(Arte y Cultura) ARGENTINA: Filloy, un gran escritor oculto casi 106 años

La muerte suele incrementar la fama de algunos artistas, sobre todo cuando ocurre a temprana edad. Quizás por eso el argentino Juan Filloy, considerado por muchos "el escritor escondido" por su marginación de los circuitos intelectuales, estiró su vida hasta casi los 106 años.

Esa longevidad, paradójicamente, terminó dándole la fama que no buscó como escritor, aún cuando sus colegas argentinos Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar y el español Camilo José Cela lo hayan tenido entre sus autores preferidos y admirados.

En 1997 fue incluido en el "Libro Guinness de los Récord" por ser el escritor más anciano del mundo, y en los últimos dos meses recibió una serie de homenajes como "literato de los tres siglos".

Filloy murió el 15 de este mes, apenas dos semanas antes de cumplir 106 años, pero luego de alcanzar su sueño de arañar, al menos, un tercer siglo.

Entre sus novelas más destacadas —todas llevan títulos de siete letras— se encuentra "Op Oloop" (1934), que narra la vida del personaje Optimus Oloop, erudito, inclinado a las matemáticas, pulcro y metódico, que termina enloqueciendo hasta morir.

El argentino Andrés Rivera, consideró que Op Oloop muestra a un escritor vigoroso, moderno y decidido a decir lo que quería sin pensar en conveniencias de ninguna índole. Inclusive, en su época, la novela fue considerada "pornográfica" por algunos críticos literarios.

Esa obra le valió a Filloy una felicitación manuscrita del propio Sigmund Freud, con quien solía intercambiar correspondencia en los años 30.

La novela tuvo una notable acogida en Holanda y desde entonces sus escritos fueron publicados en ese país por la editorial Coppens y Funck.

Sin embargo, su obra permanece casi ignorada en Argentina. Filloy editaba sus libros en tiradas de 200 a 400 ejemplares, y muchos los regalaba a sus amigos.

"La vida literaria es muy agradable así como yo la tomo, sin propósitos venales de ninguna especie", comentó poco antes de morir.

Con ese método publicó las novelas "Vil & Vil", "Finesse", "Balumba", "Estafen" y "Aquende", entre otras, y cuentos como "Tal cual", "Yo, yo y yo", además de poesías y sonetos.

El reconocimiento tardío lo divertía. La crítica comenzaba a transformarlo ya en un personaje literario, más que valorarlo como creador, sobre todo por su inquietante capacidad de desafiar el paso del tiempo con tanta lucidez y las ganas suficientes para seguir escribiendo, corrigiendo y editando sus libros.

Filloy manejó ese tema con ironía pocos días atrás, en carta dirigida a su amigo, el escritor Mempo Giardinelli, en la que le decía que los homenajes se le acumularon justo cuando no estaba en condiciones de asistir a ninguno debido a su avanzada edad.

Pero, nadie que lo conociera bien, podía imaginarse a este escritor en el centro de uno de esos reconocimientos.

"Mis libros nunca tuvieron gran repercusión en las secciones literarias de los diarios porque las editoriales no los mandaban. Me alegro mucho que, a pesar de haber estado un poco al margen de los circuitos de la crítica, quieran hacerme un homenaje", declaró en mayo al diario argentino La Nación.

Filloy nació el 1 de agosto de 1894 en la provincia argentina de Córdoba y murió el día 15 en el mismo estado. Nunca vivió en el exterior, ni siquiera se trasladó a residir en Buenos Aires, pero se manifestaba satisfecho de estar conectado con el mundo a través de la lectura.

"De Internet y de cibernética no entiendo una palabra y no tengo televisor. Siempre he sido un gran retardatario y empezar casi a los 106 años sería una banalidad", se jactó al ser consultado sobre la posibilidad de escribir en una computadora.

Giardinelli, ganador del Premio Rómulo Gallegos de novela, dijo en uno de los últimos homenajes que Filloy "no es inferior a (Jorge Luis) Borges".

También calificó como "uno de los más inexplicables crímenes culturales" la ignorancia que se tenía de su prolífica obra. Publicó más de 40 libros y tenía ocho manuscritos aún inéditos.

"Este hombre era una especie de (Honorato de) Balzac argentino", remarcó en alusión a su capacidad inagotable de escribir novelas, cuentos, poesías, sonetos, ensayos, obras de teatro y otros juegos verbales como los palíndromos o frases capicúas.

Los palíndromos, esas frases que se leen igual de izquierda a derecha que a la inversa (por ejemplo, "dábale arroz a la zorra el abad"), le valieron algunas críticas de colegas que consideraban que dejaba ver demasiado su trabajo en su obsesión por producir frases ingeniosas.

Filloy ejerció la abogacía para poder subsistir y, después de trabajar algunos años en forma independiente, inició la carrera judicial que lo llevó a ser fiscal, juez y camarista hasta su retiro. Durante 40 años, además de escribir libros, fue literalmente un hombre de leyes.

El secreto de su longevidad, además de a una herencia genética — sus padres y hermanos vivieron también más de 90 años— podría atribuirse a su pasión por la escritura.

"Mi vocación es como una revancha de mis antepasados, como si me hubieran ordenado que los compensara por tanto analfabetismo", comentó alguna vez.

"Hay un refrán latino que indica que un escritor debe escribir una línea por día, pero yo me tomé una licencia y escribí una página por día", explicó, y su aspecto atildado corroboraba esa obsesión sin lugar a dudas.

Filloy dijo sentir "la necesidad física de escribir", para agregar después que eso le permitía que aflorara la pasión.

En cuanto a su herencia, si bien la crítica que hasta ahora prácticamente lo ignoró comienza a destacar sus notables aptitudes, él mismo consideraba que no habría tal patrimonio para legar.

Al explicarlo, un interlocutor no puede menos que pensar que el fantasma de Borges lo rondaba.

"En mi existencia no he capitalizado más que sueños y desvelos, por lo tanto, creo que soy un ejemplo deleznable, una ilusión convertida en desencanto", solía decir, con el impecable estilo autocrítico del autor de "Ficciones". (FIN/IPS/mv/dm/cr/00

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