KAKUMA, Kenia – Lionel Ngukusenge, un refugiado de 18 años procedente de Burundi, donde se vio obligado a esconderse por la represión del régimen, ha encontrado otro enemigo con el que lidiar en el campo de refugiados donde vive ahora, el de Kakuma, en Kenia: el cambio climático.
Contra todo pronóstico, Lionel, estudiante de noveno grado en la escuela primaria Future, ha plantado 70 árboles en su parcela del campo de refugiados, que acoge a 300 000 refugiados y cuenta con más de 7200 alumnos.
Solo hay 23 profesores en la escuela de Lionel, donde cada clase tiene 209 alumnos, después de que este año se despidiera a 48 profesores tras los recortes del gobierno estadounidense a las organizaciones que ayudan a los refugiados en este país del este de África.
En el árido campo de refugiados de Kakuma, a 800 kilómetros al noroeste de Nairobi, la escuela de Lionel también tiene alumnos de Sudán, Sudán del Sur, la República Democrática del Congo, Etiopía, Somalia y Afganistán.
«He plantado 70 árboles en casa porque he aprendido la importancia de los árboles. Mientras hago los deberes, me siento bajo los árboles que he plantado. El oxígeno es fantástico. Me siento orgulloso», dijo Lionel a IPS.
Él es uno de los refugiados que están «armándose» con la plantación de árboles para luchar contra el cambio climático.
Una tarea difícil, según el Departamento de Servicios para Refugiados de la Oficina del Presidente de Kenia, ya que los árboles deben regarse con el escaso y preciado agua disponible.
Según el director del campamento, Edwin Chabari, esta se raciona a 18 litros por persona al día.
Kakuma es una localidad keniana situada en el noroeste del condado de Turkana, una región árida que sufre temperaturas extremas que alcanzan los 40 grados.
A pesar de estas dificultades, refugiados como Lionel logran sobrevivir.
Están plantando árboles de neem (Azadirachta indica), una especie exótica conocida por su capacidad para prosperar en regiones áridas.
Kakuma, que significa «de la nada» en lengua turkana, debido a las condiciones remotas y extrema del lugar. Ahora, a pesar del clima y el entorno hostiles, es el hogar de refugiados que huyen desde 1992.
Organizaciones no gubernamentales como Girl Child Network y Education Above All Foundation, con sede en Qatar, apoyan los esfuerzos de los alumnos por plantar árboles.
Dennis Mutiso, subdirector de Girl Child Network en Kenia, afirmó que «ellos (los jóvenes) son un recurso que puede utilizarse para revertir las tendencias actuales de degradación medioambiental».
«Estamos realizando esfuerzos deliberados para garantizar que empiecen a transmitir los conocimientos adquiridos en la escuela a las comunidades, de modo que el proyecto pueda mantenerse», añadió.
En las escuelas y en los hogares, la plantación de árboles ha compensado la deforestación y la desertificación provocadas por los cientos de refugiados que dependen de la leña en el campo de refugiados de Kenia, el más grande de África.
Sin embargo, según funcionarios del gobierno, los últimos recortes en la ayuda a Kenia no han perdonado a la plantación de árboles.
Chabari afirmó que algunas oenegés y socios que colaboraban en la lucha contra el cambio climático no han recibido financiación, y que los efectos del cambio climático los sentirán todos.
«El apoyo de Girl Child Network llegó en el momento adecuado. Hemos estado tratando de formar a nuestros alumnos para que planten tantos árboles como sea posible. Los árboles no solo se plantan en las escuelas, sino también en los hogares», dijo a IPS Joseph Ochura, director de la Comisión de Servicios Docentes de Turkana Occidental.
Según Ochura, el calor es anormalmente alto en Kakuma, lo que obliga a los alumnos a empezar las clases a las 6:00 de la mañana, ya que al mediodía hace mucho calor.
Eso no ha disuadido a los alumnos.
En esta guerra contra el calor, Baballa Samir, de 17 años, ciudadano sudanés que llegó a Kenia en 2020 huyendo del conflicto en su país y que ahora cursa 8º curso en la escuela primaria Arid Zone de Kakuma, dice que en los cinco años que lleva viviendo en Kenia ha plantado 35 árboles.
Tareeq al Bakri, especialista en programas de la Fundación Education Above All, afirma que «aunque Kakuma sigue siendo un entorno muy árido y difícil, la participación de los alumnos en la plantación de árboles ha dado lugar a una mayor concienciación y responsabilidad entre los jóvenes sobre la gestión del ambiente».
