El cine brasileño vivió una luna de miel con el público este año, consolidando como una especie del Hollywood estadounidense o su imitadora india Bollywood a la Red Globo de Televisión, el centro dominante de producciones nacionales taquilleras.
Las cifras de este año más que triplican los 7,3 millones de espectadores atraídos por los filmes nacionales el año pasado, lo cual refleja el éxito comercial de algunas producciones, en especial las del conglomerado Globo Filmes.
Otro factor decisivo de la popularidad reconquistada son los actores formados en la red de televisiva hegemónica del país, y cuya fama le deben, a través de sus telenovelas de gran audiencia en todo Brasil y exportadas a más de un centenar de naciones de todos los continentes.
Son actores que prestan su rostro conocido a casi todos los filmes, al teatro, a la publicidad y, en algunos casos, a acciones sociales.
El cine nacional, que penó para alcanzar ocho por ciento de la taquilla del país el año pasado, recuperándose de su casi extinción en los primeros años de la década del 90, puede superar 22 por ciento a fin de este año, según revistas especializadas y productores.
Lo cual es una hazaña, pese al retroceso respecto del 35 por ciento que alcanzó el cine brasileño en los mejores años de su producción en la década del 70.
La gran influencia de la televisión asegura producción y público, pero muchos cineastas y críticos la ven negativamente. El cine se hace televisivo, se va sometiendo a ese medio masivo de comunicación, lo que puede provocar distorsiones y poco aporta a un lenguaje verdaderamente cinematográfico, argumentan eso expertos.
Pero la alianza con la televisión es apuntada por otros muchos como un camino necesario para el cine en Brasil, que aún produce una cantidad muy limitada de largometrajes, poco más de 30 al año.
Está lejos de la India, por ejemplo, cuyos centenares de filmes hechos cada año acaparan más de 90 por ciento del enorme mercado nacional, justificando el apodo de Bollywood atribuido a sus centros de producción cinematográfica.
Brasil también tiene su Bollywood, con producción pequeña en cantidad, pero que parece haber redescubierto la ruta para las grandes taquillas.
La mayor contribución este año, con casi cinco millones de espectadores, fue Carandirú, la película sobre la vida en el complejo penitenciario que tenía ese nombre en Sao Paulo, desactivado el año pasado, y la masacre practicada allí por la policía en 1992, matando a por lo menos 111 presos. Sin embargo, esa no es una producción de Globo.
Pero sí lo son Lisbela y el Prisionero (Lisbela e o prisioneiro) y Los normales (Os normais), que este año llevaron a las salas de cine algunos millones de espectadores cada uno. Ambos tienen un origen común, el núcleo de TV Globo encabezado por Guel Arraes.
Arraes, hijo del presidente del Partido Socialista Brasileño y mítico líder político, Miguel Arraes, responde por los programas más creativos de la televisión brasileña desde los años 80, innovando con mucho humor, lenguaje ágil y juvenil, además de recursos cinematográficos.
Esa creatividad le debe mucho a la formación de Arraes, que estudió cine en Francia, después de vivir la niñez y adolescencia en Argel, donde su padre estuvo exiliado. Contratado por la Globo, desarrolló un estilo propio que ahora comprueba su eficacia también en el cine.
Varios de los programas producidos por su grupo en la televisión se convirtieron en filmes. Es el caso de Los normales, una comedia de humor sofisticado sobre situaciones ridículas de la vida cotidiana de una pareja.
El mismo Arraes dirigió Lisbela, cuya acogida popular repitió con creces la de sus filmes anteriores, Auto da Compadecida, de 2000, y Caramuru, del año siguiente, también rodados originalmente como series para televisión y luego condensadas para la pantalla grande.
Otra producción asociada al equipo de Arraes, La Copa del Mundo es nuestra, del grupo cómico Casseta & Planeta de la TV Globo, frustró las expectativas de un público millonario y difícilmente alcanzará los 700.000 espectadores, pese a su humor salvaje, el gusto popular y el tema futbolístico que es una pasión nacional. Falló en este caso otro elemento de la química global.
Globo, además de haber acostumbrado el pueblo a su lenguaje y contar con la fama de sus actores, dispone de un imbatible poder de divulgación
Sus filmes son lanzados con un despliegue propagandístico sin par, ya que se trata de un emporio que comprende numerosos diarios, revistas y radios de gran audiencia, además de la red de televisión de audiencia casi monopólica en algunos horarios. La fuerza de todos estos medios es movilizada para promover las producciones de Globo Filmes.
Los actores globales, famosos por sus actuaciones en las telenovelas de gran audiencia, constituyen otro factor de atracción del público en casi todos los filmes nacionales, y no sólo en producciones del complejo empresarial de comunicación.
Todo ello sumado, no hay duda que la contribución del grupo Globo fue fundamental para el auge taquillero actual del cine brasileño.
El año de oro termina con una superproducción de 10 millones de reales (3,4 millones de dólares), un presupuesto inusual para filmar en este país.
Se trata de Acquaria, estrenada el 12 de este mes en 320 salas, una cantidad sin precedentes para una película nacional y sólo reservada a los mayores filmes de Hollywood, de éxito comprobado en su país de origen, los llamados blockbusters.
En Acquaria se narra una historia de ficción, que se pasa en un futuro en que la Tierra desertificada tiene pocos sobrevivientes, algunos de los cuales pelean por una máquina que busca agua en el desierto. Un tercio del filme se constituye de efectos especiales.
Aunque esta película tampoco es un producto elaborado por Globo, a este consorcio sí le pertenecen sus cuadros protagónicos, Sandy y Junior, jóvenes hermanos cantantes que ya vendieron millones de discos para niños y adolescentes.
