IRAQ-EEUU: Bush tampoco tiene una estrategia

Los últimos bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Iraq no integran una estrategia mayor para derrocar a Saddam Hussein, sino que fueron una tarjeta de presentación del presidente George W. Bush, según analistas de este país.

Bush calificó de «rutina» los ataques del viernes, pero en realidad fueron los de mayor magnitud desde que Estados Unidos y Gran Bretaña bombardearan Iraq en diciembre de 1998 durante 70 horas en represalia por la expulsión de Bagdad de un equipo de inspección de armas de la ONU.

La mayoría de los analistas tampoco considera que los ataques tuvieron el objetivo de obligar a Saddam Hussein a permitir el ingreso nuevamente a territorio iraquí de los inspectores de armas, tema que será discutido este mes en Nueva York entre el canciller iraquí Mohammed Saeed Sahhaf y el Secretario General de la ONU Kofi Annan.

Como mucho, los bombardeos tenían el fin de expresar una actitud más severa hacia Bagdad que la del gobierno de Bill Clinton en los últimos ocho años.

Como mínimo, los ataques complacieron al Pentágono (Ministerio de Defensa), que desde hace semanas protestaba porque Iraq complicó la vigilancia de aviones británicos y estadounidenses en la zona de exclusión aérea en el norte y el sur del país al adquirir baterías antimisiles SA-6, entre otros elementos de defensa aérea.

«Fue Saddam Hussein quien reforzó la defensa aérea iraquí y quien intentaba crear una trampa nueva para los aviones estadounidenses y británicos», según Anthony Cordesman, un especialista militar del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).

Los bombardeos son parte de una estrategia de «contención militar» que Washington deberá adoptar en los próximos años en ausencia de otras opciones, según Cordesman y otros analistas.

«Todo lo que Bush puede hacer en este momento es mantener el consenso para impedir la venta de armas a Iraq», escribió Graham Fuller, ex especialista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en el diario Los Angeles Times.

Lo máximo a que Bush puede aspirar es al consentimiento de la comunidad internacional hacia los ataques unilaterales de Estados Unidos contra las armas de destrucción masiva de Iraq, agregó.

Pero las alternativas siguen barajándose en Washington. A un mes de su asunción, el gobierno aún no designó a los funcionarios de importantes puestos en Medio Oriente ni decidió la forma de llevar a la práctica su teoría.

De hecho, el gobierno de Bush está dividido con respecto a Iraq, aunque todos los sectores concuerdan en adoptar una postura militar más agresiva.

El tema más delicado es qué hacer con la oposición política de Saddam Hussein, dirigida por el Congreso Nacional Iraquí (CNI), exiliado en Londres, al cual los legisladores estadounidenses otorgaron 98 millones de dólares de ayuda militar en 1999.

Pero muy poco de ese dinero llegó a gastarse durante el gobierno de Clinton, que dudaba de las intenciones de la oposición iraquí.

El mes pasado, el gobierno de Bush autorizó al CNI el empleo de cuatro millones de dólares para reunir información sobre violaciones a los derechos humanos en Iraq, la violación de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y otros tipos de inteligencia secreta.

Fue la primera vez que Washington autorizó dinero para acciones encubiertas en Iraq desde 1996, cuando Saddam Hussein envió soldados a la zona de exclusión aérea del norte del país para descubrir una operación encubierta de la CIA, dirigida desde territorio kurdo.

Cientos de agentes encubiertos huyeron a Turquía, mientras decenas más fueron capturados y ejecutados.

Varios altos funcionarios del gobierno de Bush, como el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, apoyan al CNI, que pretende establecer su presencia militar en lugares protegidos por la zona de exclusión aérea.

El jefe del Pentágono Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney, quien fuera secretario de Defensa durante la guerra del Golfo contra Saddam Hussein en 1991, también darían su apoyo a la oposición.

El secretario de Estado (canciller) Colin Powell, quien fuera presidente del Estado Mayor Conjunto durante la guerra del Golfo, manifiesta menor entusiasmo por la oposición, al igual que los altos mandos del Comando Central del Pentágono.

En su opinión, la división y la incompetencia de la oposición iraquí no tienen posibilidades frente a las fuerzas militares de Saddam Hussein.

Saddam Hussein es más fuerte ahora que hace cinco años, tanto dentro como fuera de Iraq, según la mayoría de los expertos estadounidenses.

El régimen de sanciones que la ONU adoptara contra Iraq luevo de que invadiera Kuwait en 1990 es violado constantemente, y la presión para retirar todas las sanciones económicas —por parte de China, Egipto, Rusia y Turquía, entre otros— aumentó en los últimos años.

El aumento de los precios del petróleo favoreció a Saddam Hussein el año pasado, y la cooperación de Irán, Turquía y Siria para llevar el petróleo iraquí a los mercados internacionales le aseguró a Iraq una fuente estable de ingresos.

Estos hechos serán discutidos cuando Powell viaje a Medio Oriente a fin de mes para reunirse con los gobernantes de Arabia Saudita, Siria, Kuwait y, por último, Jordania.

Aunque se espera que Powell apoye una actitud más severa contra Bagdad, también escuchará las opiniones de los líderes árabes sobre la oposición iraquí.

«Con la excepción de Kuwait, ningún estado del Golfo quiere más sanciones, y están cada vez más incómodos» con los bombardeos de Estados Unidos contra Iraq, según Fuller. El experto agregó que el colapso del proceso de paz en Medio Oriente favorece la posición de Saddam Hussein en la región.

«Como mínimo, Bush debe apretar los controles militares contra Iraq. Pero para hacerlo, necesita la cooperación árabe, en un momento en que la opinión pública árabe va en sentido contrario», comentó Shibley Telhami, especialista del Consejo de Relaciones Exteriores de Washington, el centro de investigación más antiguo e importante de su tipo en este país.(FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip/01

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