EEUU: Republicanos piden apoyo para opositores de Saddam Hussein

Legisladores del Partido Republicano de Estados Unidos están impacientes porque el presidente Bill Clinton no brinda apoyo militar a los opositores exiliados de Iraq, como lo prevé una ley aprobada a fines del año pasado.

Los legisladores opositores apoyan la actitud más agresiva del gobierno en su patrullaje de las llamadas zonas de "exclusión aérea" en el norte y el sur de Iraq, pero sostienen que parece no haber una estrategia completa para derrocar al presidente iraquí Saddam Hussein.

"La estrategia de Estados Unidos parece depender de los bombardeos pero, si bien apoyo ese plan, me inquieta no ver acciones en los demás frentes, algo que nos permita terminar con este régimen sangriento", declaró el senador Sam Brownback, director del subcomité de Asuntos de Cercano Oriente del senado.

Las quejas de Brownback son compartidas por otros sectores.

Jim Hoagland publicó una columna titulada "Política Virtual" en el diario Washington Post, en la que atacó mordazmente a Clinton por minar su propio objetivo de lograr un "cambio de régimen" en Iraq, expuesto hace cinco meses.

"(Ese compromiso) se atascó y ahora parece un esfuerzo… para calmar a los republicanos y otros detractores, pero no lo suficiente como para correr el riesgo de que se produzca un cambio fundamental y desaparezca la tiranía de Iraq", ironizó Hoagland.

En el corazón del debate está la ley de Liberación de Iraq (LLI), aprobada a fines de 1998 a pesar de las objeciones del gobierno. La norma, entre otras disposiciones, destina 97 millones de dólares en ayuda militar a los grupos de oposición exiliados.

La ley se basó en el pedido de Ahmad Chalabi, el líder del Congreso Nacional Iraquí, una coalición de grupos opositores con sede en Londres, que incluye a dos milicias kurdas del norte de Iraq.

Chalabi y sus seguidores, entre los que hay altos funcionarios del gobierno de Ronald Reagan, pidieron el año pasado en Washington que se instalen enclaves de la oposición en el norte y el sur de Iraq, protegidos de los ataques aéreos de Estados Unidos.

Las fuerzas rebeldes, apoyadas por Estados Unidos, utilizarían los enclaves como base para sus operaciones contra el régimen de Saddam Hussein y desde allí reclutarían iraquíes que apoyen su causa.

Clinton firmó la ley y dio su apoyo formal al derrocamiento de Saddam Hussein, pero ninguno de los grupos recibió dinero aún.

El gobierno esperó casi hasta el último día del plazo establecido, en enero, para nombrar a los grupos candidatos a recibir la ayuda.

Lo peor, según los republicanos, es que los dos funcionarios que designarán e implementarán la estrategia de Washington en Iraq, mostraron abiertamente su desprecio por la mencionada ley y por el Congreso Nacional Iraquí, en particular.

El general Anthony Zinni, que comanda las fuerzas de Estados Unidos en el Golfo, cuestionó la "viabilidad" de instalar un grupo opositor en Iraq y su capacidad para derrocar a Saddam Hussein, y sostuvo que aplicar la ley es "muy difícil (y) si no se hace correctamente, muy peligroso".

"He visto el efecto causado por cambios de régimen que escaparon a nuestro control. Y lo último que precisamos es otro Estado delincuente (o) un Iraq desintegrado, fragmentado, porque los efectos en la región serían peores, me parece, que si logramos contener a Saddam Hussein", sostuvo.

El asesor de Seguridad Nacional, Sandy Berger, contrató a Kenneth Pollack como asistente para implementar la política de Iraq, lo que generó más tensión.

En enero, Pollack fue coautor junto con otros dos especialistas en defensa de una crítica devastadora a la ley sobre Iraq en la prestigiosa publicación trimestral Foreign Policy (Política Exterior).

Pollack y sus coautores dijeron que intentar derrocar a Saddam Hussein dando apoyo militar a la oposición es una "fantasía" que podría conducir incluso a una "repetición de lo que sucedió en la Bahía de Cochinos", en Cuba, en 1961.

Washington debería brindar, en cambio, un apoyo limitado a las milicias de oposición existentes, tales como los dos grupos kurdos rivales del norte y los grupos chiítas del sur, y fomentar un movimiento de oposición más amplio, aconsejaban los autores de la nota.

"Un plan semejante difícilmente podría derrocar a Saddam Hussein, pero en cambio, podría contribuir a mantenerlo fuera de equilibrio y aislado, mientras las sanciones (de la Organización de las Naciones Unidas) y otras medidas de contención siguen desgastándase", sostuvo Pollack.

Para la frustración de los republicanos, Zinni y Pollack parecen dirigir la política de Estados Unidos hacia Iraq.

La actual campaña de bombardeos contra radares y otros objetivos de defensa aérea y comunicaciones dentro y alrededor de las zonas de exclusión aérea, se convirtió en la campaña aérea de mayor duración desde la guerra del Golfo de 1991.

La campaña parece dirigida precisamente a distraer a Saddam Hussein, mientras en forma simultánea desgasta su capacidad para proteger a sus fuerzas.

"El mensaje, tanto militar como político, que se envía a Iraq es que se trata de alguien que, como líder, es peligroso", explicó el analista de defensa, Anthony Cordesman.

Además, Washington transmite desde su nueva Radio Iraq Libre y se esfuerza por dar a conocer las declaraciones de la oposición sobre el descontento del ejército de Iraq, que ejecutó a algunos altos oficiales. Pero los republicanos y otros opositores de Saddam Hussein aún no están satisfechos.

"Parece que el gobierno no tiene planes inmediatos de entrenar o equipar a las fuerzas de oposición iraquíes, lo cual me hace dudar sobre la sinceridad del compromiso de sacar a Saddam Hussein", declaró el senador John Ashcroft esta semana.

"Saddam Hussein, por su parte, parece contar con que un gobierno (como el de Estados Unidos) al que le quedan escasos 22 meses en el poder, se limite a quedarse en él", declaró ante el Congreso John Hillen, un especialista militar del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/ceb/aq/ip/99

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