/BOLETIN-DD HH/ CUBA: El piropo, otra forma de violencia contra la mujer

No importa si la mujer es alta o baja, delgada o más bien gorda, joven o madura, lo que importa es que es mujer y tiene que soportar cualquier cosa que un hombre quiera decirle en las calles de Cuba.

El piropo, con larga tradición entre la población masculina de Cuba, ha sufrido en los últimos años un tránsito del halago machista a lo que podría catalogarse como un tipo de violencia, aunque por lo general no vaya más allá de las palabras.

"Abusadora", "Mami, que rica tú estás", "Quién pudiera meter la mano bajo esa blusa", "Te comería con ropa y todo", "Si no te pones ajustador (sostén) se te van a caer", son frases usuales en boca de los cubanos.

Sea una frase bonita o grosera, el piropo siempre parte de una posición de poder que cree poseer el hombre y que, supuestamente, le confiere el derecho de molestar a cualquier mujer que pase a su lado.

"Hay piropos que gustan, pero no es la media. Por lo general es una agresión y bien grosera", dice la médica Mariela Gómez, pediatra en un policlínico habanero, que asegura "sentir a cinco metros de distancia" cuando un hombre va a piropearla.

"Te miran como si te desnudasen. Y a veces tienes que ser rápida porque si no te apuras hasta te tocan", comenta Gómez, que hace años dejó no usar minifaldas y blusas ajustadas, para "no ser acusada de provocadora".

Esa es, precisamente, la justificación de muchos hombres. "¿Quién las manda a andar provocando? Si no enseñaran las piernas y hasta la vida, o se menearan menos al caminar, yo no les diría nada, pero lo hacen porque les encanta que uno les diga cosas", afirma José Martínez, un vendedor de alimentos.

La mayoría de los piropeadores creen que lo que dicen les gusta a las mujeres, aunque reciban por respuesta el silencio o calificativos como "grosero", "sinvergüenza" o, peor aún, "dícelo a tu madre".

"Hay hombres que no pueden dejar pasar una mujer sin decirle algo y por lo general no son muy graciosos", opina el teletipista Aureliano Valle.

En Cuba, muchas mujeres desechan alguna ropa que les gusta por temor a las reacciones que puedan provocar entre los hombres en la calle, no se sientan solas en un parque ni van solas al cine.

Toda mujer sola anda buscando compañía, según la psicología machista predominante en el país caribeño, y hasta aquellos que se consideran "avanzados" no resisten la tentación de interpelar con insistencia a una mujer que, simplemente, quiera estar sola.

Esta variante de violencia callejera adquiere connotaciones especiales en la isla, donde pronto hará 40 años que fueron eliminadas todas las diferencias legales entre géneros y garantizados los derechos reproductivos de la mujer.

La revolución encabezada por Fidel Castro en 1959 introdujo la igualdad de derechos entre hombres y mujeres al estudio y al trabajo, y estableció el principio de a igual trabajo igual salario para ambos géneros.

Durante la década del 60 se concedió el acceso pleno de la población a los métodos de planificación familiar y se legalizó el aborto institucional como una garantía del derecho de la mujer a decidir la cantidad de hijos que desea tener.

Fuentes de la Federación de Mujeres Cubana (FMC), que agrupa a la mayoría de las cubanas mayores de 14 años, aseguran que las mujeres representan 42,5 por ciento de los empleados en el sector estatal.

Las mujeres constituyen el 65,5 por ciento de la fuerza técnica y superior, ocupan el 30,5 por ciento de los puestos de dirección y el 27,2 por ciento de los escaños de la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento).

"Perdieron parte de su poder dentro del hogar y quieren mantenerlo en la calle", dice la periodista del semanario Juventud Rebelde, Dixie Edith, que considera esencial la independencia económica conquistada por la mujer.

"Ser machista pasó de moda y cada vez te encuentras a más hombre que no lo son o si lo son, lo ocultan. Pero hay muchos que siguen pensando que la calle es su dominio y que la mujer está ahí como un simple objeto sexual", asegura.

El historiador Francisco Figueres escribió en 1907 que "la primera idea que suele ocurrir a la mente de un cubano en presencia de una mujer, y con más razón si es hermosa, es la de adivinar, presumir y delinear todas y cada una de sus más recónditas perfecciones".

"Difícilmente logre una señora colocarse al alcance de la vista de un cubano sin que éste inmediatamente fije y clave en ella ojos tan escrutadores como impertinentes y hasta procaces", añadió.

Dejó para la historia la referencia a los piropos, llegados con los inmigrantes de Andalucía, y que una vez en boca de los habitantes de la isla por lo general "contienen en el fondo un verdadero insulto".

"Me gustan mientras no me salgan con una grosería. Los piropos tienen una cosa: o te alegran el día o te lo echan a perder. Casi nunca hay términos medios", dice Laura Ríos, una estudiante universitaria de 22 años.

"Yo no quiero que me aprecien por ser bonita o fea, pero me agrada saber que le gusto a la gente", afirma. "Y yo también digo piropos. Si ando con un grupo de amigas y veo un hombre que me gusta, algo le digo. Si el se cree en el derecho de piropear, pues yo también". (FIN/IPS/da/ag/pr/98

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