La cumbre de Medio Oriente tomó hoy un giro inesperado cuando el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu y el líder palestino Yasser Arafat almorzaron juntos y a solas tras una mañana de conversaciones con el presidente estadounidense Bill Clinton y el rey Hussein de Jordania.
Mike McCurry, portavoz de la Casa Blanca, declaró a los periodistas que hasta el momento, las conversaciones fueron "discretas pero muy constructivas", aunque se negó a ofrecer detalles sobre las iniciativas específicas discutidas.
Según McCurry, Netanyahu y Arafat, que sólo se habían reunido una vez, antes de su almuerzo de este martes en Washington, " pueden trabajar juntos e iniciar el tipo de diálogo que podría resolver las diferencias, como se espera".
El portavoz realizó su declaración en medio de la primera jornada de una cumbre de emergencia en la Casa Blanca, convocada por Clinton con el fin de rescatar el proceso de paz en Medio Oriente, lanzado en Madrid hace cinco años.
"Nadie desea volver atrás", dijo Clinton a los periodistas mientras se fotografiaba con los otros tres líderes. No obstante, destacó, el gobierno de Estados Unidos no publicará ninguna conclusión formal sobre el encuentro hasta la finalización del mismo, este miércoles.
Miembros del gobierno habitualmente locuaces guardan silencio desde que un alto funcionario admitió que Washington no había preparado una agenda detallada para la cumbre y ofreció a los periodistas un panorama bastante pesimista, en la mañana del lunes.
El funcionario, que calificó la actual situación como "de emergencia", señaló que Estados Unidos está poco dispuesto a presionar a cualquiera de las partes sobre temas específicos. El objetivo es "idear la forma de lograr un nuevo compromiso entre israelíes y palestinos", destacó.
La cumbre fue convocada apresuradamente tras la violencia desatada la semana pasada entre palestinos, incluidos miembros de las fuerzas de seguridad de Arafat, y soldados israelíes. Más de 70 personas murieron en los tres días que duraron los enfrentamientos en Jerusalén, la franja de Gaza y Cisjordania.
El conflicto comenzó cuando Israel abrió al turismo un túnel subterráneo cercano a las mezquitas de Omar y Al-Aqsa, dos de los santuarios musulmanes de Jerusalén oriental, que Arafat pretende convertir en la capital del futuro estado palestino.
La Autoridad Nacional Palestina (ANP) e Israel aún no han discutido el estatuto permanente de Jerusalén, una instancia prevista en los acuerdos que pusieron en marcha el proceso de paz de Medio Oriente.
Las negociaciones bilaterales están paralizadas desde que el derechista Partido Likud de Netanyahu derrotó al Partido Laborista, del ex primer ministro Shimon Peres, en las elecciones de mayo.
Netanyahu insiste en que está dispuesto a implementar todos los acuerdos firmados por sus predecesores, pero Arafat y otros dirigentes árabes lo acusan de violar los pactos.
Al respecto, los árabes señalan el aumento de los asentamientos judíos en Cisjordania, la demolición de viviendas de palestinos en Jerusalén oriental y la postergación indefinida de la retirada de tropas de Hebrón, la última de las ocho ciudades cisjordanas adjudicadas en los acuerdos bilaterales a la ANP.
Según se informó, la administración de Clinton solicitó la semana última a Netanyahu la clausura del túnel que provocó las sangrienta refriega entre palestinos y el ejército israelí.
Pero el primer ministro de Israel, presionado por dirigentes de extrema derecha de su partido, como el ex ministro de Defensa Ariel Sharon, se rehusó a hacerlo, por entender que recompensaría el uso de la violencia como medio de protesta.
Mientras se niegan a discernir responsabilidades en público, funcionarios estadounidenses manifiestan en privado malestar ante la inflexibilidad de Netanyahu.
Washington optó el fin de semana por la abstención frente a una resolución de condena a Israel por la apertura del túnel votada en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Fue esa una de las pocas ocasiones en que Estados Unidos no recurrió a su facultad de veto para proteger a Israel de la censura diplomática.
El gobierno de Clinton está también claramente irritado por la respuesta negativa que Netanyahu dio al presidente de Egipto, Hosni Mubarak, que lo invitó a reunirse con Arafat y con él en El Cairo cuando arreciaba la crisis.
Mubarak expresó su frustración declinando la invitación de Clinton a las conversaciones comenzadas este martes en Washington.
El presidente egipcio, que envió en su lugar a su ministro de Relaciones Exteriores, cree que difícilmente Clinton presionará con firmeza a Netanyahu en plena campaña para las elecciones de noviembre en Estados Unidos.
Mientras, el candidato presidencial republicano, Robert Dole, se pronunció el lunes decididamente en apoyo de Netanyahu, después de conversar con sus asesores en política exterior.
Dole instó a las partes a poner fin "incondicionalmente" a la violencia y advirtió que el gobierno de Netanyahu "merece el pleno respaldo de Estados Unidos en este momento de crisis".
La declaración de Dole, quien este martes se encontrará con Netanyahu, significó una victoria para algunos de sus consejeros, como Jeane Kirkpatrick, ex embajadora de Estados Unidos en la ONU, y Richard Perle, ex vicesecretario de Defensa, que siempre han manifestado escepticismo ante los acuerdos de 1993 entre palestinos e israelíes.
En cambio, otros asesores del candidato republicano, principalmente los que tuvieron cargos de responsabilidad en la administración de George Bush (1989-1993), son partidarios de presionar a Netanyahu para superar el estancamiento del proceso de paz. (FIN/IPS/tra-en/jl/yjc/ml-ff/ip/96