Hace casi cuatro años, los integrantes del Marco de Agricultores de Idiofa, una organización campesina de República Democrática del Congo (RDC), producían apenas ocho toneladas de boniato en dos hectáreas de campo. La principal causa del bajo rendimiento no era el clima, sino la falta de capacitación.
“Gracias al conocimiento de técnicas agrícolas aprendidas en la Escuela de Campo para Agricultores, FFI produjo 30 toneladas de boniato en 2017 en una superficie de dos hectáreas”, relató Albert Kukotisa, presidente de la organización con sede en Kikwit, en la suroccidental provincia de Kwilu.
El grupo de FFI es solo un ejemplo de todos los agricultores que en distintas partes de la RDC aprenden nuevas técnicas agrícolas gracias a las Escuelas de Campo para Agricultores, una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Las escuelas de campo no son un nuevo concepto. Surgieron en 1989 en Indonesia, donde se lanzó el proyecto para que los agricultores pudieran hacer frente a los problemas derivados del uso de pesticidas.
Tampoco son nuevas en la RDC, pero están resultando muy efectivas para capacitar y asistir a los agricultores.
El experto de la FAO, Lazard Milambo, explicó que el nuevo elemento es que las escuelas de campo introducen a los agricultores a “nuevas ideas con ejercicios guiados, sin imposiciones y estimulando el debate entre ellos”.
También es nueva la participación de los agricultores en el proceso de capacitación, acotó.
Pero con las escuelas de campo, los agricultores no solo aprenden nuevas técnicas e investigan, sino que pueden implementar lo que aprenden.
Todas las semanas, un grupo de unos 20 a 25 agricultores se reúnen en uno de los campos y con la guía de un facilitador capacitados, implementan las nuevas técnicas agrícolas adquiridas.
Los facilitadores tienen distinta formación, pueden ser funcionarios de extensión, empleados de organizaciones no gubernamentales o agricultores ya capacitados.
“En grupos de cinco, observan y comparan dos terrenos durante una temporada entera de recolección”, explicó el agrónomo Patience Kutanga, uno de los facilitadores capacitados.
“Un terreno sigue los métodos de cultivos convencionales, mientras el otro, propiedad de uno de los integrantes, se usa para experimentar con las nuevas prácticas”, añadió.
Por su parte, Didier Kulenfuka, explicó que “los pequeños agricultores experimentan y observan elementos clave de los ecosistemas agrícolas al medir el desarrollo de la planta, tomar muestras de insectos, de hierbas y de plantas enfermas, y construyen sencillos experimentos o comparan características de diferentes suelos”.
“Al final de la reunión semanal, presentan sus conclusiones en un plenario, seguido de un debate y de una planificación para las próximas semanas”, añadió.
Según un informe del Banco Mundial: “Agricultores de la RDC son particularmente pobres y están aislados, por lo tanto son vulnerables a los impactos climáticos y a otros golpes externos”.
En un país de 80 millones de hectáreas de tierras cultivables, “hay más de 50 millones de agricultores con tierras, aunque la mayoría son pequeños productores”, precisó Milambo, de la FAO.
Según el estudio del Banco Mundial, el gobierno se comprometió a realizar una revolución verde, así como a reducir la pobreza rural para 2020 mediante sistemas de producción agrícola. Las autoridades destinaron ocho por ciento del presupuesto de 2016 al sector agrícola.[related_articles]
Pero Kikwit, la capital y ciudad más grande de Kwilu, donde viven 186.000 personas, tiene una sola universidad con una facultad de agronomía.
Los agricultores y pequeños productores dependen del asesoramiento y del conocimiento de los funcionarios de extensión. Y ahora, como señaló Milambo, unos dos millones de pequeños agricultores trabajan en todo el país con unas 20.000 escuelas de campo.
François Kangala, de 47 años, de Congo Central, explicó que aprendió mucho en el curso, incluso a saber identificar el mejor campo para plantar y cómo elegir las mejores semillas. Su mayor capacitación se tradujo en una mejor producción.
“Mi familia cosechó 20 toneladas de mandioca, una variedad para un campo de una hectárea. En 2014, no ocurrió eso. El mismo terreno produjo solo siete toneladas. La observación de los resultados según viejas y nuevas prácticas forma parte de las innovaciones de este enfoque”, acotó.
Para el pequeño productor John Masamba, de Goma, en la oriental provincia de Kivu del Norte, es necesario popularizar el sistema en la RDC “porque es una escuela sin muros”. Le gustó aprender de forma práctica, añadió.
“Juntos, los agricultores intercambian experiencias. Con el conocimiento adquirido en las escuelas de campo y usando semillas resistentes, produje 19 toneladas de maíz (en 2018) en una hectárea, muy por encima de las siete toneladas de 2016”, relató.
Hacia el futuro, una mayor producción de los pequeños agricultores será crucial para la seguridad alimentaria del país. La pequeña producción es responsable de alrededor de 60 por ciento de la seguridad alimentaria del país, según Milambo.
Traducción: Verónica Firme