ARGENTINA: El círculo virtuoso de la agricultura

Los buenos precios de los granos en el mercado mundial durante 1996 animaron a los productores rurales de Argentina a invertir en máquinas, fertilizantes, semillas y asesoramiento financiero, un salto que se traducirá en mejores rendimientos para 1997.

En 1996, las malas cosechas en el hemisferio norte, la caída de los subsidios europeos y una explosión de demanda de los países asiáticos y de Brasil provocaron aumentos de entre 25 y 50 por ciento en los precios mundiales del trigo, el maíz, la soja y el girasol, los granos fuertes de Argentina.

Ese mismo año, en este país la cosecha fue de 49 millones de toneladas. Ahora, en 1997, aún cuando la perspectiva de precios podría no ser tan favorable como en el período último, se espera una cosecha de 56,5 millones de toneladas, resultado de un aumento en el rendimiento por incorporación de tecnología.

Sólo en el caso de la soja, la estrella de los granos argentinos, la producción se supera a sí misma cada año. Es hoy el principal rubro de exportación agrícola y aporta 20 por ciento de las divisas al país, por eso los productores no dudan en invertir en ella.

Para 1997, organismos oficiales habían vaticinado una cosecha récord de 13,9 millones de toneladas de soja, un total superior a los 12,5 millones de 1996. Pero fuentes consultadas por IPS aseguran que superará las 14 millones de toneladas.

"El productor argentino siempre busca modernizarse, pero sólo en 1996 la combinación del buen clima con el salto de los precios le dio margen para incorporar todo tipo de tecnología", dijo Alejandro Ramírez, consultor y analista de temas agropecuarios.

Desde 1990, cuando la economía argentina se abrió a la competencia externa, ya comenzó la incorporación de recursos tecnológicos modernos. El proceso se vio incentivado por el mejoramiento del transporte y los puertos, y los avances en el desarrollo de semillas mejoradas genéticamente.

Pero en 1996 hubo un "boom". Las compañias dedicadas a la venta de fertilizantes, agroquímicos, semillas, tractores y cosechadoras aumentaron sus ventas entre 15 y 45 por ciento, y ninguno acusó una caída en las colocaciones.

La asociación que nuclea a los fabricantes de tractores indica que en 1995 se destinaron 3.856 unidades al mercado interno y en 1996 el volumen saltó a 5.433. Los proveedores de semillas admiten que su facturación se incrementó 40 por ciento entre uno y otro año.

Para 1997, estos proveedores no creen que puedan superar los volúmenes vendidos el año último, pero los consumidores sí creen que podrán reembolsar ganancias este año de las inversiones realizadas el anterior.

Los productores están haciendo mayor uso de herramientas financieras, como los mercados a futuro y también usan el servicio de control computarizado de cosechas o las imágenes satelitales que permiten observar el proceso productivo en cada etapa.

"Sin duda, los productores se reequiparon y eso les permite nivelar los rendimientos evitando las alzas y bajas bruscas de unos años atrás", dijo el ingeniero de sistemas Guillermo Ruiz, del departamento agrícola de la consultora Julio Aurelio.

El propio Ruiz es una muestra del salto. Numerosos expertos en computación están trabajando para el sector rural.

Esta modernización del campo aún está lejos de su techo. "Todavía hay un largo camino por recorrer", aseguró Ramírez.

No sólo hay tierras de más baja calidad que se podrán sumar a las áreas de cultivo mediante mejoras en los sistemas de riego y otras técnicas, sino que en relacin a otros países, en Argentina aún es bajo el rendimiento por hectárea.

En promedio, el maíz rinde 4.200 kilogramos por hectárea, el girasol 1.900, la soja 2.500 y el trigo 2.300.

"Pero con un mejor riego y control de plagas, el maíz puede rendir 6.000 kilogramos por hectárea y la soja 8.000 kilogramos", afirmó Ramírez.

Por eso, y aún cuando los productores rurales -en particular los pequeños y medianos- protesten por la falta de créditos accesibles, el campo sigue siendo una promesa para Argentina. (FIN/IPS/mv/ag/dv-if/97

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