Los jóvenes de África forzados a abandonar las ciudades por la crisis de la vivienda

Los jóvenes en África migran a las ciudades porque en ellas están las mejores opciones de desarrollo, pero esas urbes los están expulsando por los precios prohibitivos de los alquileres y la falta de acceso a viviendas que se adecuen a los bajos salarios en el continente.
Edificios de gran altura en construcción en Lagos, la ciudad más poblada de Nigeria. La mayoría de las viviendas son inasequibles para los jóvenes nigerianos, tal como sucede en toda África, en un problema que se está haciendo crítico por los precios prohibitivos de los alquileres urbanos. Imagen: Promise Eze / IPS

ABUJA – Tras graduarse en 2019, Jeremiah Achimugu abandonó el estado de Sokoto, en el noroeste de Nigeria, y se trasladó a Abuja, la capital del país, en busca de mejores oportunidades. Sin embargo, la vida en la ciudad le deparó retos inesperados, especialmente el elevado coste de la vivienda.

Al principio, Achimugu se alojó con su tío y trabajó como agente comercial en una empresa, ganando unos 73 dólares al mes. Sin embargo, su salario apenas le alcanzaba para cubrir sus necesidades más básicas.

El costo de la vida en la capital de Nigeria, en rápido desarrollo, pronto se comió mi salario, dijo. A fin de mes, siempre estaba sin dinero. El transporte, la comida y otros gastos eran demasiado elevados.

Cuando empezó a buscar un lugar propio, se sorprendió por los precios. Incluso un pequeño apartamento de una habitación en una zona apartada cuesta más de 300 dólares al año.

No podía permitirme ese alquiler, aunque el apartamento no era nada del otro mundo, contó a IPS.

Unos meses más tarde, Achimugu renunció a su trabajo y regresó a Sokoto. Su sueño de labrarse una vida en la ciudad se vio truncado por el elevado coste de la vida.

El coste de la vida y el alquiler en las ciudades del país, dijo, es demasiado alto para los jóvenes. Pero estos son los lugares donde están las oportunidades y algunos propietarios se aprovechan de los jóvenes que llegan a las ciudades subiendo el alquiler de manera descontrolada.

Una crisis inmobiliaria continental

La experiencia de Achimugu refleja un problema mayor al que se enfrentan los jóvenes en toda Nigeria, un país de África occidental con unos 225 millones de personas. Alrededor de 63 % de esa población tiene menos de 24 años y las ciudades están creciendo rápidamente.

Las Naciones Unidas han advertido de que la población urbana de Nigeria está aumentando casi el doble que la media nacional. Sin embargo, la vivienda no ha seguido el ritmo de este crecimiento. Como resultado, las pocas viviendas disponibles ahora tienen un precio excesivo. El Banco Mundial estima que el país tiene un déficit de más de 17 millones de viviendas.

En las principales ciudades, como Lagos, Abuja y Port Harcourt, los precios de los alquileres pueden oscilar entre unos 246 dólares y hasta 16 000 dólares al año, dependiendo de la ubicación y el tipo de apartamento, valores muy por encima del de los salarios.

Con un salario mínimo mensual de 43 dólares, que a menudo no se paga o se retrasa, y una elevada tasa de desempleo, muchos jóvenes no pueden permitirse una vivienda digna. Esto les dificulta establecerse, crear vínculos sociales sólidos o sentirse seguros económicamente.

Pero lo más importante es que Nigeria no es el único país africano en esta situación, sino más bien un ejemplo de lo que sucede en las grandes urbes del continente.

En toda África, los jóvenes se ven excluidos del mercado del alquiler. La rápida urbanización, el crecimiento demográfico y las dificultades económicas han convertido la vivienda asequible en una preocupación creciente.

En entrevistas con jóvenes de Ghana, Kenia, Sudáfrica y Nigeria, IPS confirmó que los mismos retos existen en todo el continente.

La vivienda formal sigue estando fuera del alcance de la mayoría de los africanos, ya que entre 5 y 10 % de la población puede permitírselo. La mayoría se ve obligada a vivir en asentamientos informales, muchos de los cuales carecen de servicios esenciales como agua potable, electricidad y saneamiento adecuado.

