental de la alcaldía de Montevideo. Allí nadie puede vivir, estimó Lazo.
Durante la primera Cumbre de las Américas (Miami, Estados Unidos, 1994), los presidentes del continente calificaron la intoxicación infantil con plomo como un grave problema de salud pública y acordaron la eliminación del metal en la gasolina para 2000.
Hasta la fecha, 15 países han logrado suprimir o disminuir drásticamente el plomo automotor (México, Guatemala y Brasil fueron los pioneros), pero pocos regulan el manejo de desechos industriales, que contaminan el suelo donde juegan los niños latinoamericanos.
* Publicado originalmente el 28 de septiembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. Colaboraron para este artículo Abraham Lama/Perú y Diana Cariboni/Uruguay. (FIN/Tierramérica/mo/dcl-mal/en/dv/02