La disciplina fiscal es la nueva clave para consolidar y profundizar la integración, según un cierto consenso manifestado en la Cumbre Económica del Mercosur, promovida por el Foro Económico Mundial y que concluyó hoy en esta ciudad brasileña.
La moneda común sólo puede ser encarada como la "coronación" de un proceso que empieza por la coordinación en el área fiscal, seguida de una convergencia en políticas monetarias, sostuvo el canciller de Argentina, Adalberto Rodríguez Giavarini.
"Es alentador que en Argentina y Brasil se hayan aprobado leyes de responsabilidad fiscal, limitando el endeudamiento y el déficit fiscal", y los demás miembros del Mercosur (Mercado Común del Sur), Paraguay y Uruguay, y los asociados Bolivia y Chile presenten cuentas públicas compatibles con una economía equilibrada, dijo.
Tanto Rodríguez Giavarini como el ministro de Hacienda de Brasil, Pedro Malán, recordaron que el "relanzamiento" del bloque ocurre por la decisión de ambos países de armonizar sus criterios estadísticos a partir de septiembre y fijar, en marzo, metas y plazos en el área fiscal.
Hay principios de gestión pública que se consolidan como "valores" por encima de ideologías, partidos y gobiernos, como la "estabilidad económica, las restricciones presupuestarias y la solvencia intemporal del sector público", afirmó Malán.
La inflación baja y la austeridad fiscal beneficia a todos, por lo cual son objetivos a ser buscados por todos los gobiernos y dejan de ser temas de debates político-partidario, agregó.
Malán afirmó que los avances en América Latina respecto del reconocimiento de esos valores se reflejaron en las elecciones de Argentina, donde triunfó la Alianza de centroizquierda, y en las de Chile, con la continuidad de la Concertación por la Democracia, ambas coaliciones comprometidas con el equilibrio macroeconómico.
Pero ese es un objetivo que no impone un solo camino, coincidieron Malán y el ministro de Hacienda, Minas y Energía de Chile, José de Gregorio.
"No hay receta única", los medios dependen de la historia, las circunstancias coyunturales y de los recursos y carencias de cada país, observó De Gregorio. Un pasado de alta inflación, crisis financieras o posibilidades de privatización pueden alterar estrategias.
El éxito se puede alcanzar por distintas vías, como ocurre con el cambio fijo de Argentina y el flotante adoptado por Brasil y Chile, puso como ejemplo el ministro chileno.
Pero la política cambiaria argentina, de paridad fija con el dólar, recibió un duro ataque del profesor de macroeconomía de la Universidad de Buenos Aires, Eduardo Conesa, quien la calificó de "insostenible".
La llamada convertibilidad del peso argentino, a uno por cada dólar, tiene un alto costo social indicado en una desocupación de 28 por ciento de la población económicamente activa, sumando el desempleo abierto y el subempleo, criticó el economista.
En su opinión, un tipo de cambio "realista" debería ser de dos pesos por un dólar, lo cual significa que el producto interno bruto (PIB) efectivo del país, en dólares, se limita a la mitad de lo que es anunciado en forma oficial.
La convertibilidad ocultaría así desequilibrios mucho más graves de la economía, como un déficit externo en cuentas corrientes que sería, en términos relativos, el doble del reconocido oficialmente, o sea de ocho a 10 por ciento del PIB, según Conesa.
El experto afirmó que la dolarización total de la economía es una propuesta "ridícula" y la creación de una moneda común del Mercosur es una alternativa que implica muchas dificultades y sólo sería posible en un plazo muy largo, de 15 a 20 años.
La unificación monetaria sólo es factible entre países que presentan un intenso intercambio comercial, además de libre circulación de trabajadores, condiciones que no existen en América del Sur, arguyó.
Sin el suficiente intercambio comercial y laboral, los países del Mercosur cumplen ciclos económicos distintos, lo cual exige políticas monetarias no coincidentes en el mismo período, con necesidades de expansión en unos y de contracción en otros, imposibilitando unificar la moneda, agregó.
El canciller Rodríguez Giavarini trató de despejar cualquier duda sobre la actual política cambiaria en Argentina.
Aseguró que la convertibilidad será mantenida como "el mejor sistema cambiario" para el país, aprobado por la población y que responde al interés nacional y al programa de gobierno de Fernando de la Rúa.
El desequilibrio cambiario con Brasil en la actualidad "preocupa menos que la devaluación del euro", la moneda única de la Unión Europea, que ya perdió 25 por ciento de su valor inicial respecto del dólar, afirmó el canciller argentino.
El comportamiento fiscal condiciona también la eficacia de una política cambiaria y la competitividad de un país, destacó Rodríguez Giavarini.
Confirmó, además, la necesidad de una convergencia en cuestiones fiscales, como primer paso de armonización macroeconómica en el Mercosur, seguido de acuerdos en el área monetaria para llegar finalmente al cambio y la moneda única.
Este bloque pasa por un buen momento, "con un cambio total de humor desde fines del año pasado", tras los conflictos generados por la devaluación de la moneda brasileña en enero de 1999, indicó el canciller.
Para eso contribuyeron los indicios de recuperación económica y el acuerdo argentino-brasileño para iniciar la coordinación macroeconómica, opinó.
Por su parte, el ministro Malán rechazó las evaluaciones sobre la economía brasileña basadas en las oscilaciones de las bolsas.
Un indicador más efectivo son las decisiones de inversiones extranjeras directas en Brasil, que se multiplicaron en los últimos años, pasando de 2.000 millones de dólares en 1994 a 30.000 millones de dólares en 1999.
El ingreso de capitales a Brasil ya suman 8.000 millones de dólares en lo que va de este año, lo cual refleja la confianza del mercado internacional en la economía del país, concluyó. (FIN/IPS/mo/dm/if re/00
