(Arte y Cultura) TELEVISION: Terror real como espectáculo mayor

Los trágicos atentados terroristas en Estados Unidos fortalecen la teoría sobre la creciente confusión o fusión entre la vida y el mundo del espectáculo, entre realidad y ficción.

La sensación generalizada en el mundo fue que la televisión mostraba el martes 11 la continuación o variante de películas producidas por Hollywood, en las que Nueva York y Washington aparecen como blancos frecuentes del terror procedente de fuera del país. El filme «Día de la Independencia» es un ejemplo reciente.

Las grandes tragedias reales se convirtieron en espectáculos imbatibles en cantidad de audiencia, desde la guerra del Golfo, en 1990, cuando los bombardeos estadounidenses fueron exhibidos en vivo por la televisión globalizada.

La muerte en 1997 de la princesa británica Diana de Gales, fue otro caso de esta nueva serie.

Los aviones penetrando los edificios del World Trade Center, de Nueva York, constituyen escenas cuya superación dramática es difícilmente imaginable, por su aterradora realidad. Algo similar sucedió con las imágenes del Pentágono (Departamento de Defensa) ardiendo.

Es de suponer que los terroristas, capaces de actuar con la precisión operativa demostrada, también previeron potenciar el impacto de sus acciones a través de los medios de comunicación.

El primer ataque atrajo los reporteros y ocurrió con la antelación necesaria para que el segundo fuese plenamente registrado por los camarógrafos, desde todos los ángulos, e incluso transmitido en vivo.

El hecho concentró todos los elementos atractivos de una película, agrandados por la sorpresa absoluta y por tratarse de un drama real.

El resto lo hizo la magnitud sin precedentes del acto terrorista, con miles de muertos de distintas nacionalidades y la suspensión de vuelos en Estados Unidos, estableciendo vínculos concretos con la población de numerosos países.

Las fuertes emociones provocadas suman desde el temor al riesgo de fuente desconocida, la sensación de inseguridad generalizada, el suspenso ante la posibilidad de un nuevo golpe, la expectativa de represalias estadounidenses y el drama de las personas desaparecidas.

La atención cautiva perdurará por semanas. Durante muchos días se mantendrá la esperanza de encontrar sobrevivientes bajo los escombros y el trabajo de identificar cuerpos, mientras los países de origen de las víctimas estarán pendientes de noticias sobre los inmigrantes y turistas que estaban en Nueva York.

También se sumarán las informaciones y especulaciones sobre los posibles autores del múltiple atentado y las consecuencias políticas, militares y económicas.

Los comentarios emitidos tras el impacto inicial de los terribles actos terroristas abundaron en calificarlos de divisor de la historia, en afirmar que «el mundo ya no será el mismo». La idea del «día después», que es cinematográfica, nunca estuvo tan presente.

Los noticieros de la televisión acapararon la atención en Estados Unidos y en el resto del mundo, ampliando el dominio de ese medio de comunicación masiva en el mundo del entretenimiento, restando espectadores al cine, el teatro, los deportes y otras actividades durante varios días.

Curiosamente es Estados Unidos el país que más cultivó la «industria del miedo» en la ficción, con películas y novelas que podrían inspirar atentados tan sorprendentes como los ocurridos el 11 de septiembre, una fecha que ya asombraba el mundo como el día del golpe militar que inauguró en 1973 la dictadura del general Augusto Pinochet en Chile.

Las más variadas formas de actuación terrorista amenazando las instituciones y ciudedes del país fueron llevadas a las pantallas y libros estadounidenses, además de maremotos, invasiones de gorilas gigantes, como King Kong, y de extraterrestres, el ataque de virus mortales y otras catástrofes.

Los secuestros de aviones, incluso uno que transportaba el presidente de Estados Unidos, son numerosos en las películas de Hollywood. También son frecuentes las acciones de terroristas extranjeros, especialmente palestinos y árabes en general, que amenazan ese país, como en «Nueva York sitiada».

En muchos filmes las coincidencias con la realidad causan pavor. El último caso es el de una serie de la cadena de televisión Fox, «Pistoleros solitarios» (Lone Gunmen), que se exhibe desde agosto y cuya trama es un plan terrorista para estrellar un avión contra las torres gemelas del World Trade Center.

También la literatura estadounidense explota el terror que acecha el país.

Tom Clancy, en «Deuda de honor» (Debt of honour), publicado en 1994, imagina un conflicto entre Estados Unidos y Japón.

La historia cuenta el trasfondo del ataque de un piloto de aviones comerciales japonés, que perdió un hijo en la guerra y llena de explosivos un Boeing para lanzarse como un «kamikaze» contra el Capitolio, sede del Congreso en Washington.

Además, Estados Unidos ofeció en el plano de la ficción The Truman Show, una película en que los productores de una serie de televisión presentaban la vida y el comportamiento de un hombre común, desde su nacimiento.

La transformación de la vida en espectáculo, como una película, es tratada por el crítico de cultura Neal Grabler en su libro «Vida, la película» (Life, the movie). (FIN/IPS/mo/dm/cr/01

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