Pocas personas fuera de Sri Lanka conocen la costumbre de la comunidad musulmana en el país asiático de la mutilación genital femenina, guardada como secreto por las mujeres, en la creencia de que una niña a quien no se le haya practicado no será apreciada para el matrimonio.
A los cuarenta días del nacimiento, madres y abuelas sostienen a la pequeña mientras la tradicional "osthi mami" extrae el clítoris y esparce ceniza en la herida para detener la hemorragia. El ritual incluye el rasurado de la cabeza de la niña.
La cultura de la mutilación genital femenina está extendida en este pequeña isla del océano Indico, aunque la práctica se realiza en secreto.
Hay básicamente dos tipos de ritual. Para algunos, es un acto simbólico en que un cuchillo toca el clítoris, mientras para otros implica quitar el clítoris o la intervención conocida como infibulación, en la cual se quitan el clítoris y los labios de la vulva.
Al menos dos millones de niñas son víctimas de la mutilación genital cada año en el planeta, según estimó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1994.
La práctica es común en los países musulmanes de Africa, y también en algunas comunidades cristianas, aunque no hay referencias a ella en los libros sagrados de estas regiliones, por ser anterior al Islam y el Cristianismo.
La mutilación genital femenina es inexistente en Asia musulmana, pero los sociólogos sitúan su ingreso a Sri Lanka a la llegada de comerciantes árabes a la isla de Ceilán hace unos 200 años.
La doctora Marina Riffai señala que las mujeres ortodoxas creen que sufrirán un deseo sexual demasiado fuerte si mantienen su clítoris, y no están dispuestas a admitir que la operación produce infecciones, infertilidad y dolor durante las relaciones sexuales.
Según la doctora, la práctica está muy extendida en Sri Lanka, aunque el crecimiento del fundamentalismo islámico en la isla y el hecho de que la mutilación genital femenina no tenga sanción religiosa ha hecho que se oculte.
No obstante, un estudio de una organización no gubernamental reveló que casi 90 por ciento de los musulmanes y los borah (una secta musulmana) respaldan la práctica.
El informe atribuye la poca conciencia sobre el tema al hecho de que los varones no están presentes en el ritual.
Las mujeres que han sido "circuncidadas" son más respetadas en su comunidad, indicó el estudio, y añadió que el ritual mantiene la ocupación tradicional de las "osthi mamis".
Estas mujeres se encuentran en los suburbios de Colombo, y reciben unos 12 dólares por la intervención. Además, se ocupan de bañar el cuerpo de los difuntos antes del entierro.
La práctica no es admitida, y las "osthi mami" se rehúsan a hablar con la prensa sobre su profesión, aunque señalan que la tradición empieza a decaer a consecuencia de la falta de respeto entre los jóvenes por los valores de las generaciones anteriores.
Farhana, estudiante de 28 años de la Universidad de Colombo, dijo que fue mutilada cuando bebé, pero se mostró dispuesta a "no circuncidar a mi propia hija".
Zameena, joven madre de una niña de cinco años, pasó por una experiencia frecuente entre quienes se oponen a la mutilación. Tras negarse a someter a su hija a la intervención, su suegra y las mujeres mayores de la familia la realizaron durante su ausencia.
"Me enfurecí cuando regresé y descubrí a mi hija, entonces de tres meses, aullando de dolor", recuerda, y afirma que "me siento impotente cuando los miembros de mi familia aún creen que es parte de nuestra religión".
Sri Lanka ratificó la Convención de las Naciones Unidas sobre la Abolición de Toda Forma de Violencia contra la Mujer, pero la reducción de la mutilación no es una prioridad en el país.
Jezima Ismail, integrante de la comisión de la mujer encargada de enfrentar todo tipo de discrminación, dijo que en Sri Lanka hace falta una investigación que respalde una campaña para la prohibición de la práctica.
El tema ha sido planteado en varios foros, pero no hubo un intento oficial de sostener propaganda contra la mutilación genital femenina.
La comunidad musulmana está dividida entre quienes piensan que es una parte esencial de su cultura y quienes afirman que no hay un mandato religioso al respecto. (FIN/IPS/rs/an/lp/pr-cr-hr/96