Fundada para atender a los pastores, la escuela primaria Arid Zone es una de las más antiguas de Turkana West, en Kenia. Abrió sus puertas en 1986 con 300 alumnos.
Décadas más tarde, la escuela cuenta con 2500 alumnos y solo 20 profesores.
Aspirante a médico y luchador contra el cambio climático desde hace mucho tiempo en Sudán, donde plantó más de 50 árboles antes de huir, Baballa ha plantado más árboles en esta parte de Kenia.
Su mensaje al mundo es claro.
«Animo a otros jóvenes a conservar el medio ambiente plantando árboles, porque los árboles son importantes para purificar el aire y también son fuentes de medicina», reafirma.
Edukon Joseph, director de la Arid Zone School, afirma: «Los beneficiarios de la plantación de árboles son, sin duda, los alumnos».
«Los alumnos transmiten los conocimientos a sus padres, difundiendo la plantación de árboles fuera de esta institución», explica Joseph.
En la misma escuela que Baballa estudia Patrice Namwar, un joven keniano de 15 años que cursa 3º de secundaria.
Namwar dice que ha plantado 30 árboles y 10 más en su finca.
«Nuestros profesores nos enseñaron que un solo árbol absorbe 25 kilogramos de carbono y me pregunté: ¿qué pasaría si plantara 100 árboles en casa? El calentamiento global se reduciría, porque, por ejemplo, 25 kilogramos multiplicados por los 10 árboles que he plantado en mi casa significan que se reducirían 250 kilogramos de carbono», detalla Namwar.
En resumen, aduce, «si plantamos más árboles, este lugar será un lugar donde se podrá vivir».

Al igual que Baballa, Sharon Ayanae, una estudiante de 16 años de 9.º curso de la Escuela de la Zona Árida, dijo que desde 2023 ha plantado 35 árboles en la escuela y seis más en su finca.
«Cuando plantamos árboles, reducimos las temperaturas causadas por el sol aquí en Turkana y algunos árboles nos ayudan con la comida», dice Ayanae, que es keniana.
En total, solo en la escuela Arid Zone se han plantado 900 árboles.
En el internado que acoge a parte de los escolares se utiliza leña para cocinar para los alumnos, pero la plantación de árboles ha ayudado a compensar las pérdidas.
Esto ha tenido un impacto cada vez mayor en las condiciones áridas de Kakuma, según Virginia Wanjiku, profesora de la escuela Arid Zone.
«Hoy en día, en Turkana, tenemos lluvias gracias a la iniciativa de plantación de árboles. La plantación de árboles nos ha ayudado mucho», afirma Wanjiku.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Mutiso, de Girl Child Network, afirma que, actualmente, en la región de Kakuma, «hemos conseguido plantar 645 352 árboles y esperamos haber plantado unos 850 215 a finales de este año».
Algunos alumnos profundamente traumatizados, que se han visto afectados por las violentas guerras en sus países, afirman que plantar árboles les sirve de terapia.
Najila Luka Ibrahim, de 16 años, es originaria de Sudán y actualmente cursa tercer curso en la escuela secundaria Blue State de Kakuma.
No sabe si sus padres siguen vivos después de huir del conflicto.
«Antes me encerraba en mí misma, pero cuando me uní al club medioambiental de la escuela, interactué con mucha gente que no conocía. Plantar árboles me cambió», afirma Najila.
En la misma escuela que Najila estudia Nema John Zechariah, de 22 años, que llegó a Kenia hace ocho años huyendo del conflicto en Sudán.
Para Nema, plantar árboles no es algo nuevo, ya que empezó a hacerlo en Sudán, plantando árboles frutales y luchando contra el hambre en medio de una guerra encarnizada, ya que apenas había comida.
«Lo que me impulsó a plantar árboles fue el hambre causada por la guerra. No había comida. Los árboles proporcionaban frutos, que yo vendía en el mercado. Aquí, en Kenia, empecé a plantar árboles en 2022», explica Nema.
Estudiantes refugiados como Augustino Kuot Bol, de 25 años y nacional de Sudán del Sur, afirman que quieren la paz para poder plantar árboles.
Augustino, estudiante de tercer curso en la escuela secundaria Blue State, ha plantado 20 árboles en la escuela keniana desde su llegada en 2022.
«Queremos la paz en el mundo. Sin paz, no podemos tener tiempo para plantar árboles», afirma Augustino.