CARIBE: La danza de los dólares hacia la unión monetaria regional

Economistas, gobernadores de bancos centrales y funcionarios encargados del proceso de integración del Caribe sueñan con el día en que una sola moneda cure a la región de sus dolores de cabeza comerciales y turísticos.

Esta necesidad es cada vez más apremiante, porque los siete dólares distintos, sumados a los florines de Surinam, danzan sobre las olas del Caribe y continúan fluctuando, algunos de ellas en forma diaria.

Por ejemplo, un turista puede comprar en unos pocos y selectos bancos comerciales de Jamaica un dólar local con 17 centavos de Trinidad y Tobago. Y podría comprar un dólar de Barbados con tres trinitarios, o con 2,2 adquirir uno de Caribe Oriental.

Para el común de los visitantes, y aun de los empresarios que viajan al Caribe, este proceso es demasiado complicado. Por eso, todos usan dólares estadounidenses.

No hace mucho tiempo, encontrar el debilitado dólar jamaiquino en las restantes islas caribeñas era imposible, excepto, por supuesto, en los bolsillos de aquellos pocos que se olvidaban de convertir esos gigantescos fajos de billetes a una divisa más cómoda.

Las iniciativas en torno a una divisa común se escuchan con más fuerza cada día. Bancos centrales y ministros de Finanzas ya están estableciendo pautas de convergencia macroeconómica con ese fin. La libre convertibilidad y una banda de flotación como pasos intermedios hacia la meta de la moneda única regional.

Pero hace menos de 40 años, el Caribe tenía, efectivamente, la divisa común que hoy pretende. Esa divisa era la libra esterlina.

La herencia colonial se unía al hecho de que las economías de la mayoría de los estados de la Comunidad del Caribe (Caricom), dedicados casi exclusivamente a la producción agrícola, tenían en Gran Bretaña un mercado garantizado para sus exportaciones que les aseguraba una perspectiva cómoda.

Los niños de la región aprendían la complicada conversión de peniques a chelines y de chelines a libras en las escuelas, donde las banderas de Gran Bretaña quedaban amarillentas a causa del intenso sol tropical.

Hoy, el turismo, el intenso tráfico de viajeros a los centros metropolitanos, el predominio del mercado de Estados Unidos como destino de las exportaciones y las tendencias financieras internacionales han convertido al dólar estadounidense, de hecho, en la divisa supranacional del Caribe.

Cualquiera puede comprar pescado en Santa Lucía, cortarse el pelo en Jamaica o en Guyana, o demandar cualquier bien o servicio en todo el Caribe con el omnipresente billete verde.

La única presencia simbólica de una divisa común se registra en los siete pequeños países de la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECS). Allí, los dólares del Caribe Oriental, regulados por el Banco Central subregional, son de uso corriente.

En los 14 países miembros del Caricom se utilizan ocho monedas distintas. Además del dólar del Caribe Oriental, se usan los dólares de Bahamas, Barbados, Belice, Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago y los florines de Suriname.

La cumbre de jefes de estado y de gobierno del Caricom celebrada en 1989 en Granada puso por primera vez en la agenda el problema de la divisa común.

La iniciativa cobró ímpetu en la reunión celebrada en Jamaica en 1990, que finalizó con una declaración que comprometía a los bancos centrales a trabajar coordinadamente hacia el establecimiento de una unión monetaria.

La Comisión de las Indias Orientales, que estudia el proceso de integración regional, sugirió en 1992 el establecimiento de "un nivel de acuerdo de tasas de cambio y libre convertibilidad entre divisas o una única moneda".

La comisión propuso la creación de una autoridad monetaria independiente de los 14 gobiernos en el marco de una divisa única. De todos modos, se reconocieron las dificultades y se sugirió la libre convertibilidad como meta intermedia hacia la moneda común.

Economistas de la región se manifestaron preocupados por que la divisa única pueda afectar a las economías más inestables si no se dispone una convergencia económica suficiente.

Pero los expertos también admitieron las dificultades que el resto del mundo encuentra para hacer negocios con ocho monedas diferentes en una región pequeña.

De acuerdo con la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), los problemas son las diferencias en los regímenes de cambio, la falta de convergencia de las macroeconomías, los costos a corto y largo plazo de la integración monetaria y la escasez de divisas extranjeras.

"Lo que se requiere es la integración de los sistemas bancarios. Si los bancos de Barbados hicieran negocios con los de Jamaica, los países se verían obligados a la integración monetaria", dijo a IPS el economista Lloyd Best, de Trinidad y Tobago.

La convertibilidad de las divisas regionales debería ser motivo de análisis entre bancos centrales e instituciones financieras, sugirieron expertos del Caricom a la 17 Cubre del agrupamiento, celebrada en Barbados.

En el campo macroeconómico, la región parece encaminarse a la convergencia en los procedimientos de fijación del cambio. En las economías con cambio fijo, la inflación se acompasa con los principales socios comerciales. En las flotantes, se registra una inflación levemente mayor debido a las depreciaciones.

Por el momento, los bancos centrales han percibido condiciones relativamente favorables, excepto en casos como el de Guyana, cuya deuda externa es elevada.

Los economistas sostienen que, entre otros, los indicadores de convergencia para determinar si la región está madura para una unión monetaria incluyen la existencia de reservas por el valor de tres meses de importaciones durante un año y tasas de cambio estables durante 36 meses.

Pero el primer ministro de Trinidad y Tobago, Basdeo Panday, no es muy optimista acerca de la libre convertibilidad, pues "aun falta mucho trabajo por hacer en la materia antes de seguir adelante".

Se prevé que el Consejo de Gobernadores de Bancos Centrales del Caricom introduzca en breve un grado de flexibilidad mayor en el sistema.

Los ministros de Finanzas consultaron al Consejo en torno a la fijación de una banda de flotación en los países que no tienen cambio fijo y el diseño de mecanismos que incluyan la convertibilidad de cheques y giros bancarios, además de efectivo.

Los observadores afirman que empresarios y turistas no pueden seguir conteniendo el aliento durante mucho más tiempo a causa del hipo que produce la actual dispersión monetaria de la región, pero los bancos centrales están trabajando duro para acabar con este estado de cosas. (FIN/IPS/tra-en/wg/cb/mj/if/96

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