BLANTIRE – En Malaui, ser guarda forestal no es un trabajo glamuroso ni muy solicitado. Y a menudo ha sido un trabajo tranquilo, sin apenas publicidad, hasta hace poco, en medio del empeoramiento de la destrucción de los bosques del país, lo que está haciendo que la profesión sea cada vez más peligrosa.
Solo en 2024, un total de ocho guardabosques murieron en incidentes separados mientras cumplían con su deber, según el Ministerio de Recursos Naturales, que es responsable de la gestión de 88 reservas forestales y 11 plantaciones en este país del sureste de África sin salida al mar y con unos 22 millones de habitantes.
Malaui no había registrado un número tan alto de asesinatos de guardabosques antes, asegura el ministerio, al reconocer que la hostilidad hacia su personal de primera línea por parte de los productores ilegales de carbón y los madereros es cada vez más alarmante.
«Las personas que están destruyendo nuestros bosques están sueltas. Están matando a nuestros funcionarios forestales», afirmó el ministro de Recursos Naturales, Owen Chomanika.
Dijo esto en una reunión que su ministerio había convocado en enero de 2025 para discutir con otros actores del sector forestal estrategias para detener la ola de destrucción forestal en Malawi, como también se conoce al país.
Lo que motivó la reunión fue una operación descarada en una plantación gubernamental en la montaña Zomba, en el este del país.
Durante varias semanas, jóvenes armados con machetes, sierras y hachas, que se movían en grupos de entre 50 y 100 personas, según los medios de comunicación locales, invadieron la plantación cada mañana, talando pinos y llevándose el contrabando por las calles de la ciudad, en pleno espectáculo público.
Con los guardias forestales del gobierno desbordados, el ministerio tuvo que recurrir a las Fuerzas de Defensa de Malaui y al Servicio de Policía de Malaui para acabar con la operación ilegal.
Los datos de Global Forest Watch muestran que entre 2001 y 2023, Malaui perdió casi un cuarto de millón de hectáreas de su cubierta arbórea de 1,5 millones de hectáreas.
Solo en 2023, el país perdió casi 23 000 hectáreas de ese tipo de vegetación boscosa, la mayor pérdida forestal que ha sufrido Malaui en un solo año desde 2001.
Esta devastación está afectando incluso a los bosques protegidos donde el gobierno despliega guardias forestales.
A medida que aumenta la deforestación, impulsada por el empeoramiento de la pobreza, la creciente demanda de carbón vegetal para cocinar y la expansión de las tierras agrícolas, este personal de seguridad forestal tiene la poco envidiable tarea de hacer retroceder la avalancha.
Al hacerlo, arriesgan sus vidas.
El 14 de febrero, tres guardabosques sufrieron heridas de diversa consideración tras ser atacados por personas de aldeas cercanas al bosque de Kaningina, en el distrito de Mzimba, en el norte de Malaui.
El incidente se produjo cuando los guardias interceptaron a ocho personas que talaban árboles ilegalmente en el bosque.
Tres días después, cinco guardabosques resultaron heridos cuando miembros de la comunidad de los alrededores del bosque de Chikala, en el distrito oriental de Machinga, les arrojaron piedras, ya que habían arrestado a algunos hombres de la aldea a los que habían encontrado produciendo carbón vegetal ilegalmente en la reserva.
Desde ser apedreados hasta ser apuñalados en la cara o ser perseguidos y golpeados por turbas furiosas, los guardabosques de Malaui se encuentran cada vez más en la línea de fuego cuando salen a hacer cumplir la ley.
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El secretario principal del Ministerio de Recursos Naturales, Yusuf Nkungula, atribuye esta tendencia en parte a los desafíos internos.
«Los desafíos pueden ser estructurales y operativos. Los desafíos estructurales pueden agruparse como el número de guardias disponibles en un momento determinado frente al número de delincuentes», afirmó.
A nivel operativo, dice, la falta de equipo adecuado, como armas de fuego, significa que los guardias no pueden reprimir las presiones a las que se enfrentan por parte de los delincuentes.
«Por lo general, los guardias son atacados por los delincuentes porque no están completamente equipados para defenderse. Debido a esto, solo en 2024, ocho guardias forestales fueron asesinados en el cumplimiento de su deber», dijo Nkungula a IPS.
A veces, su ministerio contrata al Servicio de Policía de Malaui, a las Fuerzas de Defensa de Malaui y a los guardaparques y guardabosques nacionales para que ayuden con las patrullas en los puntos críticos de deforestación, pero se trata de intervenciones a corto plazo.
