El resentimiento, y en cierto modo el rencor de los que no huyeron fue un inesperado problema en la ejecución del Programa de retorno de los 600.000 campesinos desplazados que escaparon de la violencia política en Perú entre 1980 y 1992.
El regreso masivo de los desplazados a sus hogares y tierras forma parte del proceso de pacificación, acción que el Estado peruano promueve, organiza y respalda a traves del Programa de Apoyo al Repoblamiento (PAR), creado en 1995 y que tropezó con una dificultad inesperada.
"Sabíamos que los desplazados encontrarían sus viviendas incendiadas, sus animales muertos, y que sus hijos se resistirían a abandonar las ciudades en donde se refugiaron, pero no contamos con el resentimiento de los campesinos que no huyeron", dice Guillermo Wong.
Wong es jefe del PAR, organismo oficial que cuenta con el respaldo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de varias otras agencias de cooperación internacional.
La violencia política provocó en Perú entre 1980 y 1992, 27.000 muertos y desaparecidos y alrededor de 30.000 millones de dólares en pérdidas materiales.
Las 600.000 personas de las zonas rurales que debieron escapar de las zonas más pobres del país forman parte de la herida social dejada por la guerra.
El retorno masivo de los desplazados es absolutamente voluntario y se basa en la decisión de cada uno de ellos de regresar a sus heredades.
"Desde su origen, las Naciones Unidas se preocupan por el problema de los refugiados. Desplazado es el término internacionalmente utilizado para aludir a los migrantes forzados que buscan refugio en otros territorios de su propio país", expresa Fernando Hesse, oficial del PNUD.
Señala Hesse que el programa de apoyo al retorno de los desplazados en Perú cuenta con un financiamiento total de 120 millones de dólares, 70 de los cuales proceden del gobierno peruano, y el resto es aportado por varias agencias de cooperación internacional.
La mesa de donantes fue promovida por el PNUD, que actúa como agente supervisor en representación de las agencias de cooperación internacional que se comprometieron a participar.
"El Estado peruano, con participación de las organizaciones comunales de base, maneja los programas de acción. Algunos de los organismos internacionales todavía no han comenzado a desembolsar, pero han firmado los respectivos convenios de cooperación", informa Wong.
En octubre de 1996, el propio director regional del PNUD, el costarricense Fernando Zumbado, visitó una comunidad de desplazados asentada en una barriada de Ayacucho, que preparaban entonces su retorno a sus aldeas de origen.
La mayoría de los líderes de la organización guerrillera Sendero Luminoso fueron apresados en 1992 y se rindieron en 1993, y aunque todavía queda una facción disidente que rehusa abandonar las armas, el territorio rural antes combustionado por la guerra está en trance de recuperación de la normalidad.
Para superar el conflicto entre los retornantes y los que se quedaron, y para restablecer la armonía del tejido social, la ayuda se distribuye entre todos y se encaran fundamentalmente planes de desarrollo comunal.
El PAR realiza obras de rehabilitación y reconstrucción de viviendas rurales, puestos de salud, locales escolares, canales de riego, carreteras, obras de saneamiento básico y promueve la creación de nuevas empresas y actividades productivas comunales.
"Con el respaldo técnico del PNUD, el retorno organizado de los desplazados no buscan solamente restituirles sus derechos de propiedad y bienestar y reinsertarlos en sus comunidades, sino también impulsar el desarrollo socio-económico de las zonas deprimidas que fueron escenario de la subversión", dice Wong.
"Por ello denominamos ahora al programa 'Un millón de campesinos', porque incluimos también entre sus beneficiarios a los 400.000 que sobrevivieron en sus castigadas comunidades rurales", señala Wong.
Los programas de desarrollo del PAR incluyen obras viales para que las comunidades campesinas, que antes tenían una actividad de subsistencia, se inserten en la economía de mercado a través de la comercialización de sus productos.
También tienden a identificar actividades productivas nuevas adecuadas para cada zona, o a optimizar procedimientos de algunos rubros tradicionales para elevar su rentabilidad.
En Huanta, una zona tradicionalmente productora de tara, una leguminosa que contiene tanino (insumo en la industria de curtiembre), se distribuyen almácigos de una variedad mejorada procedente de Israel, y se asegura la adquisición de toda la producción de los campesinos que la adquieran.
En Uchu, otra comunidad ayacuchana, se ha extendido el aprovechamiento artesanal y familiar de la producción de miel y se les organiza para concentrar su comercialización.
La producción de "papa seca", papa deshidratada mediante calor y luego triturada según un procedimiento creado por los incas siglos atrás, que es base de la "carapulcra", un plato muy popular en Perú, se realiza en algunas comunidades en forma semi industrial y con hornos mejorados.
Uno de los "retornantes", Alejandro Llantoy, describe cómo sobrevivieron quienes se quedaron en el terruño, al relatar la odisea que lo empujó a escapar a él y a su familia, en 1985.
"No queríamos abandonar las tierras, pero teníamos miedo a los soldados y a los guerrilleros, pues ambos reclamaban apoyo a la fuerza y nos amenazaban . Durante el día poníamos vigilantes en las partes altas, para que nos avisaran si llegaba alguien. En las noches nos escondíamos en cuevas", dice.
"Sin embargo, una noche nos sorprendieron los terrucos (guerrilleros de Sendero Luminoso) y mataron a siete personas, acusándolas de dar alimentos a los soldados", concluye.
Después de algunos años de vivir en una barriada marginal en Lima, Llantoy regresó en 1995 a Atacocha, su pequeña aldea en Ayacucho, en donde participa en el proyecto del PAR y el PNUD para aprovechar los vecinos yacimientos de sal y cal en una empresa comunal. (FIN/IPS/al/jc/pr/97