El gobierno de la República Democrática de Congo (RDC, ex Zaire) parece más determinado que nunca a derrotar a los insurgentes, respaldados por Uganda y Ruanda, antes de fin de año.
Los rebeldes se alzaron el 2 de agosto de 1998 en un intento por derrocar al presidente Laurent Kabila, y hasta ahora tomaron el control de más de la mitad del territorio nacional.
"Los rebeldes nos sorprendieron", admitió a IPS un oficial de las Fuerzas Armadas congoleñas, que solicitó reserva.
Hasta ahora, los soldados habían podido huir de los insurgentes que avanzaban, pero éstos "recuperaron su espíritu y disciplina", afirmó la fuente militar.
Lettre du Continent, una publicación mensual de París, afirmó que Kinshasa pidió armas a China por 1.000 millones de dólares.
Durante varios días, funcionarios congoleños han sugerido que Kinshasa está preparando una gran contraofensiva.
"El 1 de enero del 2000, todo nuestro territorio estará libre, cueste lo que cueste. Hemos esperado demasiado", aseguró el día 2 el ministro de Asuntos Exteriores, Yerodia Abdoulaye.
Los comandantes de las Fuerzas Armadas están enviando refuerzos de tropas y equipos al frente de batalla para realizar "un gigantesco contraataque", según fuentes militares.
"No entraremos al tercer milenio ocupados y humillados", declaró Ndombashi, y urgió a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a ayudar a poner fin a la guerra antes de fin de año. "De lo contrario, lo haremos por nosotros mismos", advirtió.
La ONU envió a Kinshasa 30 funcionarios de enlace para supervisar el cumplimiento del cese del fuego pactado en Lusaka, la capital de Zambia, en julio pasado.
En Goma, bastión de la Unión Congoleña por la Democracia (UCD), el mayor grupo rebelde, las palabras de Ndobashi fueron interpretadas como una declaración de guerra, violatorias del acuerdo de Lusaka.
Mientras, en la capital, la población se prepara psicológicamente para una eventual reanudación de las hostilidades, y el gobierno desplegó numerosos carteles exhortando a los residentes a respaldar la ofensiva militar.
"La paz tiene un precio; debes ganártela", "Tu libertad depende de la defensa de tu patria" y "El precio de la dignidad consiste en vencer al agresor", rezan algunos de los carteles.
Los campamentos militares, principalmente los de Kibomango, al este de Kinshasa, y de Mura, en la provincia suroriental de Katanga, están en plena actividad. Unos 70.000 nuevos reclutas reciben entrenamiento de instructores de Angola, Zimbabwe y Corea del Norte.
Kabila, que se propuso convertir a su ejército en el mayor de Africa, con un total de 600.000 hombres, inspecciona regularmente a los jóvenes reclutas para "determinar su nivel de destreza".
Estados Unidos, acusado por el régimen de Kabila de respaldar a los rebeldes y sus aliados, expresó preocupación por la concentración de tropas y material en el frente de batalla.
"Estados Unidos está profundamente preocupado por las preparaciones militares de ambas partes, incluido el movimiento de tropas y material", declaró James Rubin, portavoz del Departamento de Estado.
Washington responsabilizará a cualquier gobierno u organización que viole los acuerdos de Lusaka, agregó.
La Misión de Observación de la ONU en Congo (MONUC) llegó al país hace más de un mes pero no fue desplegada, aunque el Consejo de Seguridad autorizó el envío de 500 observadores militares más.
Kinshasa prohibió el despliegue de MONUC en el territorio nacional, porque la considera opositora al régimen de Kabila.
El ministro del Interior, Gaetan Kakudji, decretó la prohibición del despliegue de MONUC en las localidades controladas por el gobierno y en 16 áreas retenidas por los rebeldes.
"Existe incomprensión sobre el alcance de nuestra misión", declaro' el teniente coronel Pierre Massart, funcionario de información de MONUC. (FIN/IPS/tra-en/bm/nrn/sz/mn/mlm/ip/99
