China es el motor de más y nuevas energías renovables en América Latina

La planta solar de Cauchari, en la provincia de Jujuy, en el noroeste de Argentina, a 4000 metros sobre el nivel del mar y con más de un millón de paneles, fue durante años la mayor de América Latina. Se construyó con capital, ingeniería y materiales de China. Imagen: Casa Rosada

CARACAS – China, con sus inversiones, productos, tecnología e innovación volcadas en parques solares y eólicos en América Latina y el Caribe, y en redes y servicios de electricidad, destaca como motor para el tránsito regional hacia una energía menos atada a los combustibles fósiles y cada vez más limpia y verde.

Entre 2010 y 2024 China invirtió en renovables en la región 33 690 millones de dólares, con 70 transacciones para otros tantos proyectos, de los cuales 54 fueron de energías distintas a hidroelectricidad, con 13 138 millones de dólares.

Ya esas cifras “permiten destacar la importancia de China para apoyar la transición energética de la región, tanto por la vía de inversiones como en proyectos de infraestructura”, dijo a IPS, desde Ciudad de México, Enrique Dussel Peters, coordinador de la Red Académica de América Latina y el Caribe sobre China (RedALC-China).

Más allá del dinero, China “tiene la capacidad de hacer la tecnología, implementarla y escalarla a la velocidad que se requiere”, señaló Ana Lía Rojas, directora ejecutiva de Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento (Acera).

En un diálogo con IPS en Santiago de Chile, Rojas citó al economista estadounidense Jeffrey Sachs, director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia y asesor de las Naciones Unidas, quien ha sostenido que, en síntesis, “la transición energética es china”.

Sachs aprecia a China como “líder en tecnologías clave que serán esenciales en los próximos 25 años: energía fotovoltaica, eólica, nuclear modular, transmisión de energía a larga distancia, 5G (ahora 5.5G), baterías, vehículos eléctricos y otras”.

“Es evidente que, para China, América Latina como un todo es un mercado que geográficamente presenta muchísimas oportunidades; primero, por la disponibilidad de recursos naturales, que incluyen minerales críticos, y características como acceso al agua y fuentes de energía renovables y naturales”: Ana Lía Rojas.

Hacia América Latina ha sido un movimiento incesante: si en el lapso 2000-2009 no hubo inversión china alguna en energías renovables en la región, en 2010-2014 surgieron ocho, por 3298 millones dólares, que generaron 6000 empleos, según el Monitor de Inversiones de RedALC.

En 2015-2019 vieron la luz 25 proyectos con financiamiento chino, por 19 568 millones de dólares -con 9300 empleos-, y en el período 2020-2024 se concretaron 37 transacciones, por 10 824 millones de dólares, y con 15 000 empleos.

Hubo un bajón del monto de la inversión en 2020, en el contexto de la pandemia de covid-19. Pero, en contrapartida, un dato revelador: 35 de las 37 transacciones para energías renovables en el quinquenio fueron a proyectos distintos a la energía hidroeléctrica.

El Complejo solar Lagoinha, inaugurado en julio de este año y perteneciente a la filial brasileña del grupo chino CGN. En un área de 304 hectáreas en el municipio de Russas, en el estado de Ceará, nordeste de Brasil, despliega 337 000 paneles que llevarán electricidad a 240 000 hogares. Imagen Gobierno de Ceará

Convergen intereses y desafíos

La Agencia Internacional de Energía (AIE, de los grandes consumidores industrializados) registra en el mundo “un aumento vertiginoso de la inversión china en energías limpias, en particular en renovables”, hasta superar los 625 000 millones de dólares en 2024, casi el doble que en 2015 y en posición líder, con 30 % del total global.

La inversión energética china, tradicionalmente dominada por empresas estatales y con proyectos respaldados por financiación pública, está cambiando, con el gobierno fomentando cada vez más la participación de su sector privado.

De otro lado, en América Latina y el Caribe se invirtieron en la década 2015-2024 unos 70 000 millones de dólares en energías renovables (más de 30 300 millones, 43 %, de origen chino) según la AIE.

