(Artes y Espectáculos) CHILE: La TV, entre la esquizofrenia y la vulgaridad

Truculenta, vulgar y proclive a la violencia. Estos son los calificativos que predominan en el Senado de Chile sobre la calidad de la televisión, aunque hay quienes restan autoridad a los políticos en la materia y consideran que su crítica es "esquizofrénica".

El tema ha sido objeto de debate todo este mes, desde la sesión secreta del día 4 en que los senadores analizaron los nombres propuestos por el presidente Eduardo Frei como nuevos miembros del Consejo Nacional de Televisión (CNTV).

La sesión, realizada en la sede del Congreso en Valparaíso, 120 kilómetros al oeste de Santiago, tuvo en verdad poco de secreto, porque apenas finalizó los parlamentarios corrieron a informar a los medios sobre lo debatido.

Como es habitual, los políticos se disputaron las cámaras de los reporteros de televisión, para contar al público que, a su juicio, el medio audiovisual en Chile se caracteriza por una baja calidad de su programación.

Los senadores impugnaron especialmente las telenovelas por transmitir "antivalores" al mostrar pornografía y situaciones de infidelidad matrimonial, de éxito fácil con procedimientos ilícitos o simplemente de violencia.

Los noticieros no fueron mejor tratados en la crítica y abundaron impugnaciones a las tendencias al sensacionalismo, la truculencia informativa y también al excesivo realce que se da a los hechos de violencia con enfoques de espectacularidad.

Los juicios senatoriales aludieron sólo a la televisión de señal abierta, que en Chile está integrada por canales de propiedad estatal, universitaria y privada, y cuyo funcionamiento es regulado por el CNTV.

El CNTV, de acuerdo a las facultades que le otorga la ley, resolvió desde abril de este año intervenir también en la televisión por cable, censurando la transmisión de filmes o programas considerados pornográficos.

Las actuaciones del consejo despiertan frecuentes controversias y un grupo de diputados está promoviendo una ley para que se prohiba todo tipo de censura, tanto en la TV abierta como de cable, en el horario de adultos a partir de las 22.00 horas.

En el Senado, donde hay una mayor identidad generacional con posiciones conservadoras, se tiende a defender las atribuciones censoras del CNTV.

Pero la propia presidenta del consejo, Pilar Armanet, afirmó que lo ideal sería que todos los valores relativos a sensibilidades morales, políticas o religiosas "estuvieran sometidos a una autorregulación de los propios medios".

De acuerdo a Armanet, la introducción del "video-chip" para las señales por cable podrá ser un instrumento de autorregulación familiar, evitando que los menores vean programas considerados amorales o de excesiva violencia.

Para el sociólógo y ex director de la Secretaría de Comunicación y Cultura, Eugenio Tironi, la reacción de los senadores contra la televisión de señal abierta fue "esquizofrénica".

"La política es la actividad que más utiliza la cultura audiovisual. Los políticos buscan emocionar y prefieren la pantalla a la calle", explicó Tironi.

Una encuesta realizada a amas de casa de Santiago entre 25 y 55 años de edad y de todos los estratos socioeconómicos indicó que 47 por ciento considera regular la programación televisiva, 18 por ciento la califica de mala o muy mala y 35 por ciento de buena o muy buena.

Los directivos de los canales se defienden de las críticas, apuntando que están obligados a buscar un alto "rating" para captar publicidad en un sistema donde todos los canales, incluyendo los estatales y universitarios, están forzados a autofinanciarse y buscar utilidades.

El sistema de "people-meter", que permite medir la audiencia desde los televisores en forma inmediata y automática, muestra sin embargo que los programas de mayor "rating" en Chile no son los cargados al sexo y a la violencia, sino los informativos y de entretenimiento para la familia.

Según Tironi, no existe una esclavitud absoluta ante el "rating" de los canales, pues estos están dirigidos por instituciones, como la Iglesia Católica, o personas dispuestas a sacrificar algunos tipos de programación para preservar determinada imagen.

Jorge Navarrete, ex director ejecutivo de la Televisión Nacional (estatal) y actual presidente de una red de TV cable, considera que la reacción de los senadores fue desmesurada, ya que los efectos sociales de la televisión "son bastante menores de lo que se presume".

Alfredo Escobar, presidente de la Asociación Nacional de Canales de Televisión, que reúne a todas las estaciones de señal abierta, afirma que "el desarrollo cultural de un país no es responsabilidad de la TV solamente".

"Las televisoras locales siempre han estado llanas a difundir la cultura, siempre y cuando nos proporcionen los recursos por parte de los organismos pertinentes, asumiendo el Estado la labor que le pertenece", dijo Escobar.

María Eugenia Tamblay, estudiante del penúltimo año de Periodismo en la estatal Universidad de Santiago, tiene un juicio más categórico en este debate.

"No se puede negar que la pantalla chica otorga doctorado en chabacanería y capacita a distancia en violencia, consumismo, vulgaridad y truculencia. Pero es así, o somos así aunque no nos guste, y la televisión no es más que una radiografía real de la vida misma", comentó. (FIN/IPS/ggr/jc/cr/96

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