/Integración y Desarrollo/ ASIA CENTRAL: Submarino ruso desplaza problemas regionales

Los gobiernos de Asia central pidieron apoyo a Rusia contra el terrorismo islámico, pero tras el desastre del submarino nuclear Kursk, Moscú no está en condiciones de ofrecer ayuda en materia de seguridad regional, observaron analistas.

Los presidentes de Kirgizstán, Kazajistán, Tajikistán y Uzbekistán se reunieron en Bishkek, la capital de Kirgizstán, y decidieron unir fuerzas contra "el terrorismo, el extremismo político y religioso y el crimen organizado transfronterizo, así como otras amenazas a la estabilidad y la seguridad".

Los mandatarios de esas repúblicas ex soviéticas adoptaron el pasado domingo una declaración que reclama el respaldo de Moscú y una mejor protección de la frontera entre Tajikistán y Afganistán.

Rusia, como potencia, podría transformarse en una gran fuerza que garantice la estabilidad y la seguridad en Asia central, destacó el presidente de Kirgizstán, Askar Akayev, citado por la agencia de noticias Interfax.

Los presidentes plantearon la cuestión de la ayuda militar rusa en su reunión, y Akayev urgió específicamente a Moscú a fortalecer la fuerza aérea de Kirgizstán, que actualmente cuenta apenas con un helicóptero Mi-8, obviamente insuficiente para combatir a rebeldes bien armados en terrenos montañosos.

Pero la delegación rusa, encabezada por Sergei Ivanov, se abstuvo de hacer compromisos.

Pocos días después de un desastre naval que puso en evidencia la falta de fondos de las Fuerzas Armadas rusas, Rusia está renuente a involucrarse directamente en conflictos de Asia central, pese a compromisos anteriores.

Moscú se enfrenta ahora a la tarea de recuperar los cadáveres de los 118 tripulantes atrapados en el submarino, que se hundió el día 12 en el fondo del mar de Barents. Las autoridades también estudian formas de reflotar la nave, una operación sumamente costosa.

No fue coincidencia que Bishkek fuera el lugar de la cumbre centroasiática, ya que desde principios de mes, decenas de insurgentes islámicos penetraron desde Tajikistán en Kirgizstán y entablaron combate con tropas del gobierno.

Los rebeldes pertenecerían al Movimiento Islámico de Uzbekistán, con sede en el vecino Tajikistán y encabezado por Jumaboi Namangani.

El movimiento se opone al régimen del presidente uzbeko Islam Karimov y exige la liberación de musulmanes presos en Uzbekistán "bajo acusaciones falsas" y el establecimiento de la Sharia (ley islámica) en ese país.

El día 7 comenzó una serie de choques con combatientes islámicos en Surjandarya, Uzbekistán, y el gobierno atacó a los rebeldes por aire y tierra, con artillería y morteros.

Las hostilidades recrudecieron el día 11, cuando rebeldes establecidos en Tajikistán atacaron el distrito de Batken, en Kirgizstán, 350 kilómetros al noreste de Surjandarya, situada sobre la frontera entre esos dos países.

Los insurgentes pretendían ingresar a Uzbekistán desde el norte, a través de Kirgizstán.

Esta es la segunda vez en un año que la violencia política se apodera de Asia central. En agosto de 1999, un grupo de militantes armados atacó Batken y tomó varios rehenes que posteriormente liberó.

En una nueva señal de tensión, los rebeldes atacaron el martes un puesto fronterizo de control en el distrito uzbeko de Bostanlyk, unos 100 kilómetros al este de la capital, Tashkent.

Varios soldados fueron asesinados o secuestrados por los atacantes. Según estimaciones del servicio de inteligencia uzbeko, hasta 2.000 militantes del Movimiento Islámico de Uzbekistán están establecidos en Tajikistán, prontos para realizar ataques contra el gobierno.

El presidente ruso Vladimir Putin expresó preocupación la semana pasada por la violencia en Asia central. El Kremlin está preocupado desde hace mucho tiempo por la amenaza a la seguridad por parte de militantes islámicos, en especial de la república separatista de Chechenia.

Los separatistas chechenos fueron acusados de la autoría de un atentado con bomba este mes en Moscú. Putin logró cierto apoyo regional para su campaña de limpieza de terroristas chechenos, principalmente de líderes autoritarios de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

La CEI celebró el pasado enero una cumbre en Moscú para discutir planes de cooperación contra el extremismo religioso. Los líderes de Kazajistán y Uzbekistán propusieron elaborar un programa para combatir el terrorismo y el fundamentalismo que incluiría la formación de un centro regional antiterrorista.

Fue el propio Putin el que sugirió que algunos estados de la CEI realizaran ejercicios militares conjuntos en Uzbekistán y Kirgizstán, la pasada primavera boreal, pero las maniobras "antiterroristas" nunca llegaron a realizarse.

Sin embargo, Rusia, Kazajistán, Tajikistán y Uzbekistán comenzaron el martes ejercicios aéreos conjuntos en la región de Astrakán, en el sur de Rusia. Las maniobras terminarán este sábado.

En mayo de 1998, Uzbekistán y Tajikistán formaron una "troika" con Rusia para combatir el fundamentalismo y el wahabismo, una rama conservadora del islamismo sunita que según esos gobiernos amenazaba Asia central y el norte del Cáucaso.

Los presidentes de Uzbekistán y Tajikistán acusaron a Afganistán de ofrecer entrenamiento ilegal a fundamentalistas que amenazan la paz en sus respectivos países.

Rusia mantiene una fuerza de paz de 20.000 hombres en Tajikistán, que ayuda a patrullar la volátil frontera con Afganistán, donde gobierna el grupo fundamentalista Talibán.

Uzbekistán llevó a cabo una dura campaña contra supuestos extremistas islámicos o "wahabis" como reacción a una serie de atentados con bomba que sacudieron Tashkent en febrero de 1999.

Rusia y Tajikistán firmaron en abril del año pasado un tratado de alianza en Moscú y acordaron establecer una base militar rusa en territorio tajiko.

Karimov, el presidente de Uzbekistán, expresó en ese entonces su preocupación por el aumento de la capacidad militar de Rusia en Tajikistán, pero posteriormente abandonó sus objeciones.

Así mismo, el pedido de apoyo militar a Rusia representa un cambio para el presidente de Turkmenistán, Saparmurad Niyazov, quien había proclamado la neutralidad de su país y su renuencia a cualquier forma de integración pos-soviética.

Los líderes de Asia central suelen enorgullecerse de su independencia de su antiguo "hermano mayor", Rusia, pero ante una amenaza a su seguridad, interna o externa, real o imaginaria, buscan su apoyo, observó Dmitry Mosyakov, investigador del Instituto de Estudios Orientales, de Moscú. (FIN/IPS/tra- en/sb/ral/mlm/ip/00

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