KABUL – En agosto se cumplió el cuarto aniversario de la reconquista del poder por parte de los talibanes en Afganistán. Todos estos años han sido una larga pesadilla para las mujeres afganas, que han soportado el peso de la opresión, posiblemente la peor de su tipo en todo el mundo.
Ante ese aniversario, resulta oportuno hacer un breve recorrido por la historia de los últimos cuatro años para recordar cómo se desarrollaron los acontecimientos y cómo las mujeres afganas los han soportado hasta ahora.
El 15 de agosto de 2021, Kabul, la capital de Afganistán, cayó en manos de los talibanes. Este acontecimiento marcó el fin de la República Islámica de Afganistán, liderada por Mohammad Ashraf Ghani, y el regreso del Emirato Islámico de Afganistán bajo el dominio talibán, que ya había gobernado el país entre 1996 y 2001.
Este cambio político abrió un nuevo capítulo de sufrimiento, prohibiciones sistémicas y duras restricciones reservadas principalmente a las mujeres y las niñas.
En muy poco tiempo, los talibanes introdujeron normas estrictas que afectaban a la educación, el trabajo, la vida pública e incluso los viajes. Se prohibió a las niñas asistir a la escuela; se expulsó a las mujeres de los puestos de trabajo en el gobierno y el sector público; se les obligó a llevar ropa que las cubriera por completo y no se les permitió viajar sin un tutor masculino.
El año 2021 fue doloroso, asfixiante y profundamente traumático para las mujeres y niñas afganas. A finales de agosto de 2021, las escuelas permanecían abiertas hasta el grado 12 solo en unas pocas provincias de Balkh, Kunduz, Jawzjan, Sar-e Pol, Faryab y Daikund, donde los funcionarios locales ignoraron las órdenes de los líderes talibanes.
En la mayoría de las demás provincias, se impidió a las niñas asistir a la escuela.
Una suspensión temporal que sigue vigente
El Ministerio de Educación talibán anunció oficialmente que solo las escuelas primarias —hasta el 6.º grado— permanecerían abiertas para las niñas.
Sin embargo, las escuelas secundarias y los institutos quedaron suspendidos «hasta nuevo aviso». Solo volverían a abrir si «se seguían las normas islámicas, como llevar la vestimenta religiosa adecuada». Cuatro años después, la llamada suspensión temporal sigue vigente.
En septiembre de 2021, los talibanes cerraron el Ministerio de Asuntos de la Mujer y entregaron su edificio al Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. Así, se prefirió un ministerio conocido por su trato duro y opresivo hacia las mujeres y las niñas a otro destinado a sensibilizar, promover la igualdad de género y apoyar la participación de las mujeres en el desarrollo nacional.
En diciembre de 2021, los talibanes tomaron la decisión de hacer obligatorio para las mujeres el uso de una prenda negra que cubriera todo el cuerpo y solo dejara ver los ojos, el llamado burka. En las universidades, las clases de mujeres y hombres quedaron completamente separadas.
Las mujeres protestan, a pesar de la represión
Pero las mujeres afganas no aceptaron estas normas opresivas sin más. Al contrario, salieron a las calles de Kabul y protestaron enérgicamente, con consignas como «El trabajo, la educación, la libertad y la participación política son nuestros derechos».
Como era de esperar, los talibanes respondieron con una fuerza brutal, llegando incluso a disparar con munición real contra la multitud para disolver las protestas, pero las mujeres no se amedrentaron. Las protestas inspiraron acciones similares en otras provincias, como Herat, Balkh, Badakhshan, Daikundi, Bamyan y Nangarhar.
En medio de las protestas y las brutalidades, las mujeres seguían aferrándose a la esperanza.
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«Llegarán días mejores», solían decir, pero en 2022, los talibanes intensificaron las prohibiciones sobre la vida social de las mujeres, una vez más, comenzando por la educación. Ese año, se prohibió oficialmente a las jóvenes afganas ingresar a las universidades y se les impidió inscribirse en los exámenes nacionales de ingreso a la universidad.
