IDLIB, Siria – La guerra en Siria ha dejado a innumerables personas con lesiones devastadoras, que van desde amputaciones de miembros y quemaduras hasta la pérdida
de funciones sensoriales. Son lesiones que han afectado profundamente sus vidas,
lo que se ve agravado por la escasa atención y el escaso apoyo que reciben de las organizaciones de la sociedad civil.
Salam al Hassan, de 43 años, de Saraqib, al sur de la noroccidental ciudad de Idlib,
perdió ambas piernas en 2023 cuando el misil de un avión de combate explotó cerca de ella.
Desde aquel día aciago, su vida ha cambiado irrevocablemente, marcada por meses de duro tratamiento y rehabilitación hasta que pudo volver a caminar con prótesis.
Sin embargo, mantenerse en pie y moverse siguen siendo una lucha cotidiana importante.
«Existo al margen de la vida, eclipsada por la escasez de centros de tratamiento. Aunque tuve la suerte de recibir prótesis, conozco a innumerables amputados que solo pueden soñar con obtenerlas debido a su elevado coste», cuenta Al Hassam.
A esto se suma, añade, «el hecho de que muchos hospitales y centros de salud se han visto obligados a suspender sus actividades debido a la suspensión de la ayuda y la financiación vitales».
Los niños, también víctimas
Innumerables niños sirios también han sido víctimas de los estragos de la guerra civil, que asoló Siria entre 2011 y diciembre del año pasado y donde aún persisten puntos de conflicto. Como consecuencia, sufren lesiones que han provocado discapacidades o la amputación de miembros.
Esos niños se enfrentan ahora a la dura realidad de vivir con discapacidades físicas permanentes, una carga agravada por el deterioro de los servicios de salud y la escasez de suministros médicos esenciales necesarios para atender sus necesidades específicas.
Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), aproximadamente 900 niños en Siria perdieron la vida o resultaron heridos solo en 2020.
Esta cifra eleva el el número total de víctimas infantiles, entre muertos y heridos, desde el inicio de la guerra a unos 13 000. Esta cifra impactante representa aproximadamente un tercio del total de heridos y muertos registrados, lo que deja a una multitud de niños
lidiando con discapacidades de por vida.
Salem al Diyab, un niño desplazado de 14 años de la ciudad de Ma’arat al Nu’man, en el sur de la provincia de Idlib, reside ahora en un campamento en la localidad de Qah, cerca de la frontera de Siria con Turquía.
Se sienta a la entrada de su tienda, observando a otros niños del campamento que caminan a la escuela. La guerra de Siria no solo le ha arrebatado una parte de su cuerpo, sino que también le ha impuesto una vida de discapacidad y le ha privado de continuar su educación.
Al reflexionar sobre su terrible experiencia, Salem dice: «Mi pierna amputada
me ha convertido en blanco de burlas y acoso por parte de mis compañeros, por lo que
dejé de ir al colegio».
«Me amputaron la pierna izquierda a finales de 2019 después de que me alcanzara la metralla de un avión de combate cuando iba al mercado a comprar algo de primera necesidad», explica.
Ante la falta de atención sanitaria, el niño tuvo que esperar un año entero después de que se le curara la herida para recibir una prótesis, lamentablemente de de mala calidad, de una organización benéfica.
Este retraso, atribuido al abrumador número de pacientes y a los limitados recursos financieros, pone de relieve la grave situación para los civiles que han perdido uno o más miembros.
«Mi hijo necesita cambiar la prótesis con frecuencia para adaptarla a su crecimiento y a sus movimientos. Esto significa que tiene que adaptarse y entrenarse con una nueva prótesis», explica Alia al Diyab, la madre de Salem.
Además, cuenta, «vivir por debajo del umbral de la pobreza nos obliga a buscar organizaciones benéficas que proporcionen prótesis de forma gratuita, ya que no podemos permitirnos el coste de entre 500 y 1000 dólares que cuesta una sola prótesis».
La dificultad de vivir con una discapacidad
La discapacidad se ha convertido en un difícil punto de inflexión en la vida de muchos sirios afectados, ya que necesitan ayuda en todos los aspectos de su vida y han perdido la esperanza de vivir con normalidad.
La joven Hadeel al Abdo, de 17 años, de la zona rural del norte de la ciudad de Alepo, también en el noroeste del país, fue alcanzada en enero de 2021 por la metralla de un proyectil disparado por las fuerzas del régimen sirio de Bashar al Assad, quien al final del conflicto huyó a Rusia.
La metralla le alcanzó la médula espinal y la dejó confinada a una silla de ruedas. Necesita sustituir su silla de ruedas manual por una eléctrica para facilitar sus desplazamientos y ahorrar algo del tiempo que pasa yendo al colegio.