«Estas contrataciones son siempre muy caras; por eso, no se producen de forma continua, lo que sigue creando espacios para que los delincuentes realicen actividades ilegales», afirmó.
En la actualidad, el Departamento Forestal tiene 806 guardias desplegados en reservas y plantaciones forestales, muy por debajo de los 4772 guardias forestales que necesita ahora el departamento, destacó Nkungula.
El departamento también tiene dificultades para equipar incluso a estos pocos guardias debido a la falta de fondos. Desde 1998, el departamento no ha recibido ni una sola vez la mitad de su presupuesto.
Según Nkungula, el ejercicio 2024-2025 fue el peor, ya que Hacienda desembolsó solo el 30 % del presupuesto establecido para ese departamento.
«De media, se ha accedido a 40 % del presupuesto anualmente en los últimos 5 años. El déficit afecta negativamente a las operaciones del departamento a todos los niveles, lo que da lugar a que no se alcancen algunos objetivos importantes», afirmó.
Entre los retos notables que se derivan de estos déficits financieros se encuentran «la incapacidad para desarrollar adecuadamente las plantaciones forestales, luchar contra el aumento de los incendios forestales, frenar el aumento de la producción ilegal de carbón vegetal y exacerbar la corrupción», afirma el ministerio.
El activista medioambiental Charles Mkoka afirma que los ataques a los guardabosques y la financiación inadecuada pintan un panorama sombrío de la gobernanza forestal en Malaui, ya que algunos grupos de personas explotan las debilidades institucionales para convertirse en una ley en sí mismos.
«Como resultado, el futuro de los recursos forestales del país está en grave peligro, un problema que debería preocupar a todos los malauíes», afirma Mkoka, que también es director ejecutivo de la Unión de Coordinación para la Rehabilitación del Medio Ambiente, una organización local.
Mkoka afirma que estas comunidades hostiles pueden ser instrumentos de restauración forestal, aprendiendo de otras comunidades que se han convertido en agentes de recuperación forestal y comprendiendo los efectos devastadores de la destrucción de los bosques en la vida de las personas.
«En algunas zonas tenemos recursos forestales que se han recuperado con éxito gracias a la regeneración natural y ahora están prosperando. Esto apunta a la necesidad de esfuerzos concertados entre las comunidades y las autoridades para gestionar estos recursos.
«También tenemos que aprender de los efectos devastadores de los recientes ciclones que causaron estragos como resultado de la degradación generalizada de los ecosistemas», afirma el Ministerio de Recursos Naturales.
El rápido ritmo de deforestación socava la aspiración de Malaui de convertirse en un país en desarrollo con más de 50 % de cubierta forestal y una tasa de deforestación inferior a 0,22 % anual para 2063.
En la agenda, Malaui considera que la sostenibilidad medioambiental es clave para el desarrollo sostenible y promueve un plan con programas de desarrollo que minimicen el agotamiento de los recursos naturales.
«Nuestra preocupación subyacente como pueblo es que, aunque hoy podamos disfrutar de los frutos del medio ambiente, se lo debemos a las futuras generaciones de malauíes hacerlo de manera responsable y sostenible con una ética de cuidado», se lee en el plan.
A medida que caen tanto los bosques como los guardabosques, poniendo en peligro los objetivos de desarrollo de Malaui, el Ministerio de Recursos Naturales se está preparando para luchar.
Con la esperanza de mejorar la financiación, tiene previsto contratar a 2466 guardabosques más en el ejercicio 2025-2026. El proceso continuará hasta alcanzar el objetivo de 6000, el número que el ministerio cree que será adecuado para vigilar eficazmente los bosques de Malaui.
El gobierno también se está centrando en profundizar la participación de la comunidad para subsanar la escasez de personal de seguridad forestal y mejorar la administración local en la gestión forestal.
Además, dado que los invasores de los bosques se están volviendo más militantes, desatando el terror armado sobre los guardabosques, el departamento está reforzando la capacidad militar de su personal de primera línea.
«La fórmula ganadora para hacer frente a los delincuentes es asegurarse de que el departamento se convierta en paramilitar, como en los parques y la vida silvestre», dijo Nkungula.
Con este fin, añadió, «205 guardabosques han completado el entrenamiento en el manejo de armas. Estos entrenamientos continuarán hasta que todos estos oficiales estén entrenados».