El presidente de Perú, Alberto Fujimori, mantiene sus aspiraciones para una segunda reelección consecutiva en el 2000 ante el vacío político existente en este país, pese a que su respaldo popular sigue en descenso.
Además, emite señales muy claras de que, en el caso de no postularse a la cuestionada reelección, está dispuesto a seguir en la política, probablemente como miembro del parlamento, ya que será senador vitalicio en su calidad de ex presidente, con la expectativa de presentar nuevamente su candidatura en el 2005.
Durante su visita a Londres este mes, Fujimori reiteró en declaraciones a la BBC que todavía no decidió si se postulará o no en los próximos comicios, aunque la Constitución que él mismo promulgó admite sólo una reelección consecutiva.
Y añadió algo que tal vez encierra la clave de sus hasta ahora inescrutables propósitos: "en ningún caso deseo retornar a la vida académica, no me veo otra vez como profesor universitario. La actividad política me interesa y seguiré haciéndola".
Hasta ahora, si bien no admitía expresamente su intención reeleccionista, su conducta indicaba claramente que se aprestaba a preparar el tablero político con ese propósito.
Su dócil mayoría parlamentaria aprobó varias leyes para generar el resquicio legal pedido por el presidente, incluyendo una ley de reinterpretación constitucional, la desestabilización del Tribunal de Garantías Constitucionales, la recompopsición de la Corte Suprema y la modificación del Tribunal electoral.
Pero en los últimos 18 meses, desde que Fujimori evidenció sus intenciones releccionistas, su respaldo popular, que se mantenía por encima del 62 por ciento, bajó hasta situarse en torno del 30 por ciento, con una intención de voto aún menor: 22 por ciento.
Fujimori gobernó siempre con un ojo atento a las encuestas, en las que está obligado a creer porque los encuestadores fueron los únicos analistas que vaticinaron en 1990 su inesperado triunfo sobre su renombrado adversario electoral, el escritor Mario Vargas Llosa.
Actualmente, la mayoría de observadores políticos coincide en que Fujimori prepara alguna maniobra para enfrentar el desgaste de su potencial electoral. Pero discrepan sobre la orientación de esa esperada maniobra.
Algunos creen que prepara un fraude con el apoyo de los servicios de inteligencia y la cúpula militar, en tanto que otros suponen que tratará de revertir la tendencia del electorado con un cambio de timón gubernamental.
El cambio de línea gubernamental previsible era, hasta hace unos pocos meses, un relajamiento de la austera política económica y fiscal, para volver a generar, como en 1995, cuando logró la primera reelección consecutiva, una eufórica sensación de bienestar en el electorado.
Los que prevén un fraude en gestación se dividen a su vez entre aquellos que, como los dirigentes del centroderechista partido Acción Popular, invitan a los jefes militares descontentos con la actual cúpula castrense a destituirla mediante un golpe que, al mismo tiempo, derrocaría a Fujimori.
Otro sector de la oposición, constituido por socialcristianos y socialdemócratas, quiere impedir el fraude promoviendo una movilización callejera para abrir paso a un referendo que impida el paso a las renovadas intenciones reeleccionistas que se atribuyen a Fujimori.
Súbitamente, Fujimori adoptó una iniciativa política que todavía no ha sido totalmente asimilada por la oposición, la opinión publica y, posiblemente, ni por sus más allegados: nombró un opositor como jefe de su gabinete ministerial.
La designación no fue la clásica captación desde el poder de un adversario para convertirlo en aliado incondicional, pues el designado, el abogado Javier Valle Riestra, ha sido nombrado con el compromiso de seguir oponiéndose a Fujimori.
Valle Riestra afirma que aceptó el cargo para defender los derechos humanos y combatir "desde arriba" la reelección. Sus primeras gestiones han sido enmendar varias medidas atentatorias contra los derechos civiles.
El nuevo primer ministro dispuso la salida de las universidades de las unidades del Ejército, que permanecían allí acantonadas como remanente de los años de lucha contra la guerrilla, y promovió el indulto de decenas de presos acusados de subversión con pruebas insuficientes.
En el Congreso, Valle Riestra dijo que hacía suyas las demandas de la oposición para que se derogue el andamiaje legal creado por la mayoría oficialista para hacer posible la cuestionada segunda reelección consecutiva de Fujimori.
En esta conducta opositora "desde el interior del poder", Valle Riestra ha sido respaldado por Fujimori, para sorpresa inicial de los "fujimoristas" en el Congreso y de la mayoría de los opositores.
Pero no todos los analistas consideran que el nombramiento del "primer ministro opositor" es una maniobra de Fujimori. Algunos, como el sociólogo y ex parlamentario izquierdista Manuel Dammert, sospechan que se trata de una iniciativa de "la cúpula militar que gobierna en las sombras".
"Uno de los escenarios posibles es la existencia de un plan militar que apoya a Fujimori, pero que estaría dispuesto a soltarlo en la medida en que no siga siendo útil. En ese caso, Valle Riestra es la bisagra para esa maniobra de reposición de instrumento en el gobierno", dice.
Por otro lado, no descarta que Fujimori haya decidido no seguir obstaculizando la realización del referendo, sino apoyarlo mediante Valle Riestra, para "trampear en la consulta, introduciendo un paquete de reformas constitucionales democráticas para atarlas al voto en favor de la reelección". (FIN/IPS/al/ag/ip/98