Pero también señala la AIE que, a pesar del continuo aumento de la inversión en energías renovables, América Latina solo representa cinco por ciento de la inversión mundial en energía limpia con financiación privada, reflejo de las altas tasas de interés, la falta de financiación a largo plazo y el costo de la deuda pública.

Se cruzan entonces las necesidades y dificultades de la región con el énfasis que, según Dussel Peters, han puesto las fuerzas productivas de China en el desarrollo tecnológico y en innovaciones disruptivas, desde la nanofabricación hasta las actividades aeroespaciales, incluidas las nuevas fuentes de energía.

La inversión china en energías renovables “ofrece múltiples beneficios, porque impulsa la sustentabilidad energética, apoya la transición hacia una matriz baja en carbono, provee tecnología crítica y genera empleo calificado”, destacó a IPS en Santiago el académico chileno Rodrigo Cáceres.

Investigador del Centro de Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Diego Portales, Cáceres observa un “compromiso sostenido” de China en áreas como almacenamiento energético, redes inteligentes e hidrógeno verde, y sostiene que la relación con América Latina “se proyecta como estratégica y de largo plazo”.

Una clave para esta relación de largo aliento es el amplio espacio, territorial, poblacional y de recursos que América Latina y el Caribe presenta ante China.

“Si vemos el ingreso per cápita que tenemos en la región, y lo comparamos con el chino, tenemos más menos el mismo. Pero América Latina tiene la mitad de la población de China y el doble del territorio chino”, observó Rojas.

El doble del territorio “significa que los proyectos pueden desplegarse de una forma distinta a como se hacen en el resto del mundo”, observa la directora de Acera.

Según Rojas “es evidente que, para China, América Latina como un todo es un mercado que geográficamente presenta muchísimas oportunidades; primero, por la disponibilidad de recursos naturales, que incluyen minerales críticos, y características como acceso al agua y fuentes de energía renovables y naturales”.

“Segundo, porque evidentemente es una región más descomprimida, desde el punto de vista de la población, y eso da cierto grado de holgura o libertad para poder desarrollar en el territorio proyectos que van a ayudar a la transición energética, no solo de las economías locales o nacionales, sino en el mundo”, expresó.

Complejo eólico Tanque Novo, en el estado de Bahia, en el noreste de Brasil, desarrollado por el grupo chino CGN. Consta de siete parques con 40 aerogeneradores, una capacidad instalada de 180 MW y puede dar servicio a 430 habitantes. Imagen: Tanque Novo

Brasil, plaza líder

En Brasil, la presencia de China en su sistema eléctrico “es profunda y estratégica, resultado de más de una década de inversiones por parte de grandes empresas estatales como State Grid y China Three Gorges (CTG)”, dijo Tulio Cariello, director de investigación en el Consejo Empresarial Brasil-China.

“De hecho, se ha convertido en el principal destino de los activos de estas compañías fuera de China, tanto State Grid como CTG tienen en Brasil la mayoría de sus inversiones internacionales, lo que refleja la importancia estructural del país en su proyección global”, señaló Cariello en diálogo con IPS en Río de Janeiro.

State Grid es hoy un gran operador de transmisión eléctrica en Brasil, y su entrada masiva a ese mercado se consolidó con la compra en 2016-2018 de CPFL Energia (antes Companhia Paulista de Força e Luz) una de las principales empresas de distribución del país.

Otro proyecto emblemático liderado por State Grid fue la construcción de los sistemas de transmisión de ultra alta tensión, que conectan la central hidroeléctrica de Belo Monte en la Amazonia (11 200 MW), con la región sudeste, que concentra la mayor demanda eléctrica.

La energía de fuentes solar y eólica, aunadas, cubren una cuarta parte de la matriz eléctrica de Brasil, de acuerdo con su Balance Energético Nacional.

Al cierre de 2024, la capacidad instalada de energía eólica en Brasil -más de 16 % de la matriz eléctrica nacional, alcanzó los 33,7 gigavatios, con 1103 parques eólicos y 11 720 aerogeneradores. Para 2032 se prevé una nueva capacidad instalada, acumulada, de 56 GW.

