Inundaciones súbitas y sistemas fallidos, el azote del norte de Pakistán

Rescatistas cargan a niños fuera de su aldea devastada por las inundaciones en la región de Buner, en la provincia de Jaiber Pastunjua, en el noroeste de Pakistán. Imagen: Al Khidmat Foundation

KARACHI, Pakistán – Las intensas lluvias este mes de agosto en pequeñas áreas de las regiones montañosas de Pakistán causaron una destrucción masiva, arrasando aldeas enteras.

El 15 de agosto, el distrito de Buner, en la provincia noroccidental de Jaiber Pastunjuá (JP), experimentó una anomalía climática en la que el deshielo glaciar y las intensas lluvias monzónicas provocaron inundaciones que sepultaron aldeas bajo lodo y rocas.

“Jamás olvidaré lo que vimos al cruzar la última colina: no había vida, ni casas, ni árboles… solo barro gris y enormes rocas”, recordó Amjad Ali, rescatista de 31 años de la Al Khidmat Foundation, brazo caritativo del partido islámico Jamaat e Islami, y el primero en llegar a la aldea de Bishonai, 90 % de la cual había sido arrasada.

Ali y su equipo de 15 voluntarios, incluidos dos paramédicos, tardaron cuatro horas en llegar a la aldea, antes boscosa, ahora enterrada en lodo y rocas.

Desde junio, los valles del norte en la occidental provincia de Gilgit-Baltistán (G-B), en el oriental territorio de Cachemira y JP han enfrentado desastres climáticos repetidos. Entre el 26 de junio y el 19 de agosto, la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres (NDMA) reportó más de 695 muertes: 53 % por inundaciones súbitas, 31 % por derrumbes de casas y casi 8 % por ahogamiento.

Los aldeanos, incluidas mujeres y niños, son llevados a salvo. Imagen: Al Khidmat Foundation

Se esperan más fenómenos extremos

“El clima está desbocado… no mejorará”, advirtió Sahibzad Khan, director general del Departamento Meteorológico de Pakistán.

Explicó que la nevada atrasada y reducida hasta marzo dejó poco tiempo para acumular nieve.

“Las temperaturas subieron de forma constante desde abril, con aumentos de 7°–9°C en las regiones del norte durante agosto”, dijo.

Khan pidió no calificar los eventos recientes como cloudbursts (trombas de agua), ya que estos suelen implicar más de 100 mm de lluvia en una hora. Lo que le sorprendió en Buner fue el colapso inusual de enormes rocas, señal de desintegración glaciar.

“Esto era inevitable”, afirmó. “El aumento de las temperaturas está destrozando los glaciares. Las enormes rocas que caen de las montañas sugieren que glaciares milenarios se están desmoronando”, añadió.

Advirtió que el calentamiento del “Tercer Polo” (región montañosa al oeste y sur de la meseta tibetana) podría llevar a la pérdida de las torres de hielo, el sostén vital de la cuenca del Indo.

Mientras los científicos alertan de las consecuencias a largo plazo, las comunidades lidian con el desastre inmediato.

Rescatistas rezan durante las operaciones de evacuación en Buner. Imagen: Al Khidmat Foundation
Camiones de rescate hacen fila para entrar al distrito devastado. Imagen: Al Khidmat Foundation

El relato de un rescatista

“La gente estaba en estado de shock, pero lo poco que supimos es que había llovido suavemente toda la noche del jueves (14 de agosto). Luego, alrededor de las 8:30 de la mañana del viernes (15 de agosto), una torrente feroz arrasó con todo”, relató Ali desde Sawari Bazar, a 30 minutos de Bishonai.

Cada sobreviviente contó lo mismo: llegó de repente, sin tiempo de salvar nada.

“Saqué del lodo a un hombre con la pierna rota y un ojo perdido”, dijo Ali. “Era el único sobreviviente de una familia de 14 personas. Su casa de tres pisos había desaparecido”, agregó.

“Todos los que sobrevivieron tenían al menos una docena de familiares desaparecidos ese día”, detalló.