Los expertos han advertido de que, si no se aumenta la inversión en viviendas asequibles, un número cada vez mayor de jóvenes tendrá dificultades para encontrar un lugar donde vivir.

Kwantami Kwame, de Kumasi, en Ghana, culpa al capitalismo y a la codicia de los propietarios inmobiliarios del alto coste de los alquileres. Según aseguró a IPS, la fiebre por obtener beneficios rápidos en las ciudades está afectando al bienestar de los jóvenes, la mayoría de los cuales tienen bajos ingresos.

«Hace unas semanas, estaba buscando un apartamento de una habitación en Accra, la capital de Ghana, y me pidieron que pagara por adelantado dos años de alquiler, 38 275 cedis ghaneses (2500 dólares )», dijo Kwame.

Añadió que «el apartamento ni siquiera cumplía con los estándares. El precio no incluía el agua, la electricidad ni la basura. Es realmente injusto».

A su juicio, en un país donde el salario mínimo mensual es de solo 45 dólares, debería haber medidas para que los jóvenes puedan acceder a viviendas asequibles en las ciudades donde hay oportunidades.

Kwame cree que los gobiernos deberían regular los alquileres y controlar los excesos de los propietarios.

Pero Olaitan Olaoye, experto inmobiliario con sede en Lagos, la antigua capital de Nigeria, tiene una opinión diferente.

Señala la escasa disponibilidad de suelo como uno de los principales factores que impulsan el aumento de los alquileres y sostiene que el control de los precios no resolverá el problema.

Para el especialist, los gobiernos africanos no deberían fijar los precios de los alquileres cuando no están haciendo lo suficiente para combatir la inflación, que sigue impulsando al alza el coste de los materiales de construcción.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

«Por ejemplo, en un país como Nigeria, la eliminación de los subsidios al combustible provocó una subida vertiginosa de los precios. Esto tuvo un efecto dominó en todo lo demás, incluida la construcción. Provocó un aumento del coste de los materiales de construcción. El Gobierno no tiene entonces ningún derecho moral a ordenar a los propietarios que reduzcan los alquileres», argumentó Olaoye.

Aunque no excusa la codicia de algunos propietarios y promotores inmobiliarios, a Olaoye le preocupa que, si los jóvenes ya tienen dificultades para alquilar una vivienda, el sueño de tener una propia se vuelva cada vez más irreal.

«En el pasado, era más fácil construir una casa. Los precios de los materiales de construcción eran asequibles y la vida era más estable. En aquella época, cuando la gente terminaba los estudios y conseguía un trabajo, podía empezar a ahorrar inmediatamente. Podían permitirse comprar un automóvil, construir una casa y vivir cómodamente. Pero las cosas han cambiado», afirmó.

Programas de vivienda social inadecuados

Phoebe Atieno Ochieng, en Nairobi, la capital de Kenia, en África oriental, se hace eco de las preocupaciones de Olaoye.

Tras conseguir un puesto de profesora en la capital, dejó la casa de su familia en la zona rural de Busia. Sin embargo, con un salario mensual de solo 140 dólares, alquilar una vivienda en la ciudad estaba fuera de su alcance.

«No tuve más remedio que vivir en un pequeño espacio que me proporcionó la dirección del colegio dentro del recinto escolar», explicó a IPS.

Añadió que «las casas aquí no son asequibles. Un apartamento básico de un dormitorio cuesta al mes 120 000 chelines kenianos (928 dólares). No puedo llegar a fin de mes porque todavía tengo que pagar impuestos, comprar comida y cubrir otras necesidades diarias. A menos que consiga un trabajo mejor pagado, no podré salir adelante».

Ochieng critica al gobierno keniano por no proporcionar viviendas sociales adecuadas y no garantizar el acceso a hipotecas asequibles.

Ese gobierno keniano ha puesto en marcha un plan de vivienda social, como el Programa de Vivienda Asequible, para ayudar a las personas con ingresos bajos y medios a conseguir una vivienda digna, pero la iniciativa ha sido objeto de crecientes críticas.

