/BOLETIN-AMBIENTE/ ARGENTINA: Balance provisorio de una economía rural bajo agua

La expectativa de una producción agrícola récord dió paso en las últimas semanas en Argentina a la desesperanza ante inundaciones que causaron la pérdida de cosechas, ganado y obras de infraestructura por uno por ciento del producto interno bruto.

Las aguas cubrieron en abril unos ocho millones de hectáreas en el noreste del país, junto a los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, que se desbordaron por efecto de intensas precipitaciones, y más de 120.000 personas de escasos recursos debieron abandonar la zona.

El Ministerio de Economía admitió que las pérdidas podrían llegar a los 3.000 millones de dólares -uno por ciento del producto interno bruto- debido a la muerte de reses y a la destrucción de cosechas, puentes, caminos, silos, granjas, depósitos y todo tipo de maquinaria.

Las autoridades también anunciaron la caída de la recaudación tributaria y una disminución de exportaciones. Las inundaciones provocaron la pérdida de 400 millones de dólares en producción exportable, y el hecho acentuará el déficit que el sector externo arrastra desde 1997.

A su vez, el gasto público aumentará, para paliar los efectos del desastre. El presidente Carlos Menem advirtió este martes que los ministros deberán disponer de "todos los recursos necesarios" para atender a los damnificados.

Desde mediados de abril ya se destinaron 45 millones de dólares en ayuda.

El panorama es desolador. Hay 11 muertos, de los cuales cuatro eran voluntarios que participaban del salvataje de personas aisladas y fueron llevados por la corriente del río al volcar su bote luego de chocar con un tractor varado en medio del torrente.

Centenares de animales muertos flotan sobre las que hasta hace poco eran tierras de pastoreo, provocando además la contaminación de los ríos. Son cientos de miles de cabezas que en algunas poblaciones rurales representan 90 por ciento del total de ganado existente.

Los animales que logran sobrevivir van en manada en busca de algún islote, pero los expertos son pesimistas. Calculan que muchas reses morirán por infecciones, hambre y estrés y las que logren superar el trance no darán la calidad esperada de carne y leche.

La industria láctea perdió hasta ahora 16,5 millones de dólares no sólo por la muerte de animales, sino porque unas 2.900 granjas lecheras quedaron también bajo el agua.

De los 1,5 millones de toneladas esperadas de algodón sólo se salvaron 900.000, y los agricultores prefieron no cerrar todavía su balance. También se perdió la mitad de la cosecha de tabaco y 30 por ciento de la producción aguardada de arroz.

El gobierno había anunciado para este año una cosecha récord. Se esperaba una producción agrícola de más de 61 millones de toneladas, 13 por ciento más que en 1997.

La euforia era aún mayor debido a los altos rendimientos. El área sembrada se redujo ocho por ciento respecto del año último, pero el uso de agroquímicos, tecnología moderna y semillas mejoradas aumentó el rendimiento por hectárea.

Miles de productores medianos y pequeños, que se habían endeudado para la campaña agrícola, perdieron las cosechas y acumulan deudas por las que no podrán responder.

Los bancos oficiales bajaron la presión sobre los deudores y comenzaron a otorgar nuevos créditos, con un año de gracia y tasa de interés inferior a la del mercado.

Pero miles de familias sobrevivían de la pesca, el pastoreo, la albañilería y otros oficios, y ahora no sólo se quedaron sin trabajo sino que corren el riesgo de no poder volver a sus hogar, debido a las inundaciones.

Algunos evacuados se resisten a abandonar precarias casillas de chapa con pocos muebles apilados. Con el agua hasta las rodillas, esperan que socorristas y bomberos les acerquen alimentos o ropa seca.

Pero los días pasan y las enfermedades comienzan a afectar sobre todo a niños y ancianos.

Cuadros de diarrea, alergias, problemas dermatológicos y bronquiales son por ahora algunos de los flagelos que acompañan estas inundaciones, cuyo alcance podría superar incluso las de 1983, consideradas hasta ahora las peores del siglo.

Desde entonces, hubo proyectos de obras públicas para detener la fuerza de las aguas, pero no todos fueron ejecutados. Incluso, el gobierno fue responsabilizado en los últimos días de no usar un préstamo del Banco Mundial para construir barreras y otras obras de prevención de innundaciones.

Las gobernaciones provinciales se defienden de las acusaciones de los afectados argumentando que las lluvias fueron excepcionales y que tuvieron origgen en el fenómeno climático de El Niño, que aumentó las precipitaciones en el sur de Brasil, donde nacen los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, y en el litoral noreste argentino.

Pero el Instituto Nacional de Teconología Agropecuaria, dependiente del Ministerio de Economía, señaló a través de su portavoz que desde septiembre de 1997 advertía el riesgo de fuertes precipitaciones. Su alerta no fue escuchado. (FIN/IPS/mv/ff/en/98

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