LIMA – Ver cada día a sus pequeños alumnos cansados, sin energía, con sueño y precariamente vestidos es una preocupación constante para Yaneth Carhuajulca, docente de educación inicial en una escuela rural del municipio de Cachachi, en la provincia de Cajabamba, en el departamento de Cajamarca, en el norte de Perú.
En este país sudamericano con 34 millones de habitantes, casi la tercera parte de la población vive en pobreza. Cajamarca es la región que tiene el índice más alto con 45% que supera de lejos la media nacional de 27,6 % según el reporte al 2024 del gubernamental Instituto Nacional de Estadística e Informática (Inei), publicado en mayo pasado.
Cajamarca es uno de los 24 departamentos del Perú y pese a su abundante actividad minera, la riqueza generada no ha permitido cerrar las desigualdades que afectan a buena parte de su millón y medio de habitantes, particularmente niñas y niños.
Esta es una realidad que se observa en todo el país donde cuatro de cada 10 menores de cinco años se encuentra en pobreza, lo que implica que no puedan acceder a educación, salud, alimentación, entornos seguros, ambiente sano entre otros factores necesarios para su desarrollo integral.
“Donde yo trabajo es muy triste, hay descuido de muchas madres y padres que por la pobreza deben trabajar en lo que pueden y no atienden a sus hijos, algunos llegan sin zapatitos, sin peinarse, con sueño”: Yaneth Carhuajulca.
Según el Inei 3,3 millones de niñas y niños se encuentran en esa franja de edad, 3,2 millones tienen entre seis y 11 años y otros 3,1 entre 12 y 17. Estos grupos en conjunto conforman unos 10 millones de personas, poco más de 28 % de la población nacional.
Sin embargo, la precariedad económica y la desatención a las necesidades sociales de sus familias configuran una pobreza no solo en términos monetarios, sino multidimensional, pues genera privaciones que los expone a riesgos en el presente y a no poder desarrollarse hacia el futuro.

Consecuencias para toda la vida
Jorge Rivero, especialista en políticas sociales del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Perú, sostuvo a IPS que el acceso o no a la identidad, educación, servicios integrales de salud, vivienda, conectividad entre otras dimensiones, identifica la pobreza multidimensional.
Reconoció que estas se encuentran definidas en la política nacional de Estado de desarrollo e inclusión social, y que un desafío urgente es concluir la medición oficial que se viene realizando a fin de poder ubicar oficialmente el nivel de pobreza multidimensional del país.
El organismo con 75 años de presencia en Perú ha brindado asistencia técnica a ese proceso desde una perspectiva enmarcada en la Convención de los Derechos del Niño.
El especialista indicó que los resultados están próximos a entregarse y constituirán evidencia valiosa para generar políticas públicas teniendo en cuenta las carencias más frecuentes y por tanto de atención prioritaria para el Estado.
La medición incorpora el enfoque de ciclo de vida detalló Rivero desde la oficina de Unicef en Lima. De los cuatro considerados, dos se relacionan con niñez y adolescencia: el que abarca de cero a cinco años y el que va de los seis a los 17.
“Para cada uno de estos ciclos de vida han identificado las dimensiones a medir, en el primero están salud, vivienda, servicios básicos y energía con indicadores como prevalencia de anemia, desnutrición crónica, hacimiento crítico de vivienda, piso de tierra, agua segura, eliminación de excretas”, agregó durante la entrevista.

El segundo ciclo, de seis a 17 años, tiene seis dimensiones identificadas, donde a las anteriores se añaden educación y conectividad, además de nuevos indicadores como inasistencia escolar y uso de internet.
El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social tiene la rectoría del proceso y el compromiso de anunciar próximamente los resultados de cuánto es la pobreza multidimensional.
Sin embargo, Rivero precisó que más allá de la medición las carencias de acceso, los índices de pobreza monetaria actual son altos.
“Apelando al tiempo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en materia estricta de pobreza y pobreza extrema infantil, los indicadores no solo no han mejorado sino que están un poquito peor que el 2015”, observó.
Esta situación amerita la urgencia, dijo, de acelerar el cumplimiento de los ODS porque está impactando a la niñez de una manera en la que niegan su acceso a un conjunto de otros satisfactores de bienestar como salud, educación, protección, vivienda digna, que pueden comprometer el desarrollo de sus potencialidades al máximo.
“Y ese es el mayor problema diría yo. Se mide la pobreza infantil de una manera que es diferente a la pobreza única porque las consecuencias que acarrean duran para toda la vida”, puntualizó.
El funcionario de Unicef adelantó que concluyeron recientemente junto con el Inei un informe de progreso de los ODS relacionados a la población menor de ocho años, que evidencia que entre 2015 y 2024 existen avances significativos pero también falta de movilidad y hasta retrocesos.

Alimentación y ambiente saludables
Carhuajulca, la docente en la escuela rural pública de Cachachi, de 43 años, tiene cuatro hijos, entre 23 y dos años. Se preocupa por su salud y bienestar y si bien junto con su esposo se esmeran en brindarles afecto, alimentación nutritiva, educación y salud, está consciente que el entorno es perjudicial.
“En todo Cajamarca hay mucha actividad minera legal e ilegal, los ríos están contaminados, los pastos que comen las vacas y los alimentos que cosechamos; hay metales pesados en nuestra sangre, pero si a eso le sumamos la pobreza y pobreza extrema de tantas familias, la realidad es la que veo todos los días en mi escuela”, refirió desde Cachachi a IPS.
Ella se traslada desde su casa familiar, en el pueblo Capulí Bajo, en la periferia de la ciudad de Bambamarca, hasta el centro educativo Pampa Chancas, ubicado en Cachachi, en la provincia de Cajabamba.
Ahí pasa la semana, durante el ciclo lectivo, dedicada a dar clases a niños de tres a cinco años, y vuelve a su hogar los fines de semana.
El esfuerzo le compensa porque la ilusiona su rol de docente de educación inicial (elemental), pero se entristece con la dura realidad que ve cada día en la escuela.
“Donde yo trabajo es muy triste, hay descuido de muchas madres y padres que por la pobreza deben trabajar en lo que pueden y no atienden a sus hijos, algunos llegan sin zapatitos, sin peinarse, con sueño. Las maestras apoyamos en todo lo que podemos pero se necesita una atención fuerte del Estado”, manifestó.
Su preocupación se torna en demanda: “Nos da pena que entran personas a los gobiernos prometiendo carretera, puentes, cuando lo que se tiene que resolver es la desnutrición que está haciendo tanto daño a nuestras niñas y niños, que beben agua contaminada por la minería y seguro tienen metales pesados en sus cuerpitos sin que haya servicios de salud para atenderlos”.
Describió a Cajamarca como una zona con desarrollo y potencial agrícola que sin embargo carece de atención en políticas sociales, pese a que por la actividad minera están sufriendo la contaminación de los productos que consumen.
“Con políticas para garantizarles alimentación saludable, agua segura y un ambiente sano nuestros niños saldrán adelante, terminarán sus estudios, serán profesionales, trabajarán y sacarán adelante a sus familias”, planteó.
Pero alertó que “si esto no sucede, terminarán solo la primaria, se comprometerán a los 14 o 15 años, tendrán hijos y reproducirán más pobreza”.
ED: EG







