POLITICA: Boutros Ghali revela cómo EEUU manipula a la ONU

Un libro del ex secretario general de la ONU Boutros Boutros Ghali revela cómo Estados Unidos manipuló al foro mundial mientras él estaba al frente de la organización entre 1992 y 1996.

Boutros Ghali prueba cómo Estados Unidos fijó la agenda de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), política y administrativamente, en "Unvanquished: A US-UN Saga" (Invicto: La saga de Estados Unidos y la ONU), un libro de 345 páginas que se pondrá a la venta este mes.

El libro cuenta paso por paso cómo Washington orquestó una campaña para que el egipcio Boutros Ghali no accediera a un segundo período de cinco años como secretario general, luego de que el primero concluyera en diciembre de 1996.

Boutros Ghali señala que aunque fue acusado de ser "demasiado independiente" de Estados Unidos, hizo todo lo que estaba a su alcance para agradar a Washington.

Boutros Ghali recuerda una reunión en la que dijo al entonces secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Warren Christopher, que muchos estadounidenses fueron contratados por la ONU "a pedido de Washington por encima de las objeciones de otros estados miembros".

"Lo hice, dije, porque quería el apoyo estadounidense para tener éxito en mi trabajo (como secretario general)", dijo Boutros Ghali. Pero Christopher se negó a responder.

Una de sus "acaloradas discusiones" con la embajadora de Estados Unidos Madeleine Albright (actual canciller) sucedió en 1995 por la designación de un nuevo director general para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

La discusión "pareció irritar a Albright más que cualquier otro asunto anterior entre nosotros", agrega Boutros Ghali.

El presidente Bill Clinton quería que William Foege, un ex director de los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos, fuera designado director de Unicef y sucediera a James Grant, también estadounidense.

"Recordé que el presidente Clinton me había presionado para nombrar a Foege cuando nos reunimos en el Salón Oval (de la Casa Blanca) en mayo de 1994", explica Boutros-Ghali en su libro.

"Le respondí (a Albright) lo mismo que al presidente Clinton: que aunque el Dr. Foege era sin duda una persona muy distinguida, lamentablemente no podía hacerlo", relata.

También le dijo a Clinton que estaba personal y públicamente comprometido a aumentar el número de mujeres en los cargos más altos de la ONU, y que Unicef se beneficiaría especialmente con el liderazgo de una mujer.

Bélgica y Finlandia ya habían postulado a "destacadas" candidatas, y como Estados Unidos se había negado a pagar sus deudas con la ONU y hacía comentarios "despectivos" acerca del foro mundial, "otras naciones ya no aceptarían automáticamente que el director de Unicef inevitablemente debía ser un estadounidense, hombre o mujer", explica Boutros Ghali.

"Estados Unidos deberá seleccionar una candidata y entonces veré qué puedo hacer", ya que la designación implica la consulta a los 36 miembros del Directorio de Unicef, dijo Boutros Ghali a Albright.

"Albright miró hacia arriba e hizo una mueca, repitiendo lo que se había convertido en su expresión de frustración habitual hacia mí", escribió.

Pero Estados Unidos continuó presionando por la candidatura de Foege. "Muchos países del Directorio de Unicef estaban molestos y me dijeron que le dijera a Estados Unidos que se fuera al infierno", relata Boutros Ghali.

Finalmente Estados Unidos presentó a Carol Bellamy, ex directora del Cuerpo de Paz, como candidata alternativa.

Elizabeth Rehn, de Finlandia, recibió 15 votos y Bellamy 12 en una votación no oficial, pero Boutros Ghali pidió al presidente del Directorio que convenciera a los miembros de llegar a un consenso sobre Bellamy para que continuara el monopolio que Estados Unidos ejercía en Unicef desde su creación en 1947.

Cuando asumió su cargo en enero de 1992, Boutros Ghali observó que 50 por ciento del personal asignado a la administración y dirección de la ONU eran ciudadanos estadounidenses, aunque Washington pagaba sólo 25 por ciento del presupuesto habitual de la organización.

Cuando Clinton asumió la presidencia en enero de 1993, Washington indicó a Boutros Ghali que dos de los más altos funcionarios de la ONU, designados por recomendación del gobierno saliente de George Bush, los subsecretarios generales Richard Thornburgh y Joseph Verner Reed, debían ser despedidos.

Eso debía hacerse a pesar de que teóricamente fueran "funcionarios públicos internacionales" responsables sólo ante el foro mundial, dijo Boutros Ghali.

Ambos fueron reemplazados por dos estadounidenses que tenían la bendición del gobierno de Clinton.

Justo antes de ser elegido secretario general en noviembre de 1991, Boutros Ghali recuerda que alguien le dijo que John Bolton, el subsecretario de Estado de Estados Unidos para los organismos internacionales, estaba "peleado" con el anterior secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, porque "no había prestado suficiente atención a los intereses" de Washington.

"Le aseguré a Bolton mi gran respeto por la política estadounidense, y que sin el apoyo de Estados Unidos la ONU se paralizaría", dijo.

Boutros Ghali también relató cómo el secretario de Estado Warren Christopher intentó convencerlo de que declarara públicamente que no se postularía para un segundo período como secretario general. Pero él se negó.

"No puede despedir al secretario general de la ONU mediante una imposición unilateral de Estados Unidos. ¿Qué hay de los derechos de los demás miembros del Consejo de Seguridad?", preguntó en ese momento.

Pero Christopher "murmuró algo inaudible y colgó, profundamente molesto".

Boutros Ghali también dijo que a fines de 1996, Albright, que seguía instrucciones del Departamento de Estado de Estados Unidos, estaba obsesionada con un único tema que dominó su vida durante meses, la "eliminación" del entonces secretario general.

"Logró hábilmente su misión diplomática. Realizó su campaña con determinación, sin dejar pasar ninguna oportunidad de demoler mi autoridad y manchar mi imagen, mientras mostraba un rostro sereno, con una sonrisa amistosa, y repetía expresiones de amistad y admiración", expresó.

"Recordé lo que un sabio hindú me dijo una vez: no hay diferencia entre la diplomacia y el engaño", escribió Boutros Ghali. (FIN/IPS/tra-en/td/mk/at/aq/ip/99

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