/Integración y Desarrollo/ COMERCIO: Duro golpe de Canadá a la carne brasileña

Canadá asestó un golpe de efectos aún impredecibles al prohibir esta semana la importación de carne vacuna de Brasil, decisión que algunos expertos brasileños creen relacionada con la guerra por el comercio de aviones y no con el argumentado temor a la enfermedad de las vacas locas.

Brasil, en cuyo ganado no ha sido diagnosticada la enfermedad de las vacas locas o encefalopatía espongiforme bovina (EEB), es uno de los mayores exportadores mundiales de carne vacuna y, en especial, el de mayores posibilidades de expansión.

El crecimiento potencial se debe a que la ganadería en Brasil se practica de modo extensivo, en campo abierto y con grandes pastizales como alimento natural de los rebaños.

Esa forma supuestamente primitiva de crianza reduce la amenaza de la EEB, que se presume tiene origen en la harina animal proporcionada como ración a las reses.

Canadá, al prohibir el viernes 2 la importación de la carne vacuna brasileña arguyendo que no presenta seguridad sanitaria, asestó un golpe de consecuencias incalculables, en momentos de temor generalizado por la EEB.

Estados Unidos y México acompañaron la decisión canadiense, una actitud automática determinada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el acuerdo comercial que une a esos tres países.

Pero los efectos más graves pueden ocurrir en Europa, el principal mercado externo de la carne brasileña y donde la EEB provoca pánico.

Tras la decisión de los países norteamericanos surgieron rumores de que Gran Bretaña y Holanda, los dos mayores importadores de carne vacuna brasileña, también podrían suspender sus compras.

Es «rara» la actitud de Canadá, porque se conoce que el ganado brasileño se alimenta exclusivamente de vegetales, lamentó el ministro de Agricultura, Marcus Pratini de Moraes.

La EEB es atribuida al uso de restos de animales, especialmente osamenta de ovejas, en la alimentación del ganado europeo.

Pratini de Moraes había estimado que Brasil se convertería en al mayor exportador mundial de carnes dentro de cinco años. El ataque canadiense puede impedir o postergar esa meta, si el gobierno no logra neutralizar el deterioro da la imagen de su producto.

Fue «un golpe bajo», afirmó el secretario de la Cámara Interministerial de Comercio Exterior, Roberto Giannetti da Fonseca. La misma opinión manifestaron dirigentes empresariales del sector agrícola brasileño.

El gobierno canadiense enfrenta duras críticas incluso en su propio país.

«Algo no huele bien y no es la carne brasileña», sugirió la columnista Madelaine Drohan, del diario Globe and Mail, de la ciudad canadiense de Toronto, quien observó que los daños «ya están hechos», aunque Brasil logre comprobar que su producto es sano.

Acusar a un país de exportar productos de riesgo para la salud humana es el arma más letal del comercio actual, comentó Drohan.

La prohibición de importaciones determinó en el público canadiense aprehensión ante todos los productos en oferta en los supermercados que incluyen carne brasileña.

El gobierno canadiense indicó que la medida se adoptó debido a que las informaciones proporcionadas por Brasil, en respuesta a un pedido realizado en 1998, no fueron suficientes para despejar dudas, en especial porque este país importó ganado europeo años atrás.

Pero es muy difícil creer, como pretende Ottawa, que la cuestión nada tiene que ver con la disputa entre las industrias de aviones de los dos países.

Canadá ganó en 2000 una demanda ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), que le otorgó derecho para aplicar represalias comerciales por un valor de 233 millones de dólares durante seis años contra Brasil, por entender que este país concedió subsidios a las exportaciones de la Empresa Brasileña de Aeronáutica (Embraer).

La firma Embraer, privatizada en 1994, se hizo competitiva en el mercado mundial de aviones de medio alcance, y en los últimos años superó a la empresa canadiense Bombardier en la venta de aeronaves jet de 50 asientos.

Canadá aún no identificó los productos brasileños que sufrirán represalias.

El veto a la carne es una medida sanitaria, pero adoptada en este contexto aparece claramente como una represalia informal. «No tiene justificación técnica», aseguró el viceministro brasileño de Agricultura, Marcio Fortes, por eso se la interpreta como decisión política.

Además, Canadá ofreció abiertamente el mes pasado un subsidio de 300 millones de dólares para que Bombardier ganara un contrato para la venta de 150 aviones a una compañía estadounidense, agravando la pelea con Brasil en la OMC.

Ese país norteamericanos no es un gran importador de carne brasileña, ya que el año pasado sus compras sólo sumaron 5,6 millones de dólares.

Los daños se sentirán en otros mercados, como el de Estados Unidos, que importó por valor de 82 millones de dólares en 2000, y en países europeos y asiáticos, que reducirán sus importaciones desde Brasil por temor a la enfermedad.

La decisión de Canadá viola la regla de la OMC por la cual ningún país puede exigir de otros condiciones sanitarias mejores que las suyas, explicó Luiz Carlos Oliveira, secretario brasileño de Defensa Agropecuaria.

Oliveira recordó que nunca se registraron casos de mal de las vacas locas en Brasil, al contrario de lo sucedido en Canadá.

La guerra comercial llevada a los extremos busca al parecer escarmentar a los países en desarrollo.

Brasil se atrevió a crear una industria de alta tecnología, como Embraer, que conquista mercados antes exclusivos de los países del Norte industrializado, y abrió un frente contra las transnacionales farmacéuticas.

La ley brasileña de patentes permite la licencia compulsiva para producción local de medicamentos necesarios en casos de emergencia, como la lucha contra el del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, norma que aún es cuestionada por Estados Unidos ante la OMC. (FIN/IPS/mo/dm/if/01

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