Fortalecer las bibliotecas públicas como centros culturales democráticos y participativos es el eje de la campaña Colombia Crece Leyendo, promovida en conjunto por el gobierno y la sociedad civil.
La campaña lanzada a comienzos de mes pretende que las bibliotecas públicas multipliquen su acervo por 10, hasta alcanzar una proporción de al menos un libro por habitante, informó la Fundación para la Promoción de la Lectura (Fundalectura), organización que participa en el proyecto.
La campaña procura también que las bibliotecas vayan más allá del fomento de la lectura para convertirse en el eje de la vida cultural municipal. Con ese fin, se otorgará ayuda financiera a 100 bibliotecas de municipios de menos de 50.000 habitantes.
Ya se envió a los alcaldes un mensaje según el cual todo municipio puede tener una biblioteca, para cuya creación y mantenimiento no se requiere una gran infraestructura. Se motivará a los gobernantes locales, además, para que incluyan la lectura en sus planes de desarrollo.
«La idea es adecuar un espacio ya existente e involucrar a la población a través de sociedades de amigos de la biblioteca. El eje de la campaña es el material de lectura y el público lector», dijo a IPS Alberto Sanabria, de Fundalectura.
La gente debe tener claro que las bibliotecas no se sostienen con donaciones, pues «se construyen a base de actualización», y que «la población tiene derecho a estar informada», agregó Sanabria.
Colombia cuenta con 1.154 bibliotecas públicas en 750 municipios. Pero 326 municipios carecen de salas de lectura.
Además, el acervo de las bibliotecas —cuatro millones de volúmenes para 42 millones de habitantes—, no está basado sobre conceptos de actualidad y calidad.
Lo más grave es que bibliotecas y libros se concentran en las grandes ciudades. Bogotá, por ejemplo, cuenta con 62 bibliotecas. Esta ciudad y Medellín, la segunda en importancia, albergan 50 por ciento de los libros.
«Estas cifras son para que los colombianos se pongan la mano en el corazón. Aquí hay un gran problema», dijo Sanabria.
Durante 10 años estuvo vigente una ley de trasferencia del presupuesto que establecía un porcentaje del presupuesto del Estado a bibliotecas y salas de lectura.
«Ahora que la ley cambió, que llegó la época de vacas flacas, hay que ser creativos para buscar recursos. Los planes de desarrollo deben tener como prioridad las bibliotecas», dijeron los promotores de la campaña.
La primera campaña para impulsar bibliotecas municipales se realizó en 1934. «Bibliotecas aldeanas» fue su nombre. En ese marco, se alentó, además, la colección Samper Ortega, biblioteca básica de literatura y pensamiento colombiano.
Las bibliotecas públicas colombianas cuentan con un libro por cada 10 personas. El promedio de visitas anuales es de 0,5 por habitante. En todo el país se venden anualmente 20 millones de libros y las bibliotecas prestan unos tres millones.
El estándar internacional mínimo por habitante para las bibliotecas públicas es de dos libros en el acervo, cuatro visitas anuales por persona y tres préstamos.
Los británicos retiraron 100 veces más libros prestados que los habitantes de Bogotá, y acudieron a las bibliotecas 12 veces más.
Según datos del CERLAC (Centro Regional para el Fomento del libro en América Latina y el Caribe), las bibliotecas públicas argentinas son las que están en mejores condiciones, con 0,4 libros por habitante.
La Red de Bibliotecas Públicas colombiana creada en 1978 y coordinada por el ministerio de Cultura ha sido la encargada de la dotación de libros.
Pero el déficit es tan alto que se requerirían 800 millones de dólares para alcanzar el estándar internacional, sobre la base de un costo de 40 dólares por libro.
El bajo nivel de lectura es también alarmante: según un estudio de la Cámara Colombiana de Libro, dado a conocer a mediados de este año, 32 por ciento de los habitantes en edad de trabajar no son lectores habituales.
Los colombianos no leen ni medio libro al año. Solo 21 por ciento de los encuestados contestó haber comprado al menos un libro el año anterior.
La escasa lectura se atribuye, en orden de importancia, a la falta de hábito, la falta de ejemplos, la falta de tiempo y la falta de dinero. Los expertos agregan a la lista la pésima distribución de los libros, pues los circuitos se concentran en las grandes ciudades.
El Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional y la Asociación de Amigos de las Bibliotecas desarrollan el proyecto Mosaico, con el objetivo de lograr, con el concurso de la bibliotecas públicas y del sector editorial, ampliar la oferta de libros a las poblaciones más apartadas.
En este desalentador panorama, Bogotá es considerada un modelo de esfuerzo por incrementar la lectura.
Desde 1998, la ciudad emprendió la tarea de establecer una red de bibliotecas públicas que integre a los establecimientos locales, con cuatro megabibliotecas, diseñadas por reconocidos arquitectos colombianos, ubicadas en sitios estratégicos de la capital.
Ya funcionan tres, con salas de lectura para más de 500 personas y áreas infantiles, de exposiciones, de música y multimedia, con la intención de que atiendan a tres millones de personas al año.
«En la biblioteca pública debe estar presente el principio del errar, del deambular, que favorece el deseo de adquirir ese bien cultural que es la lectura. En ese recorrido uno encuentra una serie de actividades y dentro de ellas la posibilidad de leer», dijo Rogelio Salmona, creador de la biblioteca Simón Bolívar.
Esta biblioteca cuenta con un espacio de 14 hectáreas rodeado de agua, integrado al Plan Maestro del Parque Simón Bolívar al occidente de Bogotá. (FIN/IPS/yf/mj/cr/01