/AMBIENTE/JAPON: La protección ambiental comienza en el hogar

Keiko Tanaka, de 45 años, lleva consigo una gran bolsa de algodón tejido cuando sale de compras y de ese modo evita que en su casa en la capital de Japón se acumulen bolsas de plástico inútiles.

Ella dice que esa es su forma de contribuir en la disminución de la cantidad de residuos y en la defensa del ambiente. "Tomé la iniciativa hace dos años, cuando me enteré de la terrible filtración de dioxinas en la tierra y el agua que produce la combustión de basura", explicó.

Tanaka compra sus provisiones en Seikyo, una cooperativa de consumidores que vende alimentos sin elementos químicos y fomenta el reciclaje.

También instruyó a su hija para que envuelva sus obsequios en papel de diario, en lugar del lujoso material que se utiliza por lo general en Japón, cuyo uso ella considera un derroche.

La actitud de Tanaka es un testimonio la creciente conciencia que va ganando a las sociedades del mundo industrializado sobre la necesidad de llevar un estilo de vida más frugal y que no dañe el ambiente, según activistas y expertos.

"Aunque Tanaka no representa a la mayoría, al menos simboliza el éxito gradual que tuvimos, en comparación con lo que sucedía hace 10 años", dijo Yoko Tomiyama, directora de Japan Consumer Union, una de las mayores organizaciones de consumidores del país asiático.

Esta asociación, que agrupa a organizaciones más pequeñas de todo Japón y recibe fondos del gobierno municipal de Tokio, trabaja con varios programas por un ambiente más seguro y limpio.

Entre sus últimos proyectos figura uno que promueve la reducción del uso de pañales descartables y la utilización de papel higiénico elaborado con material reciclado.

Una de las metas del grupo es que el japonés promedio comprenda que su cómodo estilo de vida no daña solo su propio ambiente sino el de otros países, explicó Tomiyama.

"En nuestras campañas, enseñamos al público de qué manera nuestros estilos de vida disipados son nocivos para los bosques de otros países, en particular las selvas tropicales de los países en desarrollo", explicó Tomiyama.

Pero ella admite que el cambio de las actitudes y los hábitos de la gente es un proceso muy lento, pues muchas personas no demuestran interés por otros países.

Sin embargo, Tomiyama afirma que las organizaciones comunitarias lograron cierto éxito en el cerrado mundo empresarial, donde las ganancias a menudo tienen mayor peso que las inquietudes ambientales.

Por ejemplo, las compañías adoptaron como práctica habitual, en parte gracias a la presión de la comunidad, el reciclado del papel, que ayuda a reducir las importaciones de madera.

En 1996, un promedio de 53,6 por ciento del papel producido en Japón contenía papel reciclado. En Gran Bretaña, ese porcentaje asciende a 65,8, y en Alemania a 58, según la Asociación del Papel de Japón.

La economía de Japón es la segunda más rica del mundo y el poder adquisitivo de los hogares es de 2.960 dólares por mes. Los economistas esperan que el consumo personal aumente 3,5 por ciento este año, lo que preocupa a organizaciones de consumidores y otros grupos.

"El nivel de vida del japonés promedio es alto, con buena comida, hermosas prendas y los últimos electrodomésticos", explicó Tomiyama.

Pero este estilo de vida también fomenta el gasto y genera más residuos. Artículos desechables como muebles y electrodomésticos con frecuencia saturan los depósitos de basura de Japón, un problema que las autoridades consideran una bomba de tiempo.

El gobierno espera que el parlamento apruebe una ley de reciclaje en abril de 1998, cuyo borrador establece la participación de las empresas en el proceso, lo que contribuirá a crear una cultura de reducción de residuos.

Los grupos de consumidores destacan la iniciativa porque determina con claridad la responsabilidad de las compañías que producen botellas y cartones y porque fomenta mejores métodos de reciclaje.

Sin embargo, los activistas requieren de las empresas esfuerzos más amplios y serios para proteger el ambiente.

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) solicitó a las empresas japonesas que tomen la delantera y establezcan un consejo para luchar contra el cambio climático mundial y promover el uso sustentable de la energía.

Pero Tomiyama opina que será muy difícil cambiar las costumbres arraigadas de las compañías.

Por ejemplo, las compañías constructoras siguen utilizando la valiosa madera de los trópicos, a menudo más cara que otras opciones, y se dan el lujo de arrojar contenedores de cemento a la basura luego de utilizarlos.

Japón también recibe críticas por utilizar la madera de otros países mientras conserva sus propios bosques.

La madera tropical que importa de otras zonas de Asia es cinco veces más barata que el producto cultivado en el país, a pesar de que 70 por ciento de la tierra japonesa está cubierta con bosques. Esto ayuda a aumentar las ganancias de las empresas constructoras.

Mientras tanto, las críticas de los grupos de consumidores obligan a las compañías a recurrir a otras zonas para conseguir madera barata, como Estados Unidos, Canadá y Siberia, lo que no ayuda a disminuir el problema del consumo del producto, según los activistas.

Ya es tiempo de concentrar el esfuerzo en la reducción de la demanda de dichos productos, dado que las empresas prestan atención a las señales del mercado, sostuvo Tomiyama.

"La única manera de combatir la práctica de las empresas es educar al consumidor", explicó. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/aq- mj/en/97

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