«Estaba con mi amiga delante de casa cuando una granada cayó cerca de nosotras. Uno de los fragmentos de metralla mató a mi amiga, mientras que otro me dejó paralítica. Ahora tengo que depender de una silla de ruedas para desplazarme», cuenta Al Abdo, quien vive cerca de la ciudad más poblada de Siria y una de las más martirizadas durante la guerra.
Cuenta que va al colegio todos los días y que espera ser médica para aliviar el dolor de los enfermos y los heridos de guerra. Explica que necesita ayuda constantemente y que su hermano mayor la acompaña al colegio de ida y de vuelta.
Al principio, reconoce, prefería aislarse de los demás. Pero con el apoyo de su madre y su hermano, se ha atrevido a salir al mundo y poco a poco ha empezado a adaptarse a su discapacidad y a su nueva situación.
Al Abdo señala que su sueño es poder caminar, correr y vivir como todos los demás, pero sabe muy bien que eso es imposible.
«Me siento triste por mí misma cuando veo a mis amigos caminar y correr, mientras yo solo puedo mirarlos», reconoce.
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Marwan al Hamoud, cirujano general de la ciudad de occidental de Homs, afirma: «Los heridos de la guerra siria viven en medio del sufrimiento de la discapacidad y el deterioro de las condiciones de vida, y se enfrentan a dificultades materiales, sociales y
conductuales que les impiden participar activamente en la sociedad».
Al Hamoud añade que los heridos y los mutilados son los más afectados por la sangrienta guerra. «Viven con su dolor mientras siguen con vida. Algunos han perdido partes de su cuerpo y ahora dependen de prótesis o sillas de ruedas», detalla.
El destacado médico señala que los heridos necesitan mucha ayuda y asistencia para aliviar su dolor. Requieren mucha ayuda, ya que los cirujanos a menudo tienen que amputar las extremidades de algunos pacientes debido a la falta de equipos necesarios para su tratamiento.
Además, los heridos necesitan apoyo psicológico para recuperar la confianza en sí mismos y esfuerzos para conseguir oportunidades de trabajo que se adapten a sus capacidades, lo que les permitiría desempeñar un papel casi normal en la sociedad.
Cicatrices psicológicas
La consejera psicológica Razan al Barakat, de la ciudad de Idlib, afirma que la discapacidad también tiene repercusiones psicológicas.
«La discapacidad no se limita al ámbito físico; más bien, la desesperación y la frustración se apoderan del alma de muchos heridos cuando se sienten diferentes de los demás e incapaces de llevar una vida normal», afirma a IPS.
Al Barakat detalla que «los heridos y los que han sufrido amputaciones suelen sentir una sensación de insuficiencia e impotencia, reviven involuntariamente los recuerdos de sus lesiones y experimentan una falta de seguridad y tranquilidad, además de una baja autoestima debido a su necesidad de los demás y a su dependencia de ellos en la mayoría de los aspectos de sus vidas».
La psicóloga hace hincapié en la necesidad de proporcionar tratamiento psicológico a las personas heridas tras su recuperación física para ayudarlas a adaptarse a su lesión y a su nueva situación.
También es fundamental sensibilizar a la sociedad y a las instituciones pertinentes sobre la necesidad de atender a este sector de la población que ha sufrido daños físicos y psicológicos y amplificar sus voces en el mundo para ayudarles y agilizar su
tratamiento.
El 8 de abril, Human Rights Watch informó de que 379 personas han resultado heridas por restos de guerra desde la caída del régimen de Al Assad el 8 de diciembre de 2024.
Un informe de 2020 de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha) de las Naciones Unidas indicaba ya que 36 % de los desplazados sirios eran personas con discapacidad.
Estas personas desplazadas con discapacidad proceden de zonas que han sido objeto de intensos bombardeos por parte de las fuerzas del régimen y sus aliados rusos, y se encuentraban repartidas por el noreste y noroeste de Siria.
En otro informe, las Naciones Unidas afirmaron que 28 % de los sirios que se encuentran dentro del país sobreviven con alguna discapacidad. Este porcentaje incluye discapacidades intelectuales y psicológicas, la mayoría de las cuales son consecuencia de lesiones físicas o se han producido a causa de las condiciones de guerra vividas por los sirios.
La guerra de Siria de más de 14 años, precisa ese informe, ha dejado tras de sí a miles de personas con discapacidad, que a menudo viven al margen de la sociedad y tienen dificultades para acceder a servicios necesarios como prótesis, tratamiento médico y psicológico y rehabilitación.
T: MF / ED: EG