Carta de Öcalan: entre lo ya visto y la necesidad de creer de los kurdos

La imagen del líder Abdullah Öcalan, condenado a cadena perpetua por un tribunal turco, se eleva sobre las montañas de Qandil, el bastión del PKK en el Kurdistán iraquí. En 1998, un año antes de su arresto, la guerrilla trasladó allí sus bases desde el valle de la Bekaa, en Siria. Imagen: Karlos Zurutuza / IPS

ROMA – “El PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) debería disolverse. Hago este llamamiento y asumo la responsabilidad histórica”, expresó la carta hecha pública el jueves 27 de febrero de Abdullah Öcalan, el líder de la guerrilla kurda preso desde 1999.

La misiva la leyeron en rueda de prensa miembros del Partido por la Igualdad y la Democracia Popular (DEM) –la organización política prokurda y progresista de Turquía- y se retransmitió a través de las redes sociales.

Tras cuatro décadas de confrontación armada entre la guerrilla kurda y el Estado turco, con la carta de Öcalan pareció abrirse una oportunidad para cerrar uno de los conflictos más longevos de Medio Oriente.

«Puede ser la última oportunidad para una solución democrática entre el pueblo kurdo y el Estado turco”: Zagros Hiwa.

Una vez más, Öcalan destaca como uno de los actores principales. Nacido en Sanliurfa (Kurdistán turco) en 1949, fue fue uno de los fundadores del PKK, organización a la que dirigió hacia la lucha armada en 1984.

Tras años liderando el grupo desde el exilio en Siria, Öcalan fue detenido en 1999 en Kenia por agentes especiales turcos mientras se dirigía de la embajada griega al aeropuerto de Nairobi.

Desde entonces cumple condena a cadena perpetua por cargos de “traición” y “terrorismo” en Imrali, una pequeña isla en el mar de Mármara entre la Turquía europea y la asiática, en una prisión de alta seguridad.

Una estampa del Centro de Mujeres de Qamishlo, la capital del noreste sirio. Es allí donde los kurdos se autogestionan desde 2012 en las líneas de un programa político y social trazado por Abdullah Öcalan desde su cautiverio. Imagen: Karlos Zurutuza / IPS

Son 40 millones de kurdos divididos por las fronteras de Iraq, Irán, Siria y Turquía. La mitad de ellos viven bajo el control de Ankara, que ha respondido históricamente con represión a demandas básicas como el reconocimiento de la identidad kurda y la libertad de expresión, así como otras garantías democráticas.

Hubo acercamientos anteriores entre Ankara y el PKK —los más recientes en 2013 y 2009— pero todos fracasaron. Ya en 2004 Recep Tayip Erdoğan, hoy presidente de Turquía y entonces primer ministro, prometió solucionar la cuestión kurda.

En 1993, Turgut Özal -el entonces presidente turco- reconocía públicamente sus orígenes kurdos y apostaba por la paz y el consenso. Özal fue encontrado sin vida en su despacho, truncándose así uno de los procesos de diálogo más esperanzadores entre ambas partes. Las versiones iban desde el “paro cardiaco” al “envenenamiento”.

“La última carta de Öcalan es una continuación de aquella iniciativa de paz de 1993. Puede ser la última oportunidad para una solución democrática entre el pueblo kurdo y el Estado turco”, trasladó a IPS, vía telefónica y desde las montañas kurdas, el portavoz del PKK, Zagros Hiwa.

El guerrillero recordaba que la organización había declarado más de 10 alto al fuego unilaterales desde el inicio de la lucha armada en 1984. El undécimo llegó el sábado 1 de marzo.

Un guerrillero del PKK en uno de los cementerios de la guerrilla en las montañas de Qandil, en el Kurdistán iraquí. El conflicto armado kurdo-turco es uno de los más longevos de Medio Oriente y se ha cobrado decenas de miles de muertos. Imagen: Karlos Zurutuza / IPS

«Déjà vu»

Se trata de una cronología de fracasos grabada a fuego en el ADN de los kurdos. Cada paso hacia el diálogo dado por el PKK ponía el balón en el tejado turco, pero este nunca volvía al terreno de juego. Quizá por eso, muchos kurdos no se han levantado del banquillo.

“Es el déjà vu (lo ya visto) que vivimos cada cinco o 10 años”, resumió para IPS, por teléfono y desde Amed, la capital del Kurdistán turco, Mehmet K, un periodista kurdo que firma sus crónicas con seudónimo por seguridad.

