Con jabón, venezolanas reconstruyen sus vidas en Trinidad y Tobago

Mujeres refugiadas y migrantes que integran el colectivo San Rafael mezclan aceites con leche de cabra y otros productos naturales para hacer jabón, en un emprendimiento útil para Trinidad y Tobago en tiempos de pandemia. Foto: Melissa Dassrath/Acnur
Mujeres refugiadas y migrantes que integran el colectivo San Rafael mezclan aceites con leche de cabra y otros productos naturales para hacer jabón, en un emprendimiento útil para Trinidad y Tobago en tiempos de pandemia. Foto: Melissa Dassrath/Acnur

Mujeres venezolanas migrantes y refugiadas en Trinidad y Tobago abrazaron el proyecto “Colectivo San Rafael”, para fabricar jabones, esenciales en la lucha contra la covid-19, al tiempo que representa una opción para reconstruir sus vidas, destacó un reporte de Acnur este martes 23.

“Trabajar en el proyecto de los jabones nos cambió la vida por completo, porque para nosotras es difícil encontrar trabajo y fue una manera de escapar de la pandemia”, narró la veinteañera Nelenny a los enviados de Acnur, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados.

El colectivo presta ayuda a las mujeres migrantes y refugiadas que se encuentren en situación de vulnerabilidad en esta ciudad del centro de Trinidad, la mayor de las “islas gemelas” y que conforma con Tobago el estado insular vecino de Venezuela, en el extremo sudoriental del Caribe.

En el patio trasero del albergue para las refugiadas venezolanas se crían algunas cabras, cuya leche se emplea como insumo para la elaboración manual de fragantes y delicados jabones, junto con miel, papaya, granos de avena, aceite de coco, manteca de cacao, aloe, jengibre, cúrcuma y café.

La mezcla se vierte en moldes, donde se endurece y macera durante un mes, y cuando están listas las barras se venden en unos 25 dólares trinitobaguenses (tres dólares de Estados Unidos).

Buena parte de los insumos se adquiere en granjas de la zona, y la plataforma en redes sociales del colectivo actúa como agente de comercialización.

El proyecto “sin duda cambió nuestra visión de las cosas y nos enseñó algo nuevo en medio de la pandemia. Creo que era algo que todas necesitábamos en momentos como estos, me mostró algo que podía hacer” dijo Nelenny.

La joven relató que dejó sus estudios de enfermería en Venezuela ante las dificultades para conseguir alimentos, medicinas, y también por la inseguridad. Viajó a Trinidad y luchó por un techo hasta encontrar albergue y trabajo en San Rafael.

También Elisángel, una madre de tres pequeños, originaria de una comunidad indígena y quien llegó a Trinidad casi con las manos vacías en 2019, dice que el proyecto “me revitalizó y ayudó a resolver algunos problemas económicos”.

Con los nuevos ingresos “hemos podido ayudar a nuestras familias en Venezuela, y si el proyecto crece podremos ir a otros lugares y enseñar a las mujeres a hacer jabones. Se crearían más empleos para más personas”, dijo Elisángel.

El proyecto, iniciativa de Acnur y la organización católica trinitobaguense Living Water Community, procura dotar a las venezolanas del albergue con habilidades como la elaboración de jabones, pero también entregarles herramientas de empoderamiento para que puedan emprender otras iniciativas.

Mercedes Díaz, de la coordinación del colectivo en San Rafael, dijo que el proyecto “les muestra cómo pueden lograr esto y mucho más. Nuestra intención es que crean en su propio potencial y que sigan avanzando”.

Cuatro venezolanas del colectivo coincidieron en que los tristes acontecimientos del año pasado representaron una nueva motivación para abrirse camino en San Rafael.

El 6 de diciembre de 2020 naufragó un bote con venezolanos en el Golfo de Paria, que separa el país sudamericano de esta isla, cuando trataban de llegar a las costas de Trinidad, y al menos 25 personas perecieron, entre ellos varios niños.

El 22 de noviembre 16 niños y nueve adultos venezolanos, que habían ingresado ilegalmente a Trinidad y Tobago, fueron deportados en dos botes que estuvieron más de 24 horas desaparecidos en el golfo.

Ambos acontecimientos llamaron la atención de organismos internacionales de derechos humanos, con peticiones a Puerto España para que cesen las deportaciones, pero el gobierno de este país está decidido a frenar la inmigración ilegal desde la vecina Venezuela.

A Trinidad y Tobago, de 1,3 millones de habitantes, han llegado cerca de 29 000 venezolanos en los últimos cinco años. De Venezuela han salido al menos 5,4 millones de personas como migrantes o refugiados, según cifras de Acnur.

A-E/HM

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