Las restricciones a los medios de comunicación y los códigos de vestimenta obligatorios, que comenzaron en noviembre de 2021, se intensificaron en 2022. La imagen de las mujeres fue desterrada de las pantallas de televisión y cine, y las periodistas se vieron obligadas a cubrirse todo el rostro.
En mayo de 2022, se hizo obligatorio llevar la abaya que cubre todo el cuerpo con un niqab. El incumplimiento se castigaba con multas, la pérdida del empleo e incluso la prisión.
En abril de 2022, las restricciones comenzaron con nuevas normas que asignaban días específicos para que las mujeres pudieran visitar los parques públicos.
En noviembre de ese mismo año, se prohibió por completo a las mujeres visitar parques públicos, gimnasios y baños públicos.
También se impusieron severas restricciones de viaje a las mujeres. Se les prohibió viajar más de 72 kilómetros sin un tutor masculino.
Esta norma se aplicaba independientemente de si la mujer tenía marido en casa o no, o de si el tutor podía acompañarla. Se ordenó a las empresas de transporte y a las compañías aéreas que aplicaran esta norma, y a los infractores se les confiscaban los vehículos o se les encarcelaba.
Finalmente, las mujeres fueron expulsadas por completo de los puestos de trabajo del Gobierno. La mayor ola de despidos se produjo en septiembre de 2022.
En diciembre, se prohibió por completo la participación de las mujeres en oenegés, organizaciones internacionales y oficinas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Esto también afectó a miles de mujeres, muchas de ellas enfermeras y comadronas que trabajaban en el sector sanitario, lo que puso en grave peligro los ya precarios servicios de salud de la población de un país devastado por la guerra.
Con el paso de los años, los decretos de prohibición siguieron lloviendo como copos de nieve, con una violencia cada vez mayor. En las provincias de Logar, Kabul, Herat, Faryab, Jawzjan y Ghor se llevaron a cabo azotes públicos, lapidaciones y ejecuciones contra mujeres acusadas de delitos morales.
A pesar de ello, valientes mujeres afganas de Kabul y otras provincias se levantaron en protesta. Coreaban consignas como «Pan, trabajo, educación: es nuestro derecho» y «No daremos marcha atrás».
Sin dejarse intimidar por las graves amenazas y peligros, estas valientes mujeres alzaron la voz más fuerte que nunca. Mostraron una resistencia sin precedentes contra la opresión, con la esperanza de que sus protestas se convirtieran en un símbolo de resistencia civil para las mujeres afganas de todo el país.
Pasamos los últimos tres años como muertos vivientes, en silencio, sin aliento, simplemente sobreviviendo con la esperanza de que cada día el siguiente decreto no trajera más pérdidas. Al entrar en 2025, llevábamos con nosotros la frágil esperanza de que la injusticia, la opresión y la desigualdad terminaran. Pero este año también ha sido un reflejo de los años anteriores.
Las voces de las jóvenes han sido sustituidas por puertas cerradas, silencio forzado y miradas cansadas y derrotadas.
Las mismas mujeres que están destinadas a salvar vidas en el futuro están ahora encarceladas tras los muros de sus propios hogares. Los salones de belleza han sido cerrados como si la feminidad en sí misma fuera un delito. Los centros de aprendizaje están en silencio, las universidades han caído en el olvido e incluso los sueños que antes eran audaces y vibrantes han sido exorcizados de la mente.
El año 2025 sigue marcando una serie de medidas sistemáticas y opresivas por parte de los talibanes destinadas a borrar gradualmente a las mujeres de la vida pública. Las mujeres afganas siguen atrapadas bajo la opresión, pero con un espíritu inquebrantable, nos aferramos a la esperanza de que algún día la libertad, la educación y la justicia vuelvan a nuestra tierra.
Un llamamiento a la comunidad internacional
Sin embargo, esta esperanza solo se hará realidad cuando la comunidad internacional y la Unión Europea escuchen las demandas de las mujeres afganas y respondan con acciones tangibles y eficaces.
No solo pedimos simpatía o palabras de condena, sino que exigimos medidas reales. Nos mantenemos firmes y no nos rendiremos. Ahora es el turno de la comunidad internacional de apoyarnos.
T: MF / ED: EG