El fabricante chino de turbinas eólicas Goldwind estableció el año pasado en el estado de Bahia, en el nordeste brasileño, su primera fábrica fuera de China, con una inversión de más de 20 millones de dólares para producir al año 150 turbinas de entre 5,3 MW y 7,5 MW. Esta decisión demuestra una fuerte confianza en el mercado brasileño.

El volumen de inversión china en Brasil entre 2007 y 2023 ascendió a 73 300 millones de dólares -33 200 millones en el sector eléctrico-, con 264 proyectos confirmados, y va camino de los 123 200 millones de dólares con 342 proyectos.

El impacto de las inversiones, en lo que atañe a energías renovables, “puede observarse en varios frentes: aumento de la capacidad de generación y transmisión, modernización de infraestructuras críticas, mayor estabilidad en el suministro eléctrico y creación de empleo y transferencia de tecnología”, afirmó Cariello.

El Parque Eólico Los Cururos, en la región de Ovalle, 328 kilómetros al norte de Santiago, es uno de las decenas de instalaciones donde se genera electricidad en Chile gracias al viento constante en esa zona frente al océano Pacífico. Los aerogeneradores están instalados al borde de la autopista que une el norte con el centro de Chile y son visibles desde la carretera para los miles de visitantes de la zona durante el verano boreal. Imagen: Orlando Milesi / IPS

Avanzando sobre el mapa regional

En Argentina, con un financiamiento inicial de 390 millones de dólares del Banco de Exportación e Importación de China (Chexim), comenzó en 2018 la construcción del parque solar Cauchari, uno de los mayores de América Latina, en la noroccidental provincia de Jujuy.

A unos 4000 metros sobre el nivel del mar y con 1,2 millones de paneles, Cauchari tiene capacidad instalada de 315 MW -una expansión prevé agregar otros 200 Mwh- y reducir en 325 000 toneladas las emisiones de carbono.

Hay otros desarrollos solares con participación China, y entretanto Goldwind ha adquirido parques eólicos en las provincia de Buenos Aires, en el centro, y en Chubut, en el sur.

La investigadora Juliana González Jáuregui, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), ha subrayado la participación de Beijing en proyectos de energías renovables de Argentina, con atención a sus provincias, incluso desde antes de que ese país se adhiriese en 2022 a las iniciativas chinas de la Franja y la Ruta.

Por el contrario, “Europa y Estados Unidos aún no han comprendido la importancia de avanzar a nivel subnacional en Argentina, lo que China logró con rapidez y de forma significativa. Las provincias poseen recursos naturales, por lo que el componente subnacional es necesario”, dijo González al portal Dialogue Earth.

Mientras, en Chile, “lo que ha pasado en los últimos dos años es que las empresas chinas han apostado por el país como puerta para América Latina y se han instalado con distintas empresas que dan trabajo”, dijo Rojas.

“Les interesa demostrar la calidad y los avances tecnológicos, de innovación, que han tenido en estos rubros, con foco en almacenamiento, sistemas de inversores y todo lo que ayuda a estabilizar los flujos de una red eléctrica”, afirmó.

De ese modo China “ha entrado cada vez con más fuerza en el sector eléctrico, donde tenemos descarbonización y representa 22 % de los consumos energéticos del país”, y en particular en el segmento de la distribución, mediante la adquisición de algunas compañías clave para abastecer a la población, expuso Rojas.

Destaca el grupo chino Grid, que en 2020 adquirió de la española Naturgy, por 3000 millones de dólares, la chilena Compañía General de Electricidad (CGE), y por 2230 millones compró Chilquinta, otra distribuidora del fluido en Chile, que estaba en manos de la estadounidense Sempra Energy.

Adicionalmente tiene una participación en la mayor distribuidora, Transelec, por lo que con el conjunto tiene una posición mayoritaria y dominante en la distribución de electricidad en Chile.

En Perú, la firma CSG (China Southern Power Grid) compró en 2024, por 3100 millones de dólares, a Enel Perú, que fue del grupo italiano Enel. La firma, ahora llamada Pluz Perú participa en el mercado con la generación de 1590 MW, de distintas fuentes, y en la distribución.

