La primera estrategia de género implementada por el Ministerio de la Agricultura de Cuba elevó la participación femenina dentro de un sector clave para la economía y la seguridad alimentaria, aunque persisten brechas y estereotipos arraigados.
Cuando el ramo se apresta a cerrar el primer período de la Estrategia de Género del Sistema de la Agricultura de Cuba (2015-2020), IPS conversó con funcionarias y trabajadoras sobre los avances en materia de igualdad entre mujeres y hombres, así como los mayores obstáculos y retos identificados en busca de la equidad.
“Estamos actualizando la estrategia para la siguiente etapa, con vistas a fortalecer el trabajo en la base productiva”, informó Julia Muriel, que coordina las acciones en materia de equidad de género en la cartera agrícola y todo su sistema, con empresas estatales, cooperativas y sector privado.[pullquote]3[/pullquote]
Calificada de pionera, consiste en una hoja de ruta por “la plena realización y el disfrute de los derechos de las mujeres y hombres”, en un rubro muy masculino y donde los diagnósticos previos arrojaron baja participación femenina, sobre todo en cargos directivos, invisibilización y no remuneración de su trabajo, entre otros.
“Esta estrategia se convirtió en una política del ministerio para poner en igualdad de condiciones a las mujeres y los hombres del campo”, explicó Muriel, sobre la iniciativa implementada, además, por oenegés agropecuarias y la Federación de Mujeres Cubanas, que es la única femenina con registro legal en el país de gobierno socialista.
También cuenta con el apoyo de la cooperación internacional en cuestiones metodológicas y financieras para promover el cambio mediante acciones enfocadas tanto a mujeres como a hombres en este país de 11,2 millones de habitantes, con solo 24 por ciento de su gente asentada en las zonas rurales.
“Como ministerio, tenemos el reto de producir la comida que necesita el pueblo, exportar y sustituir importaciones”, explicó Muriel, refiriéndose a que Cuba importa hasta 70 por ciento de su comida. “Debemos para ello desarrollar los territorios, donde la participación de la mujer resulta vital y se concretan las políticas para el agro”, apuntó.
Así el ramo invierte entre ocho y 10 por ciento de su presupuesto anual en la estrategia de género, que incluye acciones de capacitación, gestión del conocimiento y organizacional, empoderamiento económico, comunicación, incidencia comunitaria, conciliación de la vida familiar y laboral, liderazgo y masculinidades, entre otras.
“Y en todos los proyectos de cooperación, esta estrategia estipula que entre cinco y 10 por ciento se destine a acciones de género”, agregó.
Hoy este sector esencial en la alicaída economía cubana emplea 840.239 trabajadores, de los cuales 169.814 son mujeres, apenas 20 por ciento de la fuerza laboral. De forma general, la estrategia logró un crecimiento de tres por ciento en la participación femenina respecto del 17 por ciento reportado en 2015, aunque cambia por segmentos.
El principal reto apunta a que más mujeres hagan producir la tierra: ellas son 13 por ciento de los 532.735 trabajadores de las cooperativas, 33 por ciento de los 307.504 integrantes de empresas agropecuarias y 55 por ciento de los 9.899 trabajadores de las entidades rectoras del ramo, de las cuales muchas se encuentran en zonas urbanas.
La brecha es mucho más ancha en lo que respecta al acceso a la tierra.
Gracias a la entrega sostenida desde 2008 de terrenos ociosos estatales en usufructo a productores, más mujeres deciden sobre este recurso. Al cierre de 2019, se registraron 28.073 mujeres entre los 339.883 usufructuarios, poco más de ocho por ciento.
Funcionarias del ramo no brindaron a IPS cifras actuales sobre la propiedad de la tierra, pero el Informe Nacional sobre la Implementación de la Agenda 2030, entregado por Cuba en abril de 2019 a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, ofrece cifras generales.
Según el informe, 79 por ciento de las tierras agrícolas de Cuba es propiedad estatal, 14 por ciento es privada (en manos de 131.802 personas) y siete por ciento pertenece a cooperativas. Cuba reportó más de 10.900 propietarias de tierras en marzo de 2018 a la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer.
De ser compatibles ambas cifras, las cubanas serían ocho por ciento de las propietarias.
Por ello, la veterinaria Brigitte García, comunicadora del estatal Grupo Empresarial Ganadero, apuesta a fortalecer en la nueva etapa de la estrategia la comunicación. “Tuvimos buen impacto con cápsulas transmitidas en la televisión en horarios de picos de audiencia dirigidas a las mujeres”, contó.
“Necesitamos visualizar y dignificar más a nuestras mujeres ganaderas, que perciben buenos ingresos”, sostuvo García, quien además puso como ejemplo vídeos elaborados como parte de la estrategia para promover la responsabilidad paterna y la participación masculina en las labores de cuidado y del hogar.
En busca de transformar los espacios laborales, el ramo adecuó al contexto cubano un sistema de certificación de uso internacional para lograr la Igualdad de Género para la Gestión con Calidad de la Seguridad Alimentaria (Igecsa). Esa metodología propone pasos y transformaciones a realizar para tener centros laborales inclusivos.[related_articles]
“Las entidades ven con una visión autocrítica, cómo va avanzando y se sienten responsables de promover la igualdad de género, generar nuevas prácticas de gestión y acortar las brechas”, indicó Ada Cuesta, que coordina en el país el proyecto Igecsa, con el que se han comprometido hasta ahora 40 centros laborales, sobre todo cooperativas.
Las funcionarias destacaron la importancia de la creación en las empresas y cooperativas de los Comités de Género, que son grupos de trabajo permanente en la base productiva para disminuir las desigualdades. Incluso identifican que estos comités pudieran contribuir a prevenir y atender a víctimas de violencia machista.
“Estamos tratando de incorporar a gente nueva, con nuevos conceptos… es muy difícil lograrlo en personas adultas”, dijo la bióloga Ofelia Godínez, que trabaja en el estatal Instituto de Investigaciones Avícolas, donde las mujeres son mayoría. “Hacemos un trabajo muy bonito pero tiene partes duras, como estar al sol o cargar pesos”, sopesó.
Rodeada por 4.500 pollos de ceba, Godínez revisa el aumento de peso de las aves junto a la auxiliar de investigación Daniubis Abad, que se encarga de limpiar, realizar mediciones y alimentar a la numerosa bandada bajo su cargo. “A mí me gustan los animales y aquí pude superarme”, compartió Abad, que antes era trabajadora del hogar.
“Los enfoques de género llevan rezagos en incorporarse de verdad en muchas políticas relacionadas con la agricultura y la alimentación”, señaló Juan Carlos García Cebolla, jefe del equipo de Derecho a la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en entrevista con IPS.
Por ello, el especialista destacó cada paso dado en ese sentido por países como Cuba, y remarcó la importancia que tiene para la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe romper el “sesgo histórico por el que las mujeres tienen un acceso mucho menor a recursos productivos y se les asigna el trabajo no remunerado”.