Turquía amenaza con tomar represalias contra intereses de Estados Unidos si el Congreso de este país caracteriza oficialmente como genocidio la matanza de más de un millón de armenios entre 1915 y 1923, perpetrada por el ejército turco.
Ankara niega que el genocidio haya ocurrido y amenaza con cerrar la base aérea Incirlik a aviones de Estados Unidos y Gran Bretaña, que desde allí patrullan a diario la zona de exclusión de vuelos en el norte de Iraq.
Así mismo, Turquía podría cancelar miles de millones de dólares en contratos comerciales y militares con compañías estadounidenses, e imponer una vez más un bloqueo económico contra Armenia, que de todas maneras apoya la resolución que discutirá la Cámara de Representantes antes de entrar en receso la semana próxima.
En ese sentido, el primer ministro turco Bulent Ecevit envió la semana pasada ayuda material a Iraq y anunció que restablecerá los vínculos ferroviarios con ese país para aumentar la cantidad de petróleo que Bagdad puede enviar a través de los ductos turcos.
Ankara también indicó que pronto designará un embajador ante Iraq por primera vez desde la guerra del Golfo hace 10 años.
El Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, ante la inminencia de la votación, advirtió el martes a los viajeros estadounidenses que guarden cautela y «eviten aglomeraciones» en Turquía y ciudades fuera de ese país con grandes poblaciones turcas.
«El momento no podría ser peor», advirtió el ex representante Steve Solarz, quien recordó a sus antiguos colegas que la estrategia de Washington en Medio Oriente podría derrumbarse tras el colapso del proceso de paz de Oslo y el atentado en Yemen que mató a 17 marinos estadounidenses y lesionó a 36 más.
Solarz es uno de varios ex legisladores contratados por Ankara a un costo de 1,5 millones de dólares para hablar contra la propuesta. El gobierno turco envió una delegación parlamentaria a Washington para atestiguar contra la resolución.
Solarz tiene un fuerte respaldo en el ambiente de la seguridad nacional de Estados Unidos, cuyos integrantes aseguran que Turquía es demasiado importante para la estrategia geopolítica de Washington en el Golfo, el Cáucaso y Asia central, como para provocar su ira en este momento.
Una carta firmada por 13 antiguos comandantes militares y miembros del Gabinete advirtió la semana pasada que la resolución, de aprobarse, «propinaría un fuerte golpe a los intereses estadounidenses en la región».
El presidente de la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes también se pronunció contra la medida, arguyendo que pone en riesgo una de las relaciones estratégicas más importantes de Washington.
El propio presidente estadounidense Bill Clinton se comunicó telefónicamente con varios legisladores para persuadirlos de votar contra la resolución.
«La administración, como otras administraciones pasadas, tanto republicanas como demócratas, se opone a este tipo de resoluciones. Desde nuestro punto de vista, es mejor dejar a los historiadores, y no a los legisladores, este asunto de controversia histórica», declaró el portavoz de la Casa Blanca P.J. Crowley este mes.
Pero a favor de la resolución también hay poderosos intereses, como los más de un millón de armenios-estadounidenses que constituyen una de las comunidades más ricas y políticamente influyentes del país.
Cerca de la mitad viven en California, en su mayoría próximos a Los Angeles. En busca de su apoyo, un congresista republicano de la zona, James Rogan, presentó la propuesta este año y luego obtuvo la promesa del presidente de la Cámara Baja, el republicano Dennis Hastert, de discutirla en el Congreso.
La propuesta tiene el apoyo de otra comunidad influyente, la de origen griego, a pesar del acercamiento sin precedentes ocurrido entre Grecia y Turquía en los últimos 18 meses.
Así mismo, parte de la comunidad judía estadounidense también apoya la propuesta, como el sobreviviente del Holocausto nazi y ganador del premio Nobel de la Paz Elie Wiesel y la influyente historiadora Deborah Lipstadt.
Sin embargo, el grueso de la comunidad judía se mantuvo fuera de la discusión. Turquía e Israel mejoraron sus relaciones e incluso realizaron ejercicios militares conjuntos.
Algunos destacados legisladores judíos, como Tom Lantos, el único sobreviviente del Holocausto en el Congreso, manifestaron su inquietud por las consecuencias estratégicas si se causa la ira de Turquía, no sólo para Estados Unidos, sino para Israel.
Sin embargo, ese argumento no bastó para que la mayoría de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara Baja aprobara este mes la propuesta, por 23 votos contra 12, tras dos días de discusiones.
Por su parte, los parlamentarios turcos reconocieron que muchos armenios fueron asesinados por el ejército turco en ese período, pero insistieron que decenas de miles de turcos fueron asesinados por los armenios en una época en que el Imperio Otomano era atacado por fuera y por dentro.
Negaron que se haya tomado la decisión de «aniquilar sistemática y deliberadamente» a los armenios, como señala la resolución pendiente.
Los presidentes estadounidenses han sido ambiguos al tratar el tema. En 1978, Jimmy Carter sostuvo que hubo un «esfuerzo concertado para eliminar al pueblo armenio», y Ronald Reagan usó el término «genocidio» para describir lo ocurrido.
Pero los dos presidentes posteriores al fin de la guerra fría, George Bush y Clinton, se refirieron en su lugar a «masacres» y evitaron el uso del término «genocidio». (FIN/IPS/tra-en/jl/da/aq/ip/00