INDONESIA: La permanencia de Suharto en el poder está en duda

Las dudas sobre la salud del presidente de Indonesia, Alí Suharto, se suman a la crisis económica, el descontento social y la prolongada sequía hasta formar una sombra oscura sobre el futuro del país.

La incertidumbre económica genera aun más incertidumbre sobre la permanencia de Suharto en el poder. El presidente de 76 años mantiene silencio sobre sus planes políticos futuros, a pesar de las intensas especulaciones sobre su estado de salud en los últimos meses.

En el gobierno desde 1966, Suharto podría acceder a un séptimo período de cinco años al frente del gobierno en marzo, cuando la Asamblea Consultiva Popular de mil integrantes se reúna para elegir presidente y vicepresidente.

Pero los indonesios se preguntan cada vez más si su anciano presidente es capaz de gobernar, aunque lo vieron saludable el martes cuando presentó el presupuesto al parlamento, su primera aparición pública desde que los médicos le aconsejaron descanso a comienzos de diciembre.

Lo que antes estaba solo en la mente de los indonesios o en conversaciones privadas se manifiesta ahora en un debate público y abierto sin precedentes en 32 años, al que no fueron ajenos los problemas económicos.

La fortaleza del cuarto país más poblado del mundo, con una economía que aspiraba a comienzos del año pasado a sumarse a los "tigres" del sudeste de Asia, se derrumbó el año pasado en unos pocos meses debido a la pérdida masiva de confianza por parte de los inversores.

No hay muchas razones para el optimismo en el futuro cercano. La caída de la rupia, la moneda nacional, no cesa. Ya se hundió más de 100 por ciento frente al dólar, cuya cotización llegó este jueves a 9.900 rupias.

Los analistas atribuyen la baja de las restantes monedas del sudeste asiático a las dudas sobre la capacidad de Indonesia de cumplir sus compromisos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que prestó 33 millones de dólares para salvar la economía del país.

El representante del Banco Mundial en Indonesia, Dennis de Tray, dijo en diciembre que el hundimiento de la rupia refleja "la depreciación de la credibilidad" en la capacidad del país para implementar las reformas.

El presupuesto propuesto por Suharto no ayuda a dar tranquilidad a los nerviosos mercados ni deja en claro la intención del gobierno de frenar la pérdida de confianza. De hecho, el FMI propuso bajar los gastos del gobierno, pero el presidente pretende aumentarlos 32 por ciento.

Cuando todos esperaban la implementación de reformas dolorosas pero consideradas necesarias por los organismos multilaterales de crédito, Suharto propuso aumentos sustanciales a los subsidios del petróleo, el arroz y los fertilizantes.

La población pobre dependió durante mucho tiempo de estos subsidios políticamente sensibles, pero el FMI pretende su levantamiento debido a que, según sus expertos, son económicamente ineficientes.

Con su proyecto de presupuesto, el gobierno demostró que pretende apagar los focos de descontento e impedir que se enciendan otros. Se estima que más de dos millones de indonesios perdieron sus empleos en los últimos meses.

Funcionarios militares afirmaron la semana pasada que estaban listos para lidiar con eventuales muestras de descontento social emergentes de la crisis, "en especial las que perturben la estabilidad nacional".

El problema de la sucesión de Suharto ha estado en la mente de muchas personas, pero solo se convirtió en objeto de debate público a causa de los problemas financieros.

La Fundación para la Unidad y la Hermandad Nacional propuso el miércoles a la Asamblea Consultiva Popular no reelegir al mandatario. "Deben usar su sentido común y ubicar la nación sobre los intereses de grupos. Es inhumano dejar a un hombre tan viejo hacer un trabajo tan importante", declaró el grupo.

Líderes e intelectuales musulmanes rechazaron de forma abierta el mes pasado la posibilidad de reelección. Amien Rais, líder del grupo musulmán Muhammadiya, fue propuesto como candidato.

Entre 15.000 estudiantes de la Universidad Gadjah Mada, 82.8 por ciento rechazaron la reelección, según un simulacro de elecciones efectuado en diciembre.

"Sabemos que la Asamblea Consultiva del Pueblo será la que decidirá, pero queremos recordarles que deben tomar decisiones basadas en las aspiraciones del pueblo", dijo el presidente del senado estudiantil, Ridaya La Oda Ngkowe.

El Foro Juvenil y Estudiantil de Jakarta reclamó el mes pasado al gobernante Partido Golkar que reexaminara la nominación de Suharto.

La elección del vicepresidente se convirtió en un asunto clave, debido a la edad del mandatario. Entre los candidatos figuran el actual, general Tri Sutrisno, el ministro de Tecnología, B. J. Habibie, el ministro de Información, Hartono, y el comandante de la reseerva, general Wiranto.

"Si un nuevo líder es inaceptable en el plano religioso, existirá un conflicto potencial. Y cuando el conflicto estalle, la economía estará en juego", dijo Maman Djamaludin, profesor musulmán de la Escuela Ujing Berong.

En los primeros días de la actual crisis monetaria asiática, los analistas elogiaron la forma en que Suharto manejó la situación. Pero quizás se apresuraron a manifestar su apoyo.

El gobierno postergó la concreción de varios grandes proyectos de infraestructura, pero autorizó la continuación de 15 obras. Algunos observadores lo atribuyeron a la intención de crear empleos, pero otro a la presión de uno de los hijos de Suharto con intereses en esos emprendimientos.

El Ministerio de Finanzas cerró en diciembre un banco controlado por uno de los hijos de Suharto, Bambang Trihatmodjo, debilitado por el exceso de deudas. Trihatmodjo amenazó con querellar al gobierno y más tarde fundó un nuevo banco con la misma composición de capital que el primero.

Los monopolios agrícolas vinculados con la elite política continúan, así como proyectos desarrollados por familiares de Suharto que, además, exigen a los bancos tratamiento especial.

La crisis monetaria dejó al descubierto la debilidad de Indonesia y la de muchas economías asiáticas. La naturaleza en exceso personal de los negocios que dependen de relaciones políticas y familares alimenta la falta de transparencia.

Al comienzo de la crisis, el FMI y el Banco Mundial confiaban en que Suharto se vería obligado a mejorar la transparencia para restablecer la confianza, pero eso, hasta ahora, no sucedió.

Además, una prolongada sequía, la peor en Indonesia en cinco decenios, golpeó a las provincias orientales y agregó sal a las heridas económicas nacionales. (FIN/IPS/tra-en/ky-js/js/mj/ip if/98

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