Aunque Ali había liderado equipos de rescate por cinco años, confesó que nunca había visto tal horror. No fue la caminata de ocho horas lo que los agotó, sino el peso emocional de recuperar cadáveres y heridos enterrados en el lodo.

Con ayuda de más de 100 voluntarios, lograron enterrar a más de 200 personas, hombres, mujeres y niños, algunos decapitados, otros mutilados. Más de 470 aldeanos desaparecidos fueron dados por muertos. Regresaron a casa a las 2 de la madrugada, pero el trabajo estaba lejos de terminar.

El número oficial de muertes en todo Pakistán hasta ese momento ascendía a 695: 425 en KP, 164 en Punjab, 32 en Gilgit-Baltistán, 29 en Sind, 22 en Baluchistán, 15 en Cachemira y oho en Islamabad, y sigue aumentando.

Hasta el 19 de agosto, la NDMA registraba 958 heridos: 582 en Punjab, 267 en KP, 40 en Sind, 37 en Gilgit-Baltistán, 24 en Cachemira, 5 en Baluchistán y 3 en Islamabad.

Las cifras oficiales señalan 17 917 personas rescatadas, más de 14 000 solo en JP.

Las inundaciones dañaron 451 kilómetros de carreteras, 152 puentes y 2707 viviendas, de las cuales 833 fueron destruidas por completo, principalmente en JP y Gilgit-Baltistán. También murieron 1023 cabezas de ganado, con JP como la zona más afectada.

El gobierno de JP liberó 2,9 millones de dólares en fondos de ayuda para los distritos afectados y 1,8 millones de dólares para Buner, el área más golpeada.

Gilgit-Baltistán en ruinas

Gilgit-Baltistán, al igual que JP, sufre desastres similares de inundaciones súbitas.

“Ninguna parte de G-B se ha salvado”, dijo Khadim Hussain, jefe de la Agencia de Protección Ambiental de la región. Reportó destrucción generalizada de tierras agrícolas, casas, hoteles, restaurantes y aldeas enteras a orillas de los ríos. Varias siguen incomunicadas por el colapso de puentes y enfrentan escasez crítica de agua potable.

La situación se vuelve crítica cuando la carretera del Karakórum, el enlace de G-B con el resto del país, queda bloqueada. “Ha estado inundada varias veces en apenas 10 días”, dijo. El colapso glaciar y las inundaciones a nivel distrital sumergieron tramos, dejando varados a los viajeros hasta 12 horas.

Los servicios básicos también colapsaron. Gilgit, la capital regional, lleva tres días sin electricidad. “La central hidroeléctrica principal quedó severamente dañada; las microcentrales fueron arrasadas”, añadió Hussain. También las redes de comunicación están caídas.

Rescatistas en una casa destrozada por las inundaciones en Buner. El agua ruge debajo. Imagen: Al Khidmat Foundation

Crisis de trombas de agua (cloudbursts)

Hamid Mir, coordinador de WWF Pakistán, quien estudia patrones climáticos desde hace más de una década, explicó que el aire cálido retiene más humedad.

“Con cada aumento de 1°C, el aire retiene 7 % más vapor de agua, incrementando la intensidad de las lluvias”, dijo.

El rápido deshielo glaciar añade humedad a los microclimas locales, alimentando nubes convectivas, responsables de lluvias intensas y breves, incluidas las trombas de agua, explicó.

“¡Lo que vemos es solo la punta del iceberg!”, advirtió Mir, explicando que el terreno empinado de G-B acelera la condensación y las lluvias torrenciales.

Un mapa meteorológico del 15 de agosto muestra la cobertura de nubes. Imagen: Centro Nacional de Operaciones de Emergencia

La llamada de atención climática de Pakistán

Mir también señaló la deforestación como factor clave. Los pinos y robles nativos en las alturas han sido reemplazados por especies de hoja ancha que liberan más humedad, alterando los patrones climáticos. El norte de Pakistán alberga 45 % de los bosques del país y 60 % de la cobertura de coníferas, pero la deforestación ha reducido los sumideros naturales de carbono y humedad.

“Si logramos detener a la mafia maderera que arrasa nuestras laderas, todavía hay esperanza”, dijo Khan, del PMD.

Babajan, presidente del capítulo de G-B del Partido de los Trabajadores Awami, afirmó que el comercio ilegal de madera continúa con “apoyo tácito del gobierno y agencias de seguridad”. Instó a una acción climática regional: promover vehículos eléctricos, reducir el uso de combustibles fósiles y replantear prácticas de construcción dañinas para el medio ambiente.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

También culpó a la minería excesiva y a las explosiones en montañas por la pérdida de recursos. “Son recursos finitos; debemos tomar solo lo que realmente necesitamos”, dijo.

Mir coincidió, citando la transformación de Buner: antes conocido por sus peces de arroyo, hoy carece de agua potable limpia debido a la expansión de la industria del mármol. “Es un ejemplo claro de cómo el desarrollo despiadado y la industrialización sin control destruyen paisajes antes prístinos”, afirmó.

Ausencia de liderazgo local

Ghulam Rasul, exdirector general del PMD, enfatizó la necesidad urgente de mejorar los sistemas de alerta temprana, fortalecer la gestión distrital de desastres y aumentar la conciencia comunitaria sobre desastres climáticos, basándose no solo en experiencias regionales, sino también globales.

“Necesitamos con urgencia un gobierno local elegido y funcional, que fue desmantelado hace dos décadas”, dijo Safiullah Baig, de 60 años, miembro de Progressive Gilgit Baltistan, una popular página en redes sociales que expone problemas de la gente común, violaciones de derechos humanos, discriminación de género y cuestiones de gobernanza colonial, cambio climático y acaparamiento de tierras.

“Los burócratas que nos gobiernan no son de aquí, no entienden nuestra geografía ni nuestra cultura, y no tienen empatía”, afirmó.

“Como siempre, las inundaciones les darán otra oportunidad perfecta para lucrar: apelando a fondos locales e internacionales mostrando nuestro sufrimiento”, denunció. “La ayuda rara vez llega a quienes más la necesitan”, lamentó.

Con fenómenos como las trombas de agua y su mayor intensidad, la experta en resiliencia climática Sobia Kapadia dijo que sería injusto culpar solo al clima.

“Desde estrategias de desarrollo fragmentadas hasta una gestión débil, fallas de gobernanza, visión miope y corrupción persistente están intensificando la fragilidad”, explicó en entrevista telefónica desde Londres.

Kapadia, que trabajó extensamente en Pakistán tras las ‘superinundaciones’ de 2010, dijo que los planes de uso del suelo ignoran la salud de los ecosistemas y que los grandes proyectos de infraestructura dejan a las comunidades más vulnerables expuestas al peligro.

Estos eventos ofrecen una oportunidad urgente de transformar la crisis en resiliencia, dijo, dándonos “una chance de proteger nuestro futuro” frente a choques climáticos cada vez más intensos.

Respaldando a Kapadia, Hussain de la EPA-G-B señaló que la decisión más dura pero crucial para los gobiernos provinciales es eliminar las construcciones ilegales a lo largo de los ríos. “Deben ser desmontadas para permitir que las aguas de inundación sigan su cauce natural y proteger vidas y bienes”, afirmó, subrayando la necesidad de acción coordinada entre agencias y, sobre todo, voluntad política firme.

“La solución va más allá de arreglos técnicos; Pakistán necesita un cambio sistémico profundo y una adaptación transformadora para enfrentar eficazmente estas crecientes crisis climáticas. Es un enfoque de toda la sociedad que integre reformas políticas, colaboración intersectorial y adaptación liderada localmente, basada en el conocimiento indígena”, coincidió Kapadia.

Babajan estuvo de acuerdo en que la crisis es causada por el hombre y puede solucionarse. “Debemos enfocarnos en la prevención, encontrar soluciones locales antes de que ocurra el daño. Debemos recurrir a la sabiduría y tecnologías de nuestros ancestros para construir resiliencia”, concluyó.

T: GM / ED: EG

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