/BOLETIN-AMBIENTE/ SRI LANKA: La trampa de la palma de aceite

Los cultivos de palma de aceite que han reemplazado a las plantaciones tradicionales de caucho en Sri Lanka pueden tener efectos devastadores para el ambiente, advirtieron activistas y agricultores.

La palma de aceite, un lucrativo producto de exportación en las vecinas Malasia e Indonesia, está reemplazando velozmente al caucho, pero sus plantaciones absorben grandes cantidades de agua y exigen el uso de poderosos pesticidas, aseguraron ecologistas.

Si bien el caucho ya no es un cultivo económicamente valioso por el desarrollo de sucedáneos químicos, los árboles de caucho tienen propiedades para prevenir la erosión del suelo y proteger la cubierta vegetal, afirman los productores.

«La pérdida de diversidad biológica y la filtración de aguas residuales de la industria son algunos de los efectos negativos de la palma de aceite», sostuvo el director de la Fundación Ambiental, la principal organización ecologista del país, Hemantha Withanage.

El Movimiento Verde advirtió la semana pasada que la adopción masiva de la palma de aceite destruirá la cubierta verde del país y volverá áridos los suelos.

«Enormes extensiones de tierra se han vendido para el cultivo de palma en las zonas montañosas y medias, y esas tierras se han vuelto infértiles, secando ríos y arroyos», sostuvo la organización en un comunicado.

El monocultivo permite la proliferación de poblaciones de 30 especies de insectos que exigen el uso de plaguicidas, y de bacterias que también requieren sustancias antibióticas.

En el distrito meridional de Galle hay evidencias de que la palma de aceite ha arruinado el ambiente, aseveró el movimiento Parisara Mithuro (Amigos del Ambiente).

«Hemos visto manantiales secos y presenciado la lenta muerte de especies de aves y animales, como perros, cerdos y cuervos», subrayó Sena Kalehiwatte, fundador de Amigos del Ambiente, que dirigió la campaña contra la compañía Watawala Plantations en Galle.

«Ya no hay más cuervos. Perros y cerdos están cubiertos de llagas por efecto de las plantaciones de palma», dijo Kalehiwatte al diario Sunday Observer.

Sin embargo, un periodista del diario que recorrió la zona no halló evidencias que respalden estas denuncias.

La cuestión despertó manifestaciones violentas en octubre, cuando pobladores de Galle, respaldados por políticos locales, atacaron viveros de palmas y asaltaron a Hasan Aziz bin Mohamed, de 62 años, un asesor malasio que trabajaba para la firma Watawala Plantations.

Hasan fue herido en los ojos y en la espalda y tras algunas semanas de internación en un hospital de la capital, Colombo, regresó a su país.

Los aldeanos protestaban porque la plantación de 2.000 hectáreas drenaba los recursos hídricos de la zona, provocando una sequía.

«Le advirtieron: no a la palma de aceite, vuelva a su país», recordó Vish Govindasamy, director de Watawala Plantations, compañía en la cual el consorcio trasnacional indio Tata Group ha invertido cuatro millones de dólares.

Nadie fue detenido por el incidente, y la Asociación de Plantadores, que nuclea a Watawala y a otras dos compañías dedicadas a la producción de palma de aceite, denunció la pasividad de la policía y autoridades.

Como consecuencia, Tata detuvo sus inversiones en el proyecto.

Un equipo de técnicos del Ministerio de Agricultura efectuó un estudio de impacto ambiental y no halló efectos significativos en el ambiente.

Para Govindasamy, el conflicto está relacionado con la apropiación de tierras, más que con los problemas ambientales, pues en la zona son frecuentes las usurpaciones de tierras. «La ocupación es un gran dolor de cabeza. Ya hemos cedido 300 hectáreas al Estado», sostuvo el empresario en una entrevista.

El investigador L.M.K. Tillekeratne advirtió en enero de los peligros de reemplazar el caucho por la palma de aceite.

«El árbol caucho es mucho más versátil y tiene más potencial de transformación industrial que la palma de aceite», suministra una cubierta forestal que ayuda proteger las reservas selváticas y madera para muebles, afirmó el experto.

Al contrario que el caucho, el tronco y las ramas de la palma no son aprovechables, agregó Govindasamy.

Sin embargo, sus advertencias fueron desmentidas por expertos de Malasia, que proclaman el gran éxito del cultivo en ese país, donde también gana terreno frente al árbol de caucho.

La polémica se trasladó a la prensa en las últimas semanas, con artículos y cartas de lectores expresando opiniones favorables y contrarias a la palma de aceite.

La producción y los precios del caucho están cayendo desde hace años en Sri Lanka, debido a la caída del mercado internacional y a la venta para otros propósitos de tierras estatales que albergaban plantaciones de caucho.

Aunque el caucho fue durante más de un siglo el principal cultivo de exportación nacional, junto al té y el coco, el área cubierta por árboles de caucho se redujo en forma marcada en los últimos 25 años.

Sin embargo, Withanage, de la Fundación Ambiental, reiteró que la palma absorbe mucha agua y exige un elevado consumo de plaguicidas. «Esto conduce a la contaminación del agua y el suelo y a la muerte de insectos como las mariposas», aseveró.

Ya que existe escasa investigación local sobre la cuestión, la Fundación está traduciendo a lenguas locales un documento de 56 páginas, elaborado por el Movimiento Mundial de las Selvas sobre los efectos de las plantaciones de palma de aceite, concluyó Withanage. (FIN/IPS/tra-eng/fs/js/dc/en dv/02

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