COMERCIO-ESTADOS UNIDOS: Vía rápida por un pelo

La Cámara de Representantes de Estados Unidos dio este jueves, por un voto de diferencia, media sanción a la «vía rápida», que autoriza al presidente George W. Bush a negociar acuerdos comerciales multilaterales de largo alcance, entre ellos el ALCA.

La previsión conocida como vía rápida recorta la facultad del Poder Legislativo para introducir modificaciones a los acuerdos negociados por el presidente, los que sólo aprobar o rechazar en bloque.

La ajustada votación —215 representantes a favor y 214 en contra en un total de 435 escaños— se suma a la puesta en marcha de una nueva ronda multilateral de liberalización comercial, aprobada por la cuarta Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), celebrada el mes pasado en Qatar.

Ambos hechos infundirán nuevos bríos al proceso de globalización de la economía mundial, frenado el último año como consecuencia de la desaceleración económica.

La votación representa una derrota para los sindicatos y el movimiento ambientalista, para los cuales los acuerdos que se negocien al amparo de la vía rápida serán exageradamente favorables a los intereses empresariales.

«Estas previsiones priorizan los intereses de las empresas ante los intereses del pueblo estadounidense y el derecho al aire puro, al agua limpia y a las tierras públicas de Estados Unidos», sostuvo el Sierra Club, una de las principales organizaciones ambientalistas nacionales.

El proyecto aún debe ser aprobado por el Senado, donde, al contrario que en la cámara baja, el opositor Partido Demócrata es mayoría. Pero los senadores se han mostrado muy proclives a las iniciativas de libre comercio, por lo que se prevé una aprobación relativamente fácil de una versión modificada del proyecto.

La vía rápida es considerada por el gobierno un instrumento imprescindible para negociar nuevos acuerdos comerciales, en espacial en el ámbito de la OMC, o para alcanzar el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas).

«Si no obtenemos» la vía rápida «nadie negociará con nosotros. Sin esta facultad se socavará nuestra capacidad para definir la agenda de negociaciones», advirtió esta semana Robert Zoellick, representante de Comercio de Estados Unidos.

Hasta 1995 el Congreso concedió en forma regular esa autoridad negociadora al presidente.

Pero ante las crecientes presiones proteccionistas de los sindicatos y las preocupaciones ambientalistas por la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1993, y la creación de la OMC en 1995, una sólida mayoría demócrata rechazó desde entonces la vía rápida.

Esa facultad fue procurada por el ex presidente Bill Clinton (1993-2001), del Partido Demócrata, y por el entonces opositor Partido Republicano, al que pertenece Bush.

El último intento por obtener la vía rápida en la cámara baja fue derrotado en 1999 por 243 votos contrarios y 180 favorables.

Los demócratas, encabezados por el representante Dick Gephardt, exigían entonces que los acuerdos negociados bajo la vía rápida incluyeran previsiones obligatorias para los socios comerciales de Washington sobre derechos laborales básicos, definidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y protecciones ambientales.

Así mismo, pretendían modificar el capítulo 11 del TLCAN, que permite a las empresas privadas demandar a países que prohíben el ingreso de productos que no cumplen normas ambientales locales o nacionales.

La mayoría de los republicanos se opusieron a la inclusión en los nuevos acuerdos comerciales de condiciones en materia de ambiente o de derechos laborales, que, afirmaron, encubren el proteccionismo tradicional y deben considerarse en ámbitos como la OIT.

Las diferencias entre ambos partidos, que Clinton y Zoellick intentaron superar, llegaron a un callejón sin salida en que permanecieron durante varios años.

Pero, tras los ataques terroristas del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington, y antes de la cuarta Conferencia Ministerial de la OMC realizada en noviembre en Doha, Zoellick decidió impulsar un proyecto básicamente republicano.

Zoellick se alió con el presidente del Comité de Vías y Medios, el republicano Bill Thomas, y promovió su proyecto con un alegato patriótico que tuvo como consecuencia el rechazo de varios demócratas.

En una serie de discursos y artículos, Zoellick alegó que la apertura de los mercados mediante nuevos acuerdos comerciales debe ser considerada un frente clave en la nueva «guerra contra el terrorismo».

«Los enemigos de antes aprendieron que Estados Unidos es el arsenal de la democracia. Los enemigos de ahora sabrán que Estados Unidos es el motor económico para la libertad y las oportunidades», escribió Zoellick en una columna publicada por el diario The Washington Post nueve días después de los ataques.

El comercio implica «algo más que la eficiencia económica», pues «promueve los valores esenciales de esta prolongada lucha», agregó el representante de Comercio.

Para atraer a los demócratas, cuatro de los cuales respaldaron originalmente el proyecto, el borrador de Thomas incluyó una disposición citando derechos laborales y protección ambiental como metas de negociación en futuros acuerdos comerciales.

Pero Thomas excluyó del proyecto normas relativas al cumplimiento obligatorio de las disposiciones, como por ejemplo sanciones para los países incumplidores.

En respuesta, los demócratas presentaron su propio proyecto de vía rápida, previendo que los socios comerciales adhirieran a las normas de la OIT y garantizaran que Estados Unidos y otros gobiernos respeten los acuerdos ambientales multilaterales aún cuando chocaran con los nuevos acuerdos comerciales.

Además, el plan demócrata propuso la creación de una comisión parlamentaria bipartidista para determinar si los acuerdos tenían en cuenta los derechos laborales y normas ambientales mínimas antes de ser presentados al Congreso para su sanción.

Pero el proyecto demócrata no fue considerado por el plenario del Senado. La totalidad de los legisladores republicanos votó contra su debate poco antes de la votación final.

Finalmente, menos de dos docenas de demócratas se pronunciaron a favor del proyecto de Thomas, mientras los republicanos lograron en la votación una unidad sin precedentes.

Para convencer a algunos republicanos y a unos pocos demócratas reticentes, procedentes de distritos con industrias como acero, textiles, azúcar y cítricos, Thomas, Zoellick y Bush ofrecieron más protección y supervisión del Congreso en negociaciones sobre esos sectores.

Además, prometieron nuevos beneficios en caso de desempleo, entre ellas capacitación.

Pero las ofertas fueron desdeñadas incluso por demócratas partidarios del libre comercio, según quienes el gobierno ha hecho promesas similares que nunca cumplió, en especial tras los ataques del 11 de septiembre.

«Es hora de ayudar a los trabajadores estadounidenses y a sus familias», dijo el demócrata Tim Roemer. (FIN/IPS/tra-en/jl/lp-dc- mj/ip if/01

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