Muchos argumentan que las viviendas que se están construyendo siguen siendo inasequibles y existe una preocupación generalizada por la posible mala gestión del plan.

Además, la introducción de un impuesto obligatorio sobre la vivienda ha desatado la indignación, y muchos se preguntan por qué se les obliga a financiar viviendas a las que quizá nunca puedan acceder o de las que nunca se beneficiarán.

De manera similar, el gobierno nigeriano ha realizado varios intentos para abordar la crisis de la vivienda a través de diversos programas nacionales diseñados para proporcionar viviendas asequibles en las ciudades.

Sin embargo, estos programas han fracasado a menudo debido a una mala ejecución, una financiación inadecuada y la corrupción. Muchos proyectos de vivienda han sido abandonados, dejando sin cumplir la promesa de una vivienda asequible para la mayoría de los nigerianos.

La crisis de la vivienda en Sudáfrica se está agravando igualmente, debido a la rápida urbanización, los retos económicos y el legado del apartheid.

Ciudades como Johannesburgo, Ciudad del Cabo y Durban están viendo cómo un número cada vez mayor de personas se traslada desde las zonas rurales en busca de mejores oportunidades laborales, lo que ejerce presión sobre las infraestructuras de vivienda.

Durante el apartheid, muchos sudafricanos negros fueron confinados en municipios superpoblados en las afueras de las ciudades, zonas que aún carecen de infraestructuras y servicios adecuados.

A medida que los jóvenes acuden en masa a las ciudades en busca de mejores perspectivas, se enfrentan al reto de los alquileres inasequibles, lo que, según Ntando Mji, recepcionista en un pequeño hotel de Ciudad del Cabo, limita su potencial.

El gobierno sudafricano ha intentado proporcionar viviendas subvencionadas a las personas con ingresos limitados, pero la magnitud del problema es abrumadora y millones de personas siguen esperando una vivienda.

«En Ciudad del Cabo es muy difícil conseguir una casa. Las agencias exigen tres meses de alquiler como fianza y examinan tus ingresos, pero incluso conseguir que te aprueben un espacio es muy difícil», se lamentó Mji.

Como son principalmente entidades comerciales las que construyen viviendas, resultan muy caras, mientras los gobiernos eluden su rol de construir viviendas de carácter social.

«Por eso, el gobierno sudafricano debería intervenir proporcionando alojamientos a precios más bajos e involucrando al sector privado en la construcción de viviendas más económicas en zonas más seguras», dijo Bhufura Majola, quien contó a IPS que tuvo que esperar un año antes de poder conseguir un pequeño apartamento en una zona estudiantil lejos de su lugar de trabajo.

Y añadió: «El alto costo de los alquileres en Sudáfrica es un gran impedimento para los jóvenes profesionales en particular, ya que les quita la posibilidad de elegir dónde vivir, especialmente cerca de lugares donde hay empleo garantizado. Esto ha obligado a muchos a abandonar sus sueños».

Peace Abiola, que vive en Ibadán, en el suroeste de Nigeria, gastó todos sus ahorros, unos 370 dólares,  en un apartamento el año pasado. Trabaja como creadora independiente de contenidos para marcas, con ingresos irregulares. Ahora, con el alquiler pendiente, está pensando en volver a su pueblo porque ya no puede permitírselo.

«Creo que una solución a este problema es la aplicación adecuada de leyes que controlen el aumento irregular de los precios de los alquileres», dijo, haciéndose eco de la frustración de muchos nigerianos que han comenzado a protestar y a pedir al Gobierno que actúe.

El gobierno nigeriano ha prometido en repetidas ocasiones aplicar políticas que protejan a los inquilinos, pero ninguna de esas promesas se ha materializado.

«Aquí solo nos preocupamos por sobrevivir, por cómo pagar el próximo alquiler o cómo conseguir la próxima comida. La vida no debería ser así», resumió Abiola sobre la situación de los jóvenes urbanos africanos.

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