En su última carta, Abdullah Öcalan hizo hincapié en que el proceso requiere del “reconocimiento de una política democrática y de un marco legal”, pero, a diferencia de en ocasiones anteriores, no aportó detalles sobre demandas concretas ni tampoco una hoja de ruta.

Fuentes del DEM consultadas por IPS confirmaron que el mando del PKK en Qandil había sido consultado antes de la publicación del documento el 27 de febrero. Asimismo, subrayaron que se había optado por la discreción, y que los detalles se discutirán “en una mesa de diálogo con el Estado turco y partidos políticos”.

“A priori, parece un cheque en blanco. No sabemos nada de lo que piden a cambio de su disolución, por lo que solo podemos especular”, explicó a IPS desde Akara y por teléfono Dünya Başol. Es analista político y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Batman, en el este kurdo de Turquía.

Este experto turco apunta a posibles concesiones como el reconocimiento de derechos lingüísticos que incluyen programas culturales en los ayuntamientos kurdos. Başol también habla de “aflojar la mano” sobre los movimientos civiles, así como de una posible excarcelación de presos políticos.

“En cierta forma, sería como volver a la Turquía de 1960, cuando los kurdos gozaban de más libertad de expresión y había menos tensiones”, matizó el analista. Un golpe de Estado en 1971 acabó dando un drástico golpe de timón a aquella situación de relativa bonanza.

Un recuerdo en las montañas kurdas del líder Abdullah Öcalan. El líder del PKK fue arrestado en 1999 en Kenia por agentes especiales turcos mientras se dirigía de la embajada griega al aeropuerto de Nairobi. Imagen: Karlos Zurutuza / IPS

“Nuevo paradigma”

Desde el Instituto para la Paz Kurdo —una organización independiente de estudio con sede en Washington y varias delegaciones en Kurdistán—, el investigador Kamal Chomani dice tener “sentimientos enfrentados” sobre el nuevo llamamiento de Öcalan.

“Los antecedentes me empujan al pesimismo, pero no podemos tirar la toalla cuando puede haberse abierto un camino hacia la paz”, explicó Chomani a IPS por teléfono desde la ciudad alemana de Leipzig. El analista apuntó a un anuncio que se produce en “un momento histórico en el que se está remodelando Medio Oriente”.

Entre las demandas posibles, continúa Chomani, podría incluirse el reconocimiento constitucional de la lengua kurda, una amnistía para los guerrilleros, cierta autonomía para los kurdos y una mayor integración de la política kurda dentro del Estado turco.

“Sería una hoja de ruta que Turquía debería aceptar para lograr una paz duradera”, apuntó el analista. Destaca que el conflicto kurdo “ya no es simplemente un problema de seguridad ni un asunto interno”, sino que se ha convertido en “una cuestión internacional que Turquía ya no puede ignorar”.

Precisamente, los kurdos de Siria, en la frontera sur de Turquía, se autogestionan desde 2012 en las líneas trazadas por el confederalismo democrático. Es el programa político y social progresista y horizontal esbozado por el propio Abdullah Öcalan durante su cautiverio.

Esa afinidad ideológica se ha respondido desde Ankara con la ocupación de enclaves kurdosirios a través de milicias islamistas afines, así como con la expulsión de cientos de miles de sus habitantes originales. Mientras tanto, los bombardeos contra las infraestructuras vitales del noreste sirio son constantes.

Por otra parte, con una Turquía en horas altas tras la caída del régimen de los Assad en Siria y su reemplazo por otro islamista afín a Ankara, ¿qué interés podría tener Erdoğan en ofrecer nada a los kurdos?

Chomani cuestiona la naturaleza de la victoria para Turquía y apunta a una ecuación aún por despejar.

“Turquía es militarmente más fuerte que en 2015, pero en términos económicos y sociales es más débil. Además, aún no sabemos cómo dirigirá el futuro del país Ahmed al Sharaa (actual presidente de Siria). Soy de los que creen que se acercará más a los saudíes, rivales regionales de Turquía”, dijo el experto.

Mientras el PKK ha verbalizado su disposición a dejar las armas, las fuerzas kurdosirias del SDF -integrantes del PKK, según la visión de Ankara- se han desmarcado de un hipotético desarme como parte de un potencial proceso de paz en Turquía.

Es ahí donde, dice Chomani, el PKK entra en un “nuevo paradigma” en el que se sustituirá la acción armada por la lucha social y política.

“La guerrilla habría dado ese paso en 1993 si la iniciativa de Özal hubiera tenido éxito”, lamentó. Tres décadas y decenas de miles de muertos más tarde, el balón vuelve a estar en el tejado turco.

ED: EG

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