– La Organización de las Naciones Unidas (ONU) tuvo un papel secundario en el conflicto de Afganistán, desde que Estados Unidos lanzó el 7 de octubre una campaña allí contra el movimiento Talibán y la red terrorista Al Qaeda (La Base).
Semanas antes de los primeros bombardeos de territorio afgano, la Asamblea General de la ONU condenó con severidad los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, y se comprometió a cooperar en la lucha contra el terrorismo, sin cuestionar el liderazgo estadounidense de esa campaña.
Las consecuencias se hicieron evidentes en corto plazo.
Cuando Washington comenzó a lanzar sus misiles, dejó a un lado al vacilante foro mundial y afirmó que no necesitaba autorización del Consejo de Seguridad de la ONU porque actuaba en defensa propia.
Desde entonces, el papel de la ONU se redujo a procurar la formación de un gobierno afgano interino, bajo atenta mirada de Washington, e impulsar una campaña para reconstruir Afganistán, cuyo costo calculado es más de 5.000 millones de dólares.
La fuerza de paz propuesta para evitar el caos en el territorio afgano no será una operación de la ONU, sino un esfuerzo multinacional encabezado por Gran Bretaña, aunque con autorización del Consejo de Seguridad.
El secretario general del foro mundial, Kofi Annan, advirtió tras los primeros bombardeos que ofensivas militares como la que había comenzado socavarían la coalición internacional contra el terrorismo, pero Washington hizo caso omiso y siguió adelante con su campaña.
Annan señaló además el peligro que significaría para el mundo que Estados Unidos continúe su campaña en Iraq. «Mi posición sobre eso ha sido clara. No creo que sea sabio y no lo aconsejo», afirmó.
Estados miembros de la ONU han pedido a Estados Unidos, en forma directa o indirecta, que actúe según las normas del foro mundial.
El primer ministro de España, José María Aznar, subrayó la necesidad de actuar bajo la guía de la ONU. «El terrorismo se convirtió en un problema universal y debe ser tratado como tal», enfatizó.
El embajador cubano ante el foro mundial, Bruno Rodríguez Parrilla, opinó que cualquier uso de la fuerza contra el terrorismo requiere «previa y explícita autorización del Consejo de Seguridad, como establece la Carta de la ONU».
Rodríguez Parrilla acusó a Washington de usar su poder de veto en el Consejo de Seguridad en forma «caprichosa y selectiva», para condenar sólo algunas formas de terrorismo e impedir acciones internacionales contra el «terrorismo de Estado» que comete Israel contra los palestinos.
«El Consejo de Seguridad fue obligado a dar apoyo legal a las decisiones hegemónicas y arbitrarias de esa potencia (Estados unidos), que viola la Carta de la ONU y las leyes internacionales, y actúa por encima de la soberanía de todos los países», afirmó.
Washington no responde a esas acusaciones y es apoyado por Londres. El embajador británico, Jeremy Sotck, arguyó que el debate sobre las diferencias entre el terrorismo y las luchas por la liberación nacional tiene poca importancia, pues «lo que parece terrorismo y huele como terrorismo, es terrorismo».
«Este es un asunto muy controvertido y subjetivo, en el cual, debido al legítimo espectro de puntos de vista entre los miembros de la ONU, nunca alcanzaremos un consenso», afirmó.
La ONU no ha logrado acordar una definición de terrorismo, pese a haber aprobado 12 convenciones contra las acciones terroristas.
La última expresión de las diferencias en la materia fuie la imposibilidad de aprobar una Convención Mundial contra el Terrorismo en noviembre.
Estados Unidos se negó a aceptar en esa ocasión que las acciones del libanés Partido de Dios (Hizbolá) y de grupos palestinos en Gaza y Cisjordania no son terrorismo, sino resistencia contra la ocupación israelí de sus respectivos territorios.
Tampoco aceptó que los continuos ataques militares israelíes contra instituciones y hogares palestinos sean actos de «terrorismo de Estado».
«No se puede decir que el terrorismo es malo cuando ocurre en Nueva York y es bueno cuando ocurre en otro lugar», dijo el ministro de Relaciones Exteriores de India, Jaswant Singh, cuyo gobierno no logró apoyo de Washington en su lucha contra insurgentes cachemiros a los cuales considera terroristas.
Mientras tanto, Estados Unidos presiona a gobiernos para que congelen cuentas bancarias de grupos sospechosos de estar vinculados con el terrorismo, aprueba leyes más severas para el control de inmigrantes, y brinda asistencia militar y económica a países como Omán y Pakistán a cambio de su cooperación con la campaña internacional antiterrorista.
El presidente estadounidense, George W. Bush, no puede «limpiar al mundo de malos» y llenarlo de santos, sostuvo la escritora y activista india Arundhati Roy.
«El terrorismo es transnacional, como las empresas Coca Cola, Pepsi y Nike. Ante el primer indicio de problemas, los terroristas mueven sus 'sucursales' de país en país, en busca de un mejor 'negocio'», comentó.
Las acciones terroristas son «el síntoma de un problema, no la enfermedad», añadió.
Esa opinión es compartida por Annan, quien llamó en varias ocasioones a la comunidad internacional a «erradicar las causas» del terrorismo. Pero está por verse que la ONU logre presionar a las potencias mundiales para alcanzar tal objetivo en los próximos años. (FIN/IPS/tra-eng/td/aa/rp/ip/01