Una despiadada sátira teatral sobre la Comisión de la Verdad y la Reconciliación conmueve al público de Sudáfrica, todavía acosado por los recuerdos del apartheid o régimen de segregación racial.
Se trata de una adaptación de Ubu Rey, la farsa surrealista escrita hace más de un siglo por el francés Alfred Jarry, que examina la capacidad humana para el mal. Esta vez fue puesta en escena por William Kentridge y su empresa de medios Handspring Puppets.
Ubu Rey fue utilizada para satirizar a personajes históricos como Nerón, Adolf Hitler, Francisco Franco y Stalin, pero en esta nueva adaptación, el foco se concentra sobre un proceso inacabado, que demuestra que justicia y reconciliación están quizás mucho más distanciadas en Sudáfrica de lo que pareció al principio.
La pieza comienza con la grotesca figura de Ubu, un próspero y corrupto funcionario del viejo régimen sudafricano, quien siente que el momento del cambio ha llegado finalmente y busca la mejor manera de ocultar su sucio pasado.
Ubu comparte su propósito con su esposa Ma Ubu, una mujer que deliberadamente ignora los crímenes de su marido pero se complace con los frutos de su corrupción.
En ese marco anecdótico están las historias de aquellos que padecieron el apartheid. Sus palabras son puestas en boca de títeres hermosamente tallados que dan la impresión de un sufrimiento desgarrador.
"Comenzamos el proceso de desarrollo de la pieza asistiendo a las audiencias de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica y escuchando los diversos testimonios de la gente", explicó Basil Jones, un miembro del elenco.
"No utilizamos muchos relatos, pero el hecho de oírlos de cualquier manera influyó en nuestro trabajo. Algunas de las historias que se grabaron durante las audiencias de la Comisión fueron particularmente tocantes", relató.
Un ejemplo es el de la mujer que trabajó toda su vida como servidora doméstica para que su hijo estudiara medicina. "El muchacho se graduó, pero algunos años más tarde fue asesinado por las fuerzas de seguridad", relató Jones.
"Ahora, aquella mujer es una anciana, y no puede hacer lo mismo por su nieto, pero siente que alguien debería pagar por su pérdida", agregó.
Otro relato conmovedor es el de un soldado que perdió la visión a causa del estallido de una bomba lanzada por guerrilleros del Congreso Nacional Africano.
El solado "pidió una compensación por sus heridas, pero se la negaron porque la bomba estalló después de que había finalizado su turno de guardia. El ejército se desentendió de su problema", dijo el actor.
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación fue instalada por el ahora ex presidente Nelson Mandela como forma de saldar cuentas con el doloroso pasado del país. En base a la experiencia de Chile, el gobierno enfatizó la verdad sobre la justicia.
La Comisión fue elogiada en todo el mundo como un ejemplo de cómo abordar atrocidades perpetradas por un régimen anterior. Sin embargo, cuando fue evidente que los culpables de los peores crímenes quedaban impunes, hubos mucho que comenzaron a cuestionarse el sentido de las audiencias.
¿Es suficiente disculparse por un asesinato? ¿Y por último, quién es responsable? ¿Aquellos que ejecutaron las atrocidades o aquellos que las ordenaron? La obra plantea brillantemente estos y otros interrogantes.
A pesar del escepticismo acerca del ambivalente resultado de las audiencias, hay personas convencidas que se debe seguir avanzando si se pretende el país tenga futuro.
"Creo que la gente está comprendiendo lentamente que no importa cuánto uno golpee a los culpables, porque nada puede cambiar lo que hicieron. Pero si cuentan su historia, al menos se sabe lo que sucedió y esto jamás podrá ser negado", expresó Jones.
Entre las historias narradas en la obra está aquella del padre que va a buscar el cuerpo del hijo sólo para descubrir que el muchacho fue torturado tan salvajemente que quedó muy poco para llevar.
O la historia de la madre de un supuesto informante de la policía que fue obligada a mirar cuando rociaban a su hijo con kerosene y le prendían fuego. La madre consiguió sofocar las llamas y luego acunó el cuerpo agonizante mirando el único rasgo reconocible, los ojos angustiados del muchacho.
Sin embargo, a pesar de los horrores de esas historias, gran parte de la pieza es cómica, porque los intentos de autoconservación de Ubu se tornan cada vez más frenéticos.
Por ejemplo, la cartera de cocodrilo de Ma Ubu cobra vida y se convierte en un receptáculo útil para los documentos policiales que Ubu necesita destruir.
Sus cómplices en los crímenes son perros representados por títeres y Ubu alegremente les pone pruebas incriminatorias, de modo que van a la cárcel por delitos de los cuales Ubu también es culpable.
Quizás el momento más hilarante de la obra es cuando Ubu ensaya su testimonio para las audiencias. Lo repite varias veces tratando en cada oportunidad de sonar aún más conmovido que la anterior.
El espectáculo termina con Ubu navegando felizmente hacia el ocaso con su esposa, un final que algunos sudafricanos encuentran difícil de aceptar.
"Muchos espectadores negros expresaron su discrepancia con el final de la obra. 'No se puede crear un personaje así y dejarlo impune', dijeron", relató Jones.
Sin embargo, Ubu y la Comisión de la Verdad dejaron claro que los autores intelectuales de las atrocidades rara vez son llamados para dar cuenta de sus actos. Como diría cualquier pescador experimentado, son siempre los peces chicos los que caen en la red. (FIN/IPS/tra-en/ba/ak/ego-mlm/cr-hd/99