BOSNIA-HERZEGOVINA: Un anciano serbio pone la paz a prueba

Mientras muchos de sus amigos escapaban de este suburbio serbio cerca de Sarajevo, Dragan Knezevic, de 72 años, salió de caminata para saludar a los nuevos policías de la federación croatomusulmana.

Knezevic podía haberse quedado en su casa, después de todo, pero sintió la obligación moral de decir "hola" a quienes ahora se encargan de protegerlo de robos y asesinatos, así como de los conductores imprudentes que siembran el terror en la región.

"Ya no le temo más a la federación. Algunos de estos oficiales me visitaron el lunes a casa y me dieron pan. También me preguntaron si me quedaría en Vogosca. Eso me liberó del miedo", dijo, mientras se acomodaba el saco después de esquivar un automóvil.

Knezevic aún tiene la esperanza de que los criminales abandonen la ciudad y que también se vayan los conductores que no tienen consideración por a los viejos que caminan por la calle.

"Sólo quiero un poco de paz y trabajo. Creo que la federación nos brindará protección. Mi único problema es que no tengo teléfono para llamar a los policías si los extremistas vienen de Sarajevo e intentan matarme", explicó.

La semana pasada, Knezevic no tenía ni siquiera un poco de seguridad. Ya había desarmado sus muebles y metido todas sus pertenencias en cajas para esperar una mudanza que, finalmente, no emprendió.

El anciano se encontró sin salida y sin un lugar a dónde ir cuando su propio gobierno serbiobosnio no cumplió su promesa de enviarle camiones y otros materiales. La necesidad le dio una oportunidad para reflexionar.

"Todo esto fue muy difícil para mí. Y cuando me di cuenta de que la federación llegaría el viernes a Vogosca, comencé a temblar de miedo", dijo.

"Pero nadie vino a ayudarme para la mudanza. No tenía dinero. Me imaginé que sólo podría trasladarme si abandonaba todas mis cosas. Había terminado de llenar mi última caja cuando decidí quedarme y darle una oportunidad a este nuevo tiempo", agregó.

"Me dije que si vienen a matarme para vengarse de lo que les hicieron otros, ése es su problema. No puedo gastar mi tiempo temiendo a estos hombres que se comportan como animales. Si me matan, me matan", concluyó.

Ochenta y cinco policías de la federación, entre ellos 30 serbios y ocho croatas, patrullan ahora este suburbio al norte de Sarajevo bajo la estrecha supervisión internacional.

Su éxito o su fracaso serán decisivos para los pasos futuros, pues los acuerdos de paz firmados en diciembre por los presidentes de Bosnia-Herzegovina, Croacia y Serbia en Dayton prevén que cuatro suburbios serbios más serán controlados por la federación el 20 de marzo.

Y sólo 1.500 serbios de los 12.000 que vivían en Vogosca continúan allí, y han sufrido el acoso de croatas y musulmanes que aún pretenden la revancha.

Varios policías de la federación le prometieron a Knezevic que será protegido de los extremistas que puedan golpear a su puerta. Tanto estos agentes como los militares al mando de la OTAN le llevaron comida y le aseguraron que nadie intentará molestarlo.

El anciano no ha visto a su hermano, que vive en Sarajevo, en 43 meses. Los dos aparecen en las fotografías de antes de la guerra que sacó de una caja.

"Algún día, caminaré por Sarajevo. Pero ya habrá tiempo para eso. Si las cosas marchan como parece, habrá un montón de tiempo. Ahora no, porque estoy un poquito asustado", dijo.

Entonces, sacó de la caja una fotografía de su hijo, que se enroló al ejército yugoslavo antes de que estallara la guerra y se vio obligado a atacar Sarajevo. "Algún día lo veré a él también", dijo esperanzado.

Knezevic añora los buenos tiempos de ayer, cuando su familia estaba unida y los amigos no eran discriminados por su nacionalidad.

Su memoria se remontó a la vieja Yugoslavia unificada, cuando la etnia a la que pertenecía cada uno no importaba más que para determinar el color del cabello, dijo. En ese sentido, recordó al mariscal Tito, que proclamó la igualdad y la aseguró con mano de hierro durante los casi 40 años que duró su régimen.

La civilización comenzó a temblar cuando murió Tito, según Knezevic, quien trabajó en una fábrica del estado durante 35 años y peleó durante la segunda guerra mundial en el movimiento de resistencia al nazismo que lideró el mariscal.

La destrucción del sueño socialista aventó los sueños del anciano, que pensaba vivir sus últimos años en paz. "Tito siempre decía que la hermandad era para todos, pero los nacionalistas dieron por tierra con eso y estalló la guerra", afirmó.

"Esta gente sólo nos ofreció una guerra fratricida. Ahora, cuando abandonamos el siglo XX, retrocedemos a la edad de piedra en lugar de caminar hacia adelante. No tenemos futuro, sólo esperanza", dijo, mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla. (FIN/IPS/tra-eng/kr/rj/mj/eu ip pr/96)

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