La maloca, lugar ceremonial de comunidades indígenas precolombinas, cambió una de sus letras y se convirtió en Maloka, un centro interactivo de ciencia y tecnología que en su primera semana atrajo a miles de visitantes en la capital de Colombia.
Con la sugestiva invitación de "prohibido no tocar" y por unos 5,3 dólares -como una entrada de cine en una zona de clase alta-, los visitantes de Maloka pueden acceder a las 200 exhibiciones en nueve salas que ocupan una área de 17.000 metros cuadrados y a un cine de tercera dimensión.
La primera sala es la del Universo, a la que se llega por un pasillo que de entrada coloca al visitante como actor de una película de ciencia ficción.
En la Cocina estelar se dan recetas para preparar estrellas y en el Puente de fuego el flujo de electrones que se produce al contacto con unas barandas deja literalmente los pelos de punta.
En la Jaula de Faraday con más emoción y eficacia que en una clase de física, chicos y grandes aprenderán la diferencia entre la corriente continua -la de las baterías de automóvil- y la alterna, de las redes eléctricas domésticas.
El propósito de Maloka es que "la ciencia y su hija, la tecnología, no sean un lujo sino un factor clave para el desarrollo de la sociedad", dijo Eduardo Posada, presidente de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (ACAC), promotora del proyecto.
En la sala de la Vida se puede jugar mientras se explora sobre el sentido del tacto y el olfato, y sentir que se está subiendo una empinada cuesta en la llamada Calle de la Fatiga, aunque no se haya movido ni un centímetro.
Varios meses tardó plantar y cultivar especies de flora nativa de la Sabana de Bogotá para recrear un ecosistema en la sala de la Biodiversidad, una pequeña parcela en la que hasta hay plantas aún no clasificadas.
Este aspecto es uno de los que más llama la atención del presidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Luis Eduardo Mora Osejo, quien afirmó que Maloka es un gran logro, especialmente para los niños, que podrán tener más sensibilidad frente a problemas como los de la biodiversidad.
"Lo importante es estimular la creatividad científica para que no sea sólo un enunciado retórico", añadió.
La directora ejecutiva de Maloka, Nora Elisabeth Hoyos, recordó que la idea del museo interactivo surgió en 1989, como una reflexión suscitada en la época del narcoterrorismo.
Los niños de la calle se convertían en guías espontáneos de fenómenos sociales y físicos de terrorismo, como explosiones de coches-bomba en centros comerciales de Bogotá, rememoró Hoyos, quien también es directora de una feria bienal de Ciencia y Tecnología dirigida a estudiantes universitarios y de secundaria.
Luego vinieron las gestiones financieras hasta que en 1997 se constituyó la Corporación mixta Maloka, que abrió sus puertas la primera semana de diciembre.
De la acogida no queda lugar a dudas, a juzgar por las largas colas: el primer domingo que se abrió al público ingresaron 2.400 personas y el martes 8, feriado local, 4.000.
Pero también hay reparos. Catalina, estudiante de segundo año de Derecho, esperó una hora y media para entrar y se quejó de "la falta de información con folletos o por altavoces", pues quería ver primero las exposiciones y la boleta que le vendieron era para el cine.
No obstante, Catalina y su amiga Amalia, estudiante de primer año de cine y fotografía, ocuparon dos de las 314 cómodas butacas que les ofrecían una vista total de la bóveda convertida en pantalla de tercera dimensión, sintieron el vértigo de la montaña rusa y por momentos pensaron que viajaban en un carro volador.
No se arrepintieron de haber optado por Maloka en lugar del Parque Aventura, otro centro de diversiones en el sur de la ciudad también inaugurado recientemente.
Andrea Melo, de la oficina de comunicaciones de Maloka, dijo que las sensaciones en el cine de tercera dimensión "se logran con un ángulo de proyección de 135 grados sobre una estructura metálica que tiene 58 millones de microperforaciones por las que 'se cuelan' 30.000 vatios de sonido digital".
Otras razones que explican el realismo son la lente del proyector, del tipo "ojo de pez", y la cinta de 70 milímetros, el doble de las de cine comercial convencional.
Maloka ha definido tres grupos de público para sus visitas guiadas: jóvenes, familias y profesores. Se estima que una visita completa, con muchas preguntas y respuestas, dura en promedio tres horas y media.
Los guías fueron seleccionados entre jóvenes estudiantes universitarios de carreras afines con las temáticas de las nueve salas: ingeniería, química, botánica, psicología.
En los 17.000 metros cuadrados que constituyen la primera etapa – la segunda empezará en el año 2000- hay también una completa zona comercial y de restaurantes.
Se puede comprar desde un llavero o un marcalibros, unos 25 centavos de dólar, hasta un telescopio de unos 1.200 dólares.
El Café Internet es otra de las atracciones de Maloka y el primer mes el acceso a la red será gratis. Sólo se cobrarán las bebidas, frías y calientes, a base de café, el principal producto de exportación agrícola del país, documentado con videos sobre su cultivo, procesamiento y elaboración.
En la sala hay 25 computadores, que resultan insuficientes, en contraste con la amplia capacidad de la zona de alimentación, para 500 personas.
En cualquier caso Maloka es una interesante oferta combinada de esparcimiento y aprendizaje. "Aquí hay público para todo y si se trata de gozar con el conocimiento, mejor", comentó Graciela, una economista que hacía cola para entrar a Maloka. (FIN/IPS/mig/ag/cr/98