Una fuerte y prolongada sequía que ya provoca falta de agua e incendios se sumó a las amenazas que enfrentan los indígenas de Roraima, estado del extremo norte de Brasil donde viven los yanomamis, cuya sobrevivencia causa preocupación a escala internacional.
La fuente del nuevo mal sigue siendo el fenómeno del Niño, que calienta las aguas del océano Pacífico, según investigadores como Reinaldo Imbrozio Barbosa, que hace tres años estudia la región.
Los bosques "parecen enfermos que perdieron resistencia y quedan vulnerables", según el italiano Carlo Zacquini, misionero católico en Roraima desde hace 33 años y con más de 30 junto a los yanomamis.
Campesinos e indígenas se quejaban antes de dificultades para quemar los residuos de cosechas en áreas deforestadas para la siembra, debido a la gran humedad local. Ahora los bosques que parecían inalcanzables por el fuego empiezan a arder "sin control", incluso en el territorio yanomami, señaló Zacquini.
Algunas áreas reservadas a los indígenas, donde los incendios "limpiaron los bosques por debajo", dejando sólo las copas de árboles más altos, sufren ahora la invasión de cazadores, por la facilidad de incursiones y la concentración de animales en las orillas de los escasos charcos que persisten, añadió.
"Ojalá sean sólo los cazadores, al parecer campesinos de la vecindad. Hay rumores de que madereros también están invadiendo las tierras yanomamis", manifestó el misionero y representante local de la Comisión Pro Yanomami (CCPY), una organización no gubernamental (ONG) con sede en Sao Paulo.
La situación es trágica y el gobierno no parece interesado en solucionar viejos problemas que afectan a los yanomamis, como la invasión de sus tierras por los "garimpeiros" (mineros informales), acusó Zacquini.
En la última operación policial para retirar unos 750 invasore, realizada en enero, las mismas autoridades admitieron que aún quedaban entre 200 y 300 "garimpeiros" en el área indígena. Desde entonces entraron otros centenares, estima el misionero.
Producto de esas invasiones, cada día más indígenas sufren malaria, tuberculosis y otras enfermedades contagiosas traídas por los blancos. Sin embargo, la población crece, gracias a la atención médica de la CCPY y funcionarios del gobierno.
En sus 30 años junto a los yanomamis, Zacquini sólo ha registrado "deterioro" en la situación. Los esfuerzos en la asistencia se anulan por nuevas invasiones, lamentó. Sólo la buena acogida de los indígenas a un proyecto de educación permite esperanzas nuevas, dijo.
Por otra parte, la sequía hasta ahora afecta más a otros indígenas de Roraima, que viven en áreas menos boscosas y de sabanas que ocupan buena parte de la provincia. "Muchos pasan hambre y tienen que comprar la harina de yuca que antes producían y vendían", observó Zacquini.
Para pedir ayuda a la Fundación Nacional del Indígena (FUNAI), un órgano gubernamental de asistencia, viajaron a Brasilia dirigentes del Consejo Indígena de Roraima (CIR).
"Tenemos comunidades sin agua", donde la solución de emergencia es perforar pozos artesianos, explicó José Adalberto Silva, vicecoordinador del Consejo Indígena de Roraima (CIR), que viajó con una delegación a Brasilia para reclamar ayuda del gobierno.
Muerte de ganado, pérdida de cultivos, incendios generalizados y desaparición de riachuelos componen el cuadro de emergencia que exige inmediata ayuda del gobierno central, evaluó Silva, un macuxi, el mayor grupo indígena de Roraima, con unos 15.000 miembros.
En Roraima viven unos 37.000 indígenas de varios grupos, estima el CIR. Unos 5.000 son yanomamis, pueblo que también está presente en el vecino estado de Amazonas y del otro lado de la frontera brasileña, en territorio venezolano.
Silva, de 40 años, sólo recuerda haber visto una sequía similar cuando tenía 12 o 13 años, guardando en su memoria las mismas imágenes del ganado muerto.
La sequía comenzada el año pasado en la Amazonia brasileña se va desplazando hacia el norte, rumbo a Venezuela. "En 1997 no hubo invierno", como se denomina al período de lluvias al final del año, y la sequía se prolongó este año, generando la escasez de agua y los incendios, dijo el líder indgena.
Más acostumbrados a convivir con los blancos, los macuxis y wapixanas luchan como los yanomamis por la recuperación y defensa de sus tierras, invadidas por campesinos y "garimpeiros".
Pero la crisis actual fomentó la solidaridad, como la cesión de aguas a los ganaderos para evitar mayores pérdidas y el reclamo común ante el gobierno por más pozos artesianos y construcción de presas. (FIN/IPS/mo/ag/en-pr/98