YDERABAD, India – Cuando se presentó el Fondo Cali en febrero, en paralelo a la segunda parte de la COP16 en Roma, el anuncio causó un gran revuelo en la comunidad conservacionista mundial. Por primera vez en la historia, las empresas que obtienen beneficios de la información sobre sobre la secuenciación digital (DSI, en inglés), es decir, el material genético digitalizado de plantas, animales y microorganismos, deberán contribuir a un fondo multilateral para proteger la biodiversidad de la que se benefician.
El Fondo, que se estima que movilizará 1000 millones de dólares al año, fue inmediatamente aclamado como un avance histórico. La mitad del dinero se destinará a los pueblos indígenas y las comunidades locales (IPLC, en inglés), especialmente a las mujeres y los jóvenes, en reconocimiento de su papel como guardianes de los recursos genéticos del mundo.
Pero tres meses después, cuando la celebración del lanzamiento se esfuma, comienzan a surgir preguntas difíciles: ¿Pagarán las empresas de forma voluntaria? ¿Llegará el dinero a quienes más lo necesitan? ¿Y puede un fondo basado en la buena voluntad tener un impacto real en el mundo real con la suficiente rapidez?
Cómo nació el Fondo: de Cali a Roma
El Fondo de Cali nació de la Decisión 16/2 de la 16 Conferencia de las Partes (COP16) del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), celebrada en la ciudad colombiana de Cali, entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre del año pasado y que tuvo una segunda parte entre el 25 y 27 de febrero ultimo en Roma, para completar temas que habían quedado pendientes.
Hasta ahora, las empresas podían acceder libremente a los datos genéticos digitales y comercializarlos sin ninguna obligación de compartir sus beneficios con los países o comunidades de donde procedían los datos.
El Fondo pretende poner fin a ese abuso.
Con la Oficina del Fondo Fiduciario de Asociados Múltiples de las Naciones Unidas como administrador y el respaldo del Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (Pnuma), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) y la Secretaría del CDB, el Fondo Cali promete un fuerte respaldo institucional.
Su estructura de gobernanza incluye gobiernos, organismos de las Naciones Unidas y representantes de los pueblos indígenas y locales, lo que lo convierte en un caso de prueba para integrar la justicia en la bioeconomía mundial.
Lo que promete el Fondo de Cali
Nuevos fondos para la naturaleza: alrededor de 1000 millones de dólares al año procedentes del sector privado, no de gobiernos ni donantes tradicionales.
Responsabilidad corporativa: se espera que las empresas que utilizan DSI contribuyan con 1 % de sus beneficios o 0,1 % de sus ingresos.
Justicia para las IPLC: se garantiza que 50 % de los fondos se destine directamente a las comunidades indígenas y locales.
Infraestructura científica y digital: los recursos se destinarán a desarrollar la capacidad de la DSI, apoyar estrategias de biodiversidad y cerrar la brecha digital, especialmente en el Sur global.
Una pregunta de mil millones de dólares: ¿pagarán las empresas?
A pesar del optimismo, surgen serias preocupaciones sobre su viabilidad, incluso cuando aún se están sentando las bases del Fondo.
En primer lugar, las contribuciones de las empresas son voluntarias y no existe ningún mecanismo para hacerlas cumplir. Sectores como el farmacéutico, el biotecnológico, el cosmético y el de la biología sintética dependen en gran medida de los DSI, pero muchos ni siquiera hacen un seguimiento de su uso.
Ampliar el alcance del Fondo más allá de los participantes voluntarios podría provocar resistencia, a menos que los países impongan regulaciones más estrictas.
«La Secretaría sigue colaborando con las empresas para garantizar que las intenciones de contribuir se traduzcan en pagos reales», dijo a IPS la secretaria ejecutiva del CDB, Astrid Schomaker.
La rendición de cuentas es otra cuestión importante. Si bien el Fondo se compromete a una gobernanza participativa, los detalles sobre la auditoría, la presentación de informes públicos y la supervisión siguen siendo vagos.
La realidad detrás de la retórica
La cifra de 1000 millones de dólares es impresionante, pero no es jurídicamente vinculante. Sin transparencia y sin medidas coercitivas, existe el riesgo de que las empresas traten el Fondo como una simple medida de relaciones públicas en lugar de un compromiso real.
«Es fundamental que los desembolsos se ajusten a las necesidades identificadas por los IPLC», afirmó Schomaker, añadiendo que «esa es la responsabilidad del Comité Directivo».
El comité directivo al que se refiere Schomaker se creó en abril con 28 miembros que representan a los puntos focales nacionales, a los pueblos indígenas y las comunidades locales, a la comunidad científica y al sector privado.
Se prevé que el Comité Directivo se reúna dos veces en 2025, una vez de forma virtual durante el segundo trimestre del año y otra vez en persona a finales de año. En 2026 se prevén dos reuniones.
Pero los críticos argumentan que eso no es suficiente. Sin sistemas sólidos para hacer un seguimiento del uso de la ISD, recaudar las cuotas y asignar los fondos, el Fondo Cali podría convertirse en otra iniciativa que suena bien pero que logra poco.
India: un gigante de la biodiversidad que observa con atención
India, uno de los países con mayor biodiversidad y un actor en auge en la economía de los DSI, observa con atención el Fondo de Cali.
«Si el Fondo se gestiona de forma equitativa y reconoce a la India como beneficiaria prioritaria, podría apoyar nuestras áreas protegidas, la conservación comunitaria y la investigación sobre la biodiversidad», dijo Achalendra Reddy, presidenta de la Junta de Biodiversidad de la India.
Sin embargo, Reddy señala que para que el Fondo beneficie realmente a países como la India, son esenciales tres cosas:
1) Mecanismos de asignación transparentes que garanticen que los fondos lleguen a los actores nacionales y locales; 2) Apoyo a los esfuerzos liderados a nivel local, no a programas verticales; y 3) Complementariedad, de modo que el Fondo se sume a las inversiones nacionales e internacionales existentes, en lugar de sustituirlas.
Si se hace bien, el Fondo podría ayudar a colmar las deficiencias crónicas de financiación y ampliar la conservación en toda la India y el SurgGlobal.
Mrinalini Rai es la directora de una organización de defensa que coordina el Caucus de Mujeres del CDB, una coalición de entre 300 y 500 grupos de mujeres y derechos indígenas que trabajan para integrar la igualdad de género en el CDB y los acuerdos internacionales relacionados.
En declaraciones a IPS, Rai parece estar de acuerdo con Reddy.
«La puesta en marcha del Fondo Cali es un paso prometedor para abordar esa brecha. Sin embargo, para que sea verdaderamente transformador, el fondo debe ser accesible, inclusivo y sensible a las realidades de las mujeres defensoras y promotoras de la biodiversidad, especialmente las de los pueblos indígenas y las comunidades locales», dijo.
Para Rai, la transparencia de los procesos, la flexibilidad de la financiación y el apoyo específico al fortalecimiento de las capacidades serán fundamentales para superar las barreras históricas y garantizar que nadie se quede atrás.
Velocidad frente a sostenibilidad: una nota de precaución
Los expertos advierten que precipitar la puesta en marcha del Fondo podría socavar su credibilidad a largo plazo. «Los recursos genéticos son un patrimonio nacional. También lo es la DSI», afirmó Nithin Ramakrishnan, investigador de políticas de DSI del Centro de Investigación de Políticas Públicas de la India.
«El CDB y sus Estados miembros deben dar prioridad a la sostenibilidad frente a la rapidez y evitar que la distribución de beneficios se reduzca a una simple transacción financiera», añadió, advirtiendo contra el peligro de dejar que las empresas dicten la gobernanza de la biodiversidad.
A su juicio, «si se responsabiliza a los países de informar a las empresas sobre el uso de los DSI, corremos el riesgo de anteponer los intereses corporativos a los programas de conservación soberanos».
Por qué sigue siendo importante el Fondo de Cali
A pesar de sus dificultades iniciales, el Fondo de Cali representa un cambio de paradigma. Por primera vez, la comunidad internacional reconoce que la información genética tiene un valor monetario y que ese valor debe compartirse de forma equitativa, en lugar de extraerse y acapararse.
Como señala Vishaish Uppal, director de Gobernanza, Derecho y Políticas de WW India, el Fondo de Cali «apela al tercer pilar, a menudo pasado por alto, del CDB: la distribución de beneficios».
Esto es muy importante en el contexto actual del colonialismo digital, en el que los datos genéticos se extraen del Sur global y se monetizan en el Norte global, dejando fuera del circuito a las comunidades indígenas y locales.
T: MF / ED: EG