El gobierno de México detuvo a un capo del narcotráfico en momentos que Estados Unidos evalúa la cooperación de este país en la lucha antidrogas.
Aunque se trata de una acción que se proclama soberana, coincide, como sucedió en otras ocasiones, con las presiones de Washington.
La detención de Oscar Malherbe, anunciada este jueves, primero por las agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) y luego por la Procuraduría de México, golpeó al llamado cartel del Golfo, comandado hasta 1995 por Juan García, narcotraficante capturado en enero de 1996 y condenado a cadena perpetua en el país vecino.
Malherbe, quien había reemplazado a García como operador del negocio, fue enviado al máximo penal de seguridad de Almoloya, donde están recluidos otros narcotraficantes, el hermano del presidente Carlos Salinas y el ex jefe de la lucha antidrogas, el general Jesús Gutiérrez.
Aunque en América Latina se rechaza el mecanismo de la certificación en encendidos discursos de tono nacionalista, cada año varios en la región se realizan importantes acciones contra narcotraficantes días antes de conocerce la calificación estadounidense.
Esta semana, los diarios estadounidenses The New York Times y The Wall Street Journal informaron que Washington presiona al gobierno de México para que detenga a los jefes de los carteles de la droga en un plazo máximo seis meses y conceda inmunidad diplomática a 39 agentes norteamericanos.
El historiador Lorenzo Meyer, del Colegio de México, afirma que la lucha contra el narcotráfico en su país está estrechamente ligada a las presiones de Washington desde principios de siglo.
El combate de México contra los productores y consumidores de drogas se inició entre 1916 y 1929 "en buena medida como resultado de la presión que vino del norte tras la aprobación de leyes contra el uso del opio, la heroína, la cocaína y la marihuana", señaló Meyer.
Luego de la segunda guerra mundial aumentó en Estados Unidos la demanda de marihuana y opio, y México se transformó en el principal proveedor y en el blanco de los ataques de Washington.
"De continuar la tendencia actual, cada vez más la política exterior mexicana consistirá en reaccionar a la presión norteamericana en el pantanoso terreno del narcotráfico", dijo Meyer.
"Hoy la tensión en la relación México-Estados Unidos motivada por el narcotráfico está llegando a un nuevo estadio. La debilidad de las instituciones mexicanas, en particular la Presidencia, las hacen muy vulnerables a presiones como el humillante proceso de certificación", añadió.
Un documento del Congreso de Estados Unidos, difundido en noviembre, califica de fracaso la cooperación antidrogas entre México y Estados Unidos, pues no logra frenar el tráfico por la frontera común y los decomisos continúan descendiendo desde 1992.
"El promedio anual de cocaína decomisada entre 1990 y 1992 fue de más de 45 toneladas. En contraste, de 1993 a 1995 el promedio anual de cocaína decomisada bajó a 30 toneladas", dice la División de Seguridad Nacional y Asuntos Internacionales del Congreso estadounidense.
Aunque los últimos años se han detenido a importantes capos de las drogas en México, el tráfico sigue en aumento, pues los carteles adquieren nuevas estructuras, rutas y formas de actuar para satisfacer la demanda, sostienen investigaciones locales.
Las autoridades consideran que los principales carteles que hoy operan en México son los comandados por Amado Carrillo, en ciudad Juárez, el de Tijuana, dirigido por los hermanos Arellano Félix, y el de Sonora, encabezado por Miguel Quintero.
México, país que tiene 3.200 kilómetros de frontera con Estados Unidos -el mercado de drogas más grande del planeta- es considerado zona clave para el paso de drogas de Colombia y para el lavado de dinero.
Según Meyer, el narcotráfico penetró ya en las estructuras del poder en México, por lo que muchas veces son los mismos policías y soldados los que actúan como tropas de los carteles en sus enfrentamientos internos. (FIN/IPS/dc/ag/ip/97