La empresa peruana incluye un conjunto solar en el sureño municipio de Moquegua, con 560 000 paneles repartidos en 400 hectáreas, que pueden generar 440 GW al año; y una planta eólica en la suroccidental provincia de Nazca, con 42 aerogeneradores que pueden producir hasta 600 GW anuales.

En Colombia otro gigante chino, CTG, propició construir la central solar del municipio Baranoa, en el norteño departamento del Atlántico, que a un costo de 20 millones de dólares y con 36 000 módulos puede agregar a las redes 20 MW.

Aunque es un proyecto modesto y distante de los grandes centros económicos y urbanos, muestra el interés compartido con Colombia, cuyo presidente Gustavo Petro se abraza a las banderas de las energías renovables y de la descarbonización de la economía y la vida en sociedad.

En Nicaragua se anunció que China Communications Construction Company construirá en el municipio de Nindirí, al sur de Managua, una planta solar con 112 700 paneles y capacidad de 70 MW, a un costo de 80 millones de dólares.

El gobierno de Managua -que recién en 2021 restableció sus relaciones con China tras romper con Taiwán en 2021- aspira a que el proyecto, junto con alimentar la red eléctrica, apoye el abastecimiento de agua potable y el saneamiento en el país.

Y en un salto sobre el Caribe, en marzo último la Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo de China entregó en Cuba un lote de donativos para ejecutar un proyecto de parques fotovoltaicos con asistencia china, en el municipio de Guanajay, a unos 50 kilómetros al oeste de La Habana.

El proyecto, según datos recabados por IPS en La Habana, comprende siete parques y aportará 35 MW al sistema eléctrico de la isla. Los restantes parques, a desarrollar por la firma china Shanghái Electric y la Unión Eléctrica de Cuba, agregarán otros 85 MW. La demanda en el país se cifra en 3500 MW, con un déficit que llega a superar los 1500 MW.

“Esperamos aprovechar este proyecto como oportunidad para contribuir con la fuerza china a garantizar la seguridad energética y promover el desarrollo social sostenible en Cuba”, comentó al respecto el embajador chino en La Habana, Hua Xin.

Una góndola de producción en la nueva fábrica de aerogeneradores en Camaçari, en el noreste brasileño, instalada por la firma china Goldwind. La energía eólica es la segunda fuente renovable en el abastecimiento eléctrico de Brasil, después de la hídrica. Imagen: Goldwind

La pelota en el tejado

Las empresas chinas, recordó la chilena Rojas, obviamente tienen interés en colocar sus propias marcas de productos, pero también poseen centros de investigación o de transferencia tecnológica para ayudar a los países a encarar el reto de acelerar la adopción de tecnologías de transición energética.

“Ellos tienen tecnologías de punta, que nosotros hoy día las vemos en el power point, pero que ellos están aplicando ya en sus ciudades”, apuntó.

Los expertos concuerdan en que un atractivo para invertir, junto a la potencialidad del territorio, su población y sus recursos, está en el marco regulatorio del negocio eléctrico, que cambia apenas se traspasa cualquiera de las fronteras nacionales.


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El punto es más relevante una vez que grandes inversores como China pasan de la sola venta de productos y tecnología a la compra de cada vez más activos, y quedan así inmersos en la complejidad de las redes de servicio, sus costos y sus precios.

Para muchos países de la región puede valer la observación que para Brasil hace Jorge Arbache, profesor de Economía en la Universidad de Brasilia, sobre cómo se movilizan las ventajas y los recursos que hacen posible la transición energética.

Sostiene que “mientras que China ha utilizado la transición energética como eje de su política nacional de desarrollo”, Brasil aún trata sus ventajas “principalmente como activos que se explotan de forma primaria, cortoplacista y depredadora, con bajo valor añadido, fragmentación institucional y falta de una estrategia coordinada”.

“Lo que China nos demuestra es que la transición energética y el capital natural, bien articulados, son más que un cambio de matriz: son una estrategia de desarrollo, una herramienta para la soberanía y una fuente de poder geopolítico”, concluyó Arbache.

Con aportes de Mario Osava (Brasil), Orlando Milesi (Chile) y Dariel Pradas (Cuba).